Y es que para las religiones la libertad es lo contrario a lo que ellos desean, les interesa tener a la gente encadenada, o cuando menos, asustada y temerosa; los hombres libres no son su clientela favorita sino aquellos a quienes las normas morales mantienen maniatados, esos que son fácilmente manipulables tanto como si les prometen el cielo a cambio, como si les aseguran un infierno en caso de no comportarse según las leyes que ellos estipulan. Y es que las personas religiosas son las menos libres sobre la faz de la tierra, no es libre ni su pensamiento, ni su cuerpo, ni su corazón, ya que tienen que poner en primer lugar a quien diga la religión a la que se han afiliado o en la que por tradición familiar han crecido.
Si se me concediera un deseo pediría que desaparecieran todas las religiones del mundo, aunque estoy seguro que en los minutos siguientes habría otras tantas creadas por algunos hombres con la intención de seguir dominando a los demás. Es una problemática similar a la de la distribución de las riquezas, que si se lograse dar un reparto justo y equitativo a cada uno, no pasaría mucho tiempo antes de que algunos con espíritu de banquero, estuvieran engañando a otros para quitarles la parte que les ha correspondido.
Finalmente me parece que el matrimonio ha recuperado el verdadero sentido en cuanto a que no es un contrato para toda la vida, faltaría más sino que el contrato del móvil o del Adsl fueran de por vida, o que te casaras con una cláusula de permanencia de 18 meses y a los tres te dieras cuenta del engaño, somos humanos y nos equivocamos, no nos atemos con cadenas irrompibles y mucho menos con grilletes en nuestro pensamiento como pretenden las iglesias.