La escucha de La bella molinera ha sido toda una experiencia estética. El inicial “Das Wandern” ya estableció lo que iba a ser una constante en todo el recital: la entera musicalidad y la continua matización expresiva del texto. Porque a pesar de la gran mayoría de canciones de estructura estrófica que atraviesan el ciclo, Goerne aporta, por medio de su habilidad para el fraseo, una diversa gama de acentos, matices y perfiles a cada frase. En ello se acompaña de su genuina gestualidad, como la constante oscilación de su ancha figura o el apoyo de sus brazos en la caja del piano.
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