Matusalén, la palmera que vino directa del pasado

Por Ireneu @ireneuc

La palmera Matusalén

Quien más, quien menos, ha tenido la oportunidad de plantar alguna semilla proveniente de alguna fruta. Desde la típica semilla medio germinada de un limón, pasando por las pepitas de una manzana o el auténtico boliche que son las semillas del aguacate, el hecho de plantar estas semillas resulta siempre algo especial porque esperamos que se desarrolle y llegue a formar una planta. No obstante, nos encontramos que la vida de estas semillas es relativamente corta y en cuanto se secan un poco, dejan de ser fértiles. La cosa se estira más cuando son frutos secos, que pueden durar meses o incluso años en estado de latencia hasta que, humedecidas de nuevo,  vuelven a brotar, pero unas y otras acaban por morir pasado el tiempo... aunque no lo tenga tan seguro: en 2005 los científicos consiguieron hacer brotar una semilla de dátil de nada más y nada menos que 2.000 años atrás, siendo oficialmente la semilla más antigua germinada hasta la fecha.
En 1973, excavando las ruinas de Masada (Israel), los arqueólogos encontraron bajo un edificio derrumbado una vasija con semillas de dátiles. En sí, no tendría más importancia que el de unos restos alimenticios más o menos antiguos, pero la historia de la fortaleza de Masada dista mucho de habitual. 

Fortaleza de Masada

Durante el siglo I d.C. el rey Herodes, mandó construir una gran fortaleza prácticamente inexpugnable en lo alto de un cerro pindongo a tiro de piedra del Mar Muerto. Israel estaba ocupada por los ejércitos romanos y este baluarte fue utilizado por una facción judía radical (los zelotes) para resistir a Roma, la cual mantuvo el castillo en sitio durante más de 2 años. Finalmente, los romanos consiguieron hacer caer la resistencia, pero antes de dar su brazo a torcer, los zelotes prendieron fuego a todo el recinto menos las despensas y se suicidaron en masa. La idea era que los romanos vieran que todavía tenían comida para haber aguantado más, pero esta acción sirvió para que 2.000 años después los arqueólogos encontraran intacto el contenido de aquella despensa, entre los que había las semillas de dátil comentadas.

Semillas antiguas de dátil

Las semillas de dátil, para más inri, correspondían a los frutos de una especie de palmera datilera que había hecho famosa a Judea por su calidad pero que, a pesar de su gran difusión por todo el territorio, había acabado por extinguirse durante el siglo XIV. Los agricultores judíos la reproducían asexualmente (ver  El alarmante caso de la matanza de clones ingleses) y cuando se fueron dejaron de hacerlo; eso y un cambio climático a más árido, acabó por hacerlas desaparecer. Se trataba de la Palmera de Judea.
Las semillas permanecieron en el cajón de una universidad israelí hasta que en 2005, la profesora Elaine Solowey -del Instituto Arava de Medio Ambiente- pudo conseguir varias de estas semillas con la idea de intentar hacer germinar alguno de aquellos huesos de dátil milenarios.

Palmeral datilero actual

Tras meterlos en agua caliente y ponerlos en una solución fertilizante con hormonas de crecimiento, de cara a facilitar el posible desarrollo de la simiente, fueron plantados en diversos tiestos evitando al máximo cualquier posibilidad de contaminación. La sorpresa se la llevaron cuando vieron que de uno de esos tiestos brotaba una pequeña palmera, con unos pequeños rasgos diferentes de las palmeras normales de la zona, las cuales habían sido traídos en tiempos modernos de cultivares iraquíes y egipcios por ser los parientes más cercanos a las antiguas palmeras desaparecidas.
En el primer trasplante, se pudieron estudiar los restos de la carcasa de la semilla que había quedado entre las raíces y se pudo determinar, mediante la técnica del Carbono 14, que la semilla había sido engendrada entre el 35 y el 65 d.C., descartando absolutamente cualquier posibilidad de contaminación posterior.

Dra. Elaine Solowey

El árbol, que desgraciadamente es un macho -las palmeras son dioicas y si hubiera sido hembra, hubiera dado dátiles a las primeras de cambio- fue plantado en el exterior, protegido convenientemente, bautizado con el nombre de "Matusalén" y actualmente ya hace más de 2,5 metros de alto, demostrando un muy buen estado de salud. Ahora solo falta que llegue a la madurez para cruzarlo con una palmera hembra de una especie cercana e intentar conseguir de nuevo sus dátiles, las características de los cuales eran afamados en todo el imperio romano por sus cualidades nutritivas, curativas e incluso afrodisíacas. De todas maneras, aún se tendrá que esperar un poco, ya que no se cree que pueda hacerse hasta el 2022.
La recuperación de especies en peligro extremo de desaparición o directamente extinguidas (ver La prodigiosa vuelta de la extinción del café marrón) es algo que, por excepcional, no debiera de dejarnos indiferentes. Si bien el número de extinción de especies que provocamos es infinitamente superior al de las que protegemos, la existencia de personas que con su trabajo está consiguiendo revertir el proceso de destrucción es una esperanzadora puerta abierta al futuro.
Amén.

Matusalén, la palmera que vino directa del pasado


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