La muerte de Bin Laden a manos de un comando de élite de EE UU, anunciada en televisión por Barack Obama, ha abierto una nueva dimensión en la lucha contra el terrorismo internacional.
La desaparición física del líder de Al Qaeda, responsable de los atentados del 11-S, ha sido recibida con euforia en Occidente, pero también con cautela ante el temor de que sus seguidores inicien una campaña de atentados como venganza.
"La guerra contra Al Qaeda y su sindicato del terror no ha terminado", ha advertido la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton.