Revista Cultura y Ocio

Máximas y Pensamientos Por Napoleon Bonaparte

Por Jossorio

EL REPUBLICANO Y EL CIUDADANO


1. En Europa hay sólo dos clases: la que quiere privilegios y la que los
rechaza.
2. Si la obediencia nace del instinto de las masas, la rebelión es el resultado
de su reflexión.
3. La revolución es una opinión que ha descubierto las bayonetas.
4. La revolución es un círculo vicioso: parte del exceso para volver a él.
5. Los jóvenes llevan a cabo las revoluciones preparadas por los viejos.
6. Jesucristo es el mayor republicano.
7. En la revolución se olvida todo.
8. Pitt fue el banquero de la guerra civil francesa y de la revolución.
9. Las leyes de la mayoría de los países están hechas para oprimir al
desgraciado y proteger al poderoso.
10. Robespierre fue en muchos sentidos una persona honrada.
11. Es raro que una gran asamblea razone; se apasiona demasiado pronto.
12. Los clubes no soportan jefes duraderos; necesitan uno para cada
pasión.
13. Los crímenes colectivos no comprometen a nadie.
14. Toda asamblea tiende a convertir al soberano en un fantasma, y al
pueblo en un esclavo.
15. Las grandes asambleas se reducen a camarillas y las camarillas, a una
persona.
16. El pueblo es capaz de juzgar cuando no escucha a quienes declaman:
los abogados nunca salvarán nada y siempre echarán todo a perder.
17. Si Luis XVI hubiese comparecido ante un tribunal
contrarrevolucionario, habría sido condenado.
18. Cuando Luis XVI fue llevado a juicio, debería haberse limitado a decir
que su persona era sagrada según las leyes, y haberse mantenido en ello. No le
habría salvado la vida, pero habría muerto como rey.
19. Carlos I pereció por haber resistido; Luis XVI, por no resistir. Ni uno ni
otro comprendieron la fuerza de la inercia, que es el secreto de los grandes
reinados.
20. Un príncipe acusado por sus súbditos no tiene por qué justificarse.
21. Quienes se vengan por cuestión de principios son feroces e
implacables.
22. Todos los partidos son jacobinos.
23. Los revolucionarios del gorro frigio fueron más lejos que la monarquía
en el ejercicio del poder absoluto.
24. Sin justicia sólo hay opresores y víctimas, y durante las revoluciones
nunca puede haber justicia.
25. Hoy la gente se pervierte incluso ejerciendo la opresión.
26. Durante la Revolución, los franceses nunca dejaron de tener un rey.
27. Robespierre es un proceso sentenciado sin vista previa.
28. En el momento de la Revolución, todo se presentó a concurso entre
treinta millones de personas.
29. Las guerras de la Revolución ennoblecieron a toda la nación francesa.
30. En las revoluciones sólo hay dos tipos de gente: la que las hace y la que
se beneficia de ellas.
31. La virtud primera es la entrega a la patria.
32. La aristocracia latifundista sólo fue buena y posible en el sistema
feudal.
33. La aristocracia se halla en el Antiguo Testamento; la democracia, en el
Nuevo.
34. El código que rige la salud de las naciones no es el de los particulares.
35. Los sentimientos son, en su mayoría, tradiciones.
36. La nobleza hereditaria impide la emulación entre nobles y burgueses.
37. La persona menos libre es la que se adhiere a un partido.
38. Recurrir a los extranjeros es un acto criminal.
39. Un partido que sólo se sostiene apoyándose en las bayonetas
extranjeras es un partido vencido.
40. En Francia, la libertad está en la Constitución y la esclavitud, en la ley.
41. Nunca habrá revolución social sin terror.
42. No hay pasión más fuerte que la ambición de dominar los espíritus.
43. Cada hora perdida en la juventud es una posibilidad de desgracia en el
futuro.
44. Una gran reputación es un gran ruido: cuanto más suena, más se
extiende. Todo cae: las leyes, las naciones, los monumentos, pero el ruido
permanece.
45. Quien practica la virtud con la sola esperanza de adquirir una gran
fama se halla muy cerca del vicio.
46. El ser humano sólo deja huella en la vida dominando su carácter o
adquiriéndolo.
47. Todos los métodos han de caracterizarse por ayudar a la concepción,
facilitar el recuerdo y dar más poder al pensamiento.
48. La desgracia es la comadrona del genio.
49. Las almas fuertes rechazan la voluptuosidad como los navegantes
evitan los escollos.
50. El hombre superior es impasible; no importa que le alaben o critiquen:
él nunca se detiene.
51. No hay fuerza sin maña.
52. En Francia sólo se admira lo imposible.
53. Es más seguro ocupar a los hombres en los asuntos absurdos que en las
ideas justas.
54. Sólo creemos lo que nos agrada creer.
55. En un ámbito reducido, los grandes hombres son un batiburrillo.
56. Para que nos crean, debemos hacer increíble la verdad.
57. La mujer hermosa deleita la vista; la mujer buena, el corazón. La
primera es una joya; la segunda, un tesoro.
58. La nobleza habría subsistido si se hubiese interesado más por las ramas
que por las raíces.
59. La mayoría de quienes no desean ser oprimidos quiere oprimir.
60. En ciencia está por descubrir el mundo de los detalles.
61. ¡Cuántos hombres sólo son culpables por su debilidad para con sus
mujeres!
62. En los asuntos públicos están de sobra las pasiones y los prejuicios; el
único requisito es el bien común.
63. Un hombre sin valentía ni arrojo es una simple cosa.
64. El hábito de las acciones más violentas recurre menos al corazón que a
las abstracciones: vale más un militar que un abogado.
65. Noventa y cinco de cada cien favoritos de los reyes acabaron en la
horca.
66. El amor es una necedad cometida por dos personas.
67. La nobleza habría pervivido si hubiese sabido adueñarse de la
escribanía.
68. La temeridad triunfa tantas veces como fracasa; en la vida hay, según
ella, igualdad de oportunidades.
69. Europa es una topera. Los grandes imperios sólo se han dado en
Oriente, donde viven seiscientos millones de personas.
70. La superioridad de Mahoma consiste en haber fundado una religión
que prescinde del infierno.
71. En Egipto, cuando la administración es buena, el Nilo se impone al
desierto; cuando es mala, el desierto se impone al Nilo. El genio del bien y el
del mal están siempre presentes en aquel país; todo Egipto consiste en eso.
72. El desierto es un océano inmóvil.
73. Si hubiese tomado San Juan de Acre, habría provocado una revolución
en Oriente.
74. Se puede matar a los turcos, pero no vencerlos.
75. Sólo hay dos países: Oriente y Occidente; y dos pueblos: los orientales
y los occidentales.
76. Soy de los que creen que las penas del otro mundo han sido imaginadas
únicamente como complemento a los insuficientes encantos que, según se nos
cuenta, existen allí.
77. Las personas que han cambiado el mundo no lo han hecho nunca
dirigiéndose a los jefes sino agitando a las masas. El primer medio equivale a
intrigar y sólo produce resultados accesorios. El segundo constituye la marca
del genio y altera la faz del mundo.
78. Sólo hay dos palancas para mover a la gente: el miedo y el interés.
Cualquier revolución importante debe recurrir al miedo; poner en juego los
intereses no conduce a grandes resultados.
. (Este pensamiento es, en cierto modo, la demostración del número 41)
79. La frontera del gobierno democrático es la anarquía; la del gobierno
monárquico, el despotismo. La anarquía es impotente; el despotismo puede
realizar grandes cosas.
80. Con monarquías viejas no se construyen buenas repúblicas.
81. Hay tantas leyes que nadie está exento de que le ahorquen.
82. Los partidos se debilitan por su miedo a las personas capaces.
83. Aunque los agresores estén equivocados allá en lo alto, tienen razón en
este mundo.
84. Sólo está bien hecho lo que hace uno mismo.
85. En Francia, la salvación de todos se encuentra en la eliminación de los
partidos.
86. Discutir en situaciones de peligro es echarse una carga al cuello.
87. Hay que salvar a los pueblos a su pesar.
88. El hombre superior no marcha por caminos ajenos.
89. En el peligro sacamos lo mejor de nosotros mismos.
90. El único medio de fundamentar algo ha sido el sable.
91. Nunca ascendemos tan alto como cuando ignoramos adónde vamos.
92. Decir de dónde vengo, quién soy o adónde voy es superior a mis ideas;
y sin embargo, todo eso existe.
93. La única manera de conducir al pueblo es mostrarle un futuro; los jefes
son mercaderes de esperanzas.
94. El éxito es el mayor orador del mundo.
95. La necesidad sólo se puede vencer mediante un poder absoluto.
96. Seré el Bruto de los reyes y el César de la república.
97. Quien salva a su patria no viola ley alguna.
98. Una revolución está hecha cuando, para concluirla, basta con
deshacerse de una sola persona.
99. Nada funciona en un sistema político en el que no hay acuerdo entre las
palabras y las cosas.
100. El éxito es lo que hace grande a un hombre.
EL ARTE MILITAR
101. La guerra es un estado natural.
102. La frialdad es la cualidad más grande de un hombre destinado a
mandar.
103. El arrojo es una cualidad innata; no se consigue, proviene de la
sangre. La valentía nace del pensamiento; a menudo, el arrojo es sólo la
impaciencia ante el peligro.
104. Sólo somos valerosos para los demás.
105. La valentía no se simula; es una virtud que elude el fingimiento.
106. La valentía ante lo imprevisto, que a pesar de los sucesos más
repentinos deja, no obstante, libertad de espíritu, juicio y decisión, es
sumamente rara.
107. Francia está donde esté su bandera.
108. La primera cualidad del soldado es la constancia para soportar la
fatiga; el valor es sólo la segunda.
109. El mejor soldado no es tanto el que combate como el que marcha.
110. Las privaciones y la miseria son los verdaderos maestros del soldado.
111. El soldado es la persona más sensible a los favores.
112. Para los valientes, el fusil no es más que el mango de una bayoneta.
113. Hay cinco cosas que el soldado no debe abandonar nunca: el fusil, los
cartuchos, la mochila, los víveres para cuatro días, al menos, y su herramienta
de zapador.
114. Nadie buscará un galón en el campo de batalla si puede conseguirlo
en una antesala.
115. La única disciplina duradera es la que se ajusta al carácter de la
nación.
116. En la guerra, el genio es el pensamiento aplicado a la acción.
117. La guerra es sobre todo cuestión de tacto.
118. La guerra es una lotería en la que las naciones sólo deben arriesgar
pequeñas puestas.
119. El uniforme hace al hombre.
120. Los hombres que mejor se entienden son los soldados y los
sacerdotes.
121. La única manera honorable de ser hecho prisionero de guerra consiste
en que nos apresen solos y sin haber podido utilizar las armas; en ese caso no
hay condiciones, somos víctimas de la necesidad.
122. Un general en poder del enemigo no tiene que dar ya órdenes a
quienes siguen combatiendo.
123. Autorizar a capitular a los oficiales e, incluso, a los generales
sorprendidos o cercados es totalmente contrario a la buena política, excepto en
el caso de una guarnición asediada. En general, hay que combatir siempre,
incluso cuando todo parece desesperado.
124. En la guerra, cualquier comandante que rinda su plaza un momento
antes de verse obligado a hacerlo merece la muerte.
125. Nada refuerza tanto a un batallón como el éxito.
126. La ciencia militar es el cálculo de las masas en unos puntos dados.
127. En la guerra, la audacia es el cálculo más hermoso del genio.
128. En la guerra hay que apoyarse en los obstáculos para superarlos.
129. La imaginación hace perder las batallas.
130. Los generales deben ser embaucadores.
131. Hay hombres que por su constitución física y moral se pierden en los
detalles de cualquier cosa: por más saber, valor e ingenio que posean, la
naturaleza no les ha llamado a mandar un ejército.
132. La actitud de un general querido vale más que la mejor arenga.
133. Un ejército es un pueblo que obedece.
134. Un ejército que no se cree por reclutamiento acabará capitulando.
135. Un ejército debe estar siempre dispuesto a oponer toda la resistencia
de que sea capaz.
136. En la guerra, como en el amor, para llegar al final hay que verse de
cerca.
137. En la guerra, la teoría es buena para dar ideas generales, pero la
ejecución estricta de las reglas será siempre peligrosa: la curva se debe trazar
en función de los ejes.
138. Sólo hay dos tipos de planes de campaña: los buenos y los malos. Los
buenos fracasan casi siempre debido a las circunstancias imprevistas, que a
menudo proporcionan el éxito a los malos.
139. ¡Ay del general que llega al campo de batalla con un sistema!
140. Quien no contemple el campo de batalla con los ojos secos provocará
inútilmente la muerte de muchos hombres.
141. Al iniciar una campaña hay que meditar bien si se debe avanzar o no;
pero una vez llevada a cabo la ofensiva, habrá que mantenerla hasta el último
extremo. Sea cual fuere la habilidad de las maniobras con que se realice, una
retirada debilitará la moral del ejército, pues al perder las oportunidades de
éxito se dejan en manos del enemigo. Por lo demás, las retiradas cuestan
muchos más hombres y material que los enfrentamientos más cruentos, con la
diferencia de que en una batalla el enemigo pierde casi tanto como nosotros
mismos, mientras que en la retirada perdemos sin que él pierda.
142. Un general en jefe debe decirse varias veces al día: "¿Qué haría yo, si
el ejército enemigo apareciese al frente, a la derecha o a la izquierda?". Y si se
siente confuso, significará que está mal situado, no se halla en la forma debida
y debe remediarlo.
143. En un ejército, es necesario que la infantería, la caballería y la
artillería mantengan proporciones justas: las armas no son intercambiables;
por cada mil hombres y una caballería equivalente a un cuarto de la infantería
serán necesarias siempre cuatro piezas de artillería.
144. Un principio absoluto: no realizar nunca marchas de flanco ante un
ejército en posición.
145. La fuerza de un ejército, como la cantidad de movimientos en
mecánica, se evalúa en función de la masa multiplicada por la velocidad. Una
marcha rápida aumenta la moral del ejército e incrementa sus posibilidades de
victoria.
146. Una pieza de artillería debe realizar trescientos disparos; es el
consumo de dos batallas.
147. Hay casos en que gastar hombres significa economizar sangre.
148. La infantería es el alma del ejército.
149. La infantería debe disparar contra la caballería desde cierta distancia
en vez de esperarla para hacerlo a quemarropa.
150. En el estado actual de la composición de la infantería, hay que dar
más solidez a la tercera línea o suprimirla.
151. El secreto de las grandes batallas consiste en saber esperar y
concentrarse oportunamente.
152. Los principios de César fueron los de Aníbal, y los de Aníbal habían
sido los de Alejandro: mantener reunidas las propias fuerzas, no ser vulnerable
en ningún punto y trasladar con rapidez todas las fuerzas propias a un punto
dado.
153. Cuando se cuenta con un ejército inferior, el arte de la guerra consiste
en tener siempre más fuerzas que el enemigo en el punto en que se ataca o se
es atacado.
154. La infantería y la caballería no conducen por sí solas a resultados
definitivos, pero con la ayuda de la artillería y estando las fuerzas igualadas, la
caballería debe destruir a la infantería.
155. La artillería lo es todo, tanto en una batalla como en un asedio: una
vez trabado el combate, el arte consiste en hacer converger un fuego nutrido
en un mismo punto sin que el enemigo pueda preverlo.
156. Un ejército debe mantener siempre, por principio, sus columnas
reunidas de modo que el enemigo no pueda introducirse entre ellas; si por
razones de fuerza mayor se abandona esta regla, es necesario que los cuerpos
destacados sean independientes en sus operaciones y se dirijan a un punto fijo,
hacia el que han de converger sin dudar y sin necesidad de nuevas órdenes.
157. El arte de instalar un campamento en una posición se reduce al de
adoptar en ella una línea de batalla. Es necesario que la posición tomada no
esté dominada, no sea alargada ni quede encerrada sino que, al contrario,
domine, provoque alargamientos y envuelva la posición contraria.
158. En vísperas de un ataque no hay que retirar nunca nada del ejército;
todo puede cambiar de un momento a otro: un batallón decide un hecho de
armas.
159. En campaña, ningún jefe debe dormir en una casa y sólo debe haber
una tienda: la del general en jefe, en razón de sus mapas.
160. El máximo peligro se da en el momento de la victoria.
161. A enemigo que huye, puente de oro o muro de acero.
162. La política y la moral coinciden en rechazar el saqueo.
163. El único cambio posible para los ejércitos modernos consiste en
suprimir los medios administrativos: almacenes, hornos, furgones y bagajes,
asuntos todos ellos que preocuparon mucho a los antiguos.
164. La gran revolución que hay que introducir en el arte militar derivará
del medio que se descubra para hacer que los soldados carguen con la mayor
cantidad de harina posible y los medios para cocerla, una cuestión que siempre
preocupó a César.
165. La artillería sigue siendo demasiado torpe, demasiado complicada;
aún quedan cosas por simplificar y reducir.
166. La amabilidad y el trato correcto honran al vencedor y deshonran al
vencido, que ha de procurar mantenerse aparte y no deber nada a la piedad.
167. La pérdida de batallas navales se debe, en nuestro caso, al carácter de
los generales en jefe, a defectos de táctica y a la opinión de los capitanes, que
creen que sólo tienen que actuar ateniéndose a las señales.
168. La primera ley de táctica marítima debe ser que, en cuanto el
almirante haya dado la señal de acometida, cada capitán realice los
movimientos para atacar a un navío enemigo y apoyar a sus vecinos.
169. Si un ejército llega alguna vez a introducirse en Inglaterra, Londres no
podrá resistir ni una hora.
170. Aníbal forzó los Alpes; yo los rodeé en mi primera ocasión.
171. Los alemanes y los austriacos no conocen el valor del tiempo.
172. Sólo se encuentra gente intrépida entre quienes tienen algo que perder.
173. El peligro da vida a los franceses.
174. En Pavía, Francisco I tenía una artillería excelente y formidable;
colocó delante su caballería y camufló sus baterías, que, de haber disparado, le
habrían proporcionado la victoria. No tuvo en cuenta el principio según el cual
un ejército debe ofrecer siempre toda la resistencia de que es capaz.
175. Mi mejor campaña fue la del 20 de marzo: no se disparó ni un solo
tiro de fusil.
EL SOBERANO Y EL ORGANIZADOR
176. La igualdad sólo existe en teoría.
177. El nombre y la forma de gobierno no significan nada, con tal de que
los ciudadanos sean iguales en derechos y se imparta bien la justicia.
178. Bien mirado, la libertad política es una fábula aceptada de común
acuerdo e imaginada por los gobernantes para adormecer a los gobernados.
179. Aunque la ley social otorgue a todos los hombres idénticos derechos,
la naturaleza no les concederá nunca facultades iguales.
180. La monarquía se basa en la desigualdad de condiciones inherente a la
naturaleza; y la república, en ese imposible que es la igualdad.
181. El pueblo no elegirá nunca verdaderos legisladores.
182. El poder absoluto reprime las ambiciones y las selecciona; la
democracia las desencadena sin excepción y sin examen.
183. La democracia nutre la soberanía, pero sólo la aristocracia la
conserva.
184. Los usurpadores han tenido demasiados maestros como para no
comenzar siendo absolutistas.
185. Nada debe parecerse menos a un ser humano que un rey.
186. En el sistema de poder absoluto, basta una voluntad para destruir un
abuso; en el sistema asambleario hacen falta quinientas.
187. El fundamento de toda autoridad se halla en el provecho de quien
obedece.
188. En última instancia, para gobernar, hay que ser militar. Los caballos
sólo se rigen con botas y espuelas.
189. El despotismo absoluto no existe, sólo es relativo: el exceso se
derrama por uno u otro lado; lo que el océano invade en una parte, lo pierde en
otra.
190. El poder absoluto debe ser esencialmente paternal; de lo contrario,
será derrocado.
191. La mejor cadena entre el pueblo y el príncipe es la felicidad.
192. Cuando en política hay un dueño, la propia expresión de Derechos del
Pueblo es un crimen.
193. Toda persona que posea treinta millones y no se sienta ligado a ellos
es un peligro para cualquier gobierno.
194. Un soberano sólo debe prometer lo que quiere cumplir.
195. El gobierno sólo puede vivir de su príncipe.
196. Lo que constituye la fuerza de un gobierno es la unanimidad de
intereses.
197. La buena política consiste en hacer creer a los pueblos que son libres;
el buen gobierno, en hacerlos tan felices como desean ser.
198. La soberanía sólo debe mostrarse en plena actividad, otorgando
gracias y apareciendo libre de debilidades.
199. Para los fundadores de imperios, los seres humanos no son personas
sino instrumentos.
200. La tortura de tomar precauciones es superior a los peligros que se
pretenden evitar: es mejor abandonarse al destino.
201. El príncipe que tiene miedo puede ser derrocado en cualquier
momento.
202. Un soberano obligado a respetar la ley puede llegar a presenciar la
muerte de su Estado.
203. La popularidad se puede perder tanto por un pecadillo como por un
gran golpe de Estado; cuando se conoce el arte de reinar, sólo se arriesga el
crédito en presencia de buenas garantías.
204. Un gobierno recién nacido debe fascinar.
205. Las poblaciones necesitan fiestas bulliciosas; los necios aman el
ruido, y la multitud está formada por necios.
206. La conciencia del jefe de Estado consiste en prever los hechos; en el
momento en que se muestra como un gran benefactor, se le acusa de tiranía.
207. Prestar oído a los intereses de todos es propio de un gobierno
ordinario; preverlos es propio de un gran gobierno.
208. En la restauración de un Estado, todo se encadena. Vincular las
facciones transformando sus pasiones en intereses comunes sería un logro
escaso; si a esos intereses no se unen los vecinos, sólo se habrá realizado la
mitad de la tarea. Para ser dueño en la propia casa, no hay que temer ser
procesado por un asunto de muros medianeros.
209. Las Cámaras son buenas para obtener del pueblo lo que el rey no le
puede pedir.
210. El soberano debe dedicarse a buscar el bien existente en el mal, y
viceversa.
211. Los jefes de Estado no tienen que ser jefes de partido.
212. El auge de los soberanos depende del de sus pueblos.
213. Un gran soberano es el que prevé los resultados en todo momento.
214. El soberano que se adhiere a una facción hace escorar la barca y
acelera el naufragio.
215. Las naciones viejas y corrompidas no se gobiernan como los pueblos
antiguos: hoy en día, por uno que se sacrifica, hay miles que sólo conocen sus
intereses y su vanidad. El secreto del legislador y del soberano consiste en
sacar partido a los vicios que deben regir; ahí reside uno de los secretos de la
vuelta a las cruces y las condecoraciones. En el punto en que nos hallamos, las
distinciones nos obligan a respetarnos a nosotros mismos al satisfacer nuestra
vanidad.
216. El honor representa para los soberanos un fisco moral.
217. Las milicias de palacio son tanto más peligrosas cuanto más absoluto
es el soberano.
218. Una ley de conveniencia es un acta de acusación contra el poder.
219. El gobierno debe ser un acto de demostración continua.
220. Transigir envilece el poder.
221. Los gobiernos sólo deben ver a las personas como masa.
222. Es absolutamente necesario que, al salir de una revolución, el
gobierno sea duro.
223. En todos los actos públicos se requiere fuerza, coherencia y unidad.
224. El jefe de un Estado debe hacer que hasta el mal contribuya al triunfo
de los asuntos públicos.
225. Con suerte, se puede hacer que un pueblo sea glorioso; para hacerlo
feliz se requiere mucha constancia.
226. Hace falta más carácter para administrar que para guerrear.
227. La etiqueta es la prisión del rey.
228. Los gobiernos formados por elementos heterogéneos no son
duraderos.
229. Hay personas que sólo se portan bien con sus enemigos.
230. No me gusta que se aparente despreciar la muerte; la ley suprema
consiste en saber soportar lo inevitable.
231. Al aplicar las leyes hay que saber calcular los valores improductivos.
232. Es posible no creer lo suficiente como para no creer que comulgar
puede ser beneficioso; y creer demasiado como para no exponerse, sin más, a
un sacrilegio.
233. La susceptibilidad de un gobierno es su debilidad.
234. Un trono no es más que una tabla guarnecida de terciopelo.
235. Sobre los bajos fondos hay una especie de red que envuelve a las
multitudes; para que aflore algo es necesario que se rompa la malla.
236. El interés del Estado se impone antes o después a las pequeñas
pasiones.
237. En asuntos de gobierno suele ocurrir que, con la ayuda de alguna
regularización, un principio erróneo lleve a un resultado verdadero.
238. Los bienhechores exigen de ordinario más de lo que han dado.
239. El soberano no debe fiarse ni de las palabras ni de las apariencias.
240. La estadística es el presupuesto de las cosas.
241. La separación entre la Hacienda y el Ministerio de Finanzas es la
auténtica especialización, la única posible.
242. Para que un pueblo sea libre haría falta que los gobernados fueran
sabios, y los gobernantes dioses.
243. Los conspiradores que se unen para derribar una tiranía comienzan
sometiéndose a la de un jefe.
244. Si pudieran renunciar a su jefe extranjero, los religiosos serían el
mejor cuerpo docente.
245. La arbitrariedad del juez sólo se puede eludir sometiéndose al
despotismo de la ley.
246. La moral constituye por sí sola todo un código.
247. Para influir en las deliberaciones de los príncipes hay que herirles en
su amor propio.
248. Nadie puede decir qué hará en sus últimos momentos.
249. Un jefe de Estado no debe estar más dispuesto a abandonar el
gobierno de las ideas que el de las personas.
250. Desde la invención de la imprenta se apela a la Ilustración para reinar,
y sólo se reina para esclavizarla.
251. Si la ciencia estuviera guiada por la mano del poder, alcanzaría
grandes resultados para la sociedad.
252. Hay revoluciones inevitables. Son erupciones morales, como las
erupciones físicas de los volcanes. Cuando se han completado las
combinaciones químicas que las producen, estallan al igual que lo hacen las
revoluciones una vez dadas las combinaciones morales: para prevenirlas es
necesario vigilar el movimiento de las ideas.
253. No hay ideal que no contenga un residuo beneficioso.
254. El soberano debe confiscar siempre la publicidad en provecho propio.
255. La idea ha causado más daño que los hechos; es la enemiga
fundamental de los soberanos.
256. Las conspiraciones materiales se paralizan cuando se sujeta la mano
que sostiene el puñal; las morales no concluyen nunca.
257. Los libros clásicos han sido compuestos por retóricos, pero deberían
haber sido escritos únicamente por hombres de Estado o gentes de mundo.
258. El pueblo que puede decirlo todo, llega a hacer cualquier cosa.
259. Los periódicos deberían reducirse a pequeños carteles.
260. Los libros inducen a razonar demasiado como para no corromper a
una nación al hacerle perder la costumbre de actuar.
261. Los grandes escritores son personas apreciadas que dicen necedades
seniles.
262. Un libro que no contuviese mentiras sería un libro curioso.
263. Los tontos no pasan de ser aburridos; los pedantes son insoportables.
264. Todo el mundo quiere que los gobernantes sean justos, y nadie es
justo con ellos.
265. De un filósofo no se puede obtener nada.
266. El ateo es mejor súbdito que el fanático: aquél obedece, éste mata.
267. Los soberanos deben perdonar las faltas y no olvidarlas jamás.
268. Se gobierna mejor a las personas por sus vicios que por sus virtudes.
269. La gente agradece las sorpresas; la felicidad, en cambio, parece algo
que les es debido.
270. Las personas de bien son tan calmosas y los bribones tan vivos que a
menudo es necesario emplear a éstos.
271. Si desenmascaras a un bribón, actuará como una persona honrada.
272. Hay bribones lo bastante bribones como para comportarse como
personas de bien.
273. En política, los hombres jóvenes valen más que los viejos.
274. El mejor medio de mantener la palabra es no darla nunca.
275. La expresión "virtud política" es un sinsentido.
276. El príncipe debe sospecharlo todo.
277. A los Estados les va mejor manteniendo en sus puestos a ministros
mediocres que cambiándolos a menudo, aunque se recurra a personas de gran
inteligencia.
278. Los volcanes teológicos se calman con agua y no echando leña al
fuego.
279. Un incidente no tiene por qué gobernar la política; al contrario,
corresponde a la política gobernar los incidentes.
280. La indecisión de los príncipes es a los gobiernos lo que la parálisis a
los movimientos de los miembros.
281. Se puede intentar un golpe de Estado para tomar el poder, nunca para
consolidarlo, pues en ese caso se golpea al soberano.
282. En política, un absurdo no constituye un obstáculo.
283. La neutralidad consiste en tener igual peso y medida para todos; en
política es una insensatez: siempre hay interés en que triunfe alguien concreto.
284. Hay que hacer caer en desgracia a quienes ya no se puede
recompensar.
285. Temer la muerte es hacer profesión de ateísmo.
286. La Iglesia debe estar dentro del Estado, y no el Estado dentro de la
Iglesia.
287. Los cirios que se encienden hoy a la luz del día iluminaron en otros
tiempos las catacumbas.
. (En Notre-Dame, el día de la coronación)
288. En política hay casos de los que sólo se puede salir cometiendo
errores.
289. Las guerras inevitables son siempre justas.
290. Es más fácil hacer las leyes que ejecutarlas.
291. Más que descubrir, la policía inventa.
292. Es más fácil engañar que desengañar.
293. No hay poder más peligroso que una abstracción amparada por la
fuerza pública.
294. El matrimonio no deriva de la naturaleza.
295. Con audacia se puede emprender cualquier cosa, pero no se puede
hacer todo.
296. Interpretar la ley es corromperla; los abogados matan las leyes.
297. La aplicación de una ley mala presta más servicios que la
interpretación de otra buena.
298. Aprendemos a conocernos dándonos de cabezazos unos contra otros.
299. Nada es más difícil de embridar que un pueblo que se ha sacudido las
albardas.
300. Los tronos no se pueden restablecer ni consolidar a sablazos.
301. La única victoria sobre el amor es la huida.
302. ¿Quién sabe si los animales no poseen un lenguaje propio?
303. Las plantas son animales que comen y beben.
304. El interés sólo es la clave de las acciones vulgares.
305. Los asuntos interminables son aquellos que no encierran dificultades.
306. Los hombres que se envilecen no conspiran.
307. Hay vicios y virtudes de ocasión.
308. El soberano se equivoca siempre que habla en un arrebato de cólera.
309. ¿Cómo no ser bueno cuando se puede todo?
310. Es una necedad querer establecer legalmente la responsabilidad de los
actos políticos.
311. Los curas deben ser jueces de paz naturales, los jefes morales de la
población.
312. El cinismo en las costumbres es la perdición del cuerpo político.
313. Hay que cambiar de puesto, por principio, a autoridades y
guarniciones; el interés del Estado exige que no haya plazas inamovibles: la
idea de unidad sólo puede existir en un único lugar.
314. Hay ciertos tipos de faltas que no están al alcance de los tribunales, y
en esta cuestión las leyes modernas han maniatado a los soberanos.
315. No se deben reprimir ni perseguir las faltas que no son perjudiciales.
316. Un imperio como Francia puede y debe tener algunos hospicios para
locos llamados cartujas.
317. Los antiguos acumulaban las profesiones; nosotros las separamos.
318. Si la perfección no fuera quimérica, no tendría tanto éxito.
319. Quien recibe más imágenes en su memoria es el que posee más
imaginación.
320. No hay leyes posibles contra el dinero.
321. Muchas cosas se desbaratan simulando no haberlas visto.
322. La política, que no puede ser moral, debe hacer que triunfe la moral.
323. Los hombres se modelan en función de la circunstancia.
324. Nada hay más imperioso que la debilidad que se siente apoyada por la
fuerza.
325. La envidia es una confesión de inferioridad.
326. La perversidad no es nunca colectiva.
327. Hay que reconocer las debilidades humanas y plegarse a ellas más que
combatirlas.
328. ¿Podemos discutir aquí abajo acerca de Dios?
329. La astucia no es siempre síntoma de debilidad.
330. La casación no es más que un proceso entre el fallo y la ley.
331. El perfecto cortesano debe despreciar a su ídolo y estar dispuesto
siempre a hacerlo añicos.
332. Quien sabe adular sabe también calumniar.
333. Es muy difícil saber dónde acaba la cortesía y dónde empieza la
adulación.
334. El dinero es más fuerte que el despotismo.
335. Las leyes circunstanciales son abolidas por la aparición de nuevas
circunstancias.
336. En los asuntos del mundo, lo que salva no es la fe sino la
desconfianza.
337. La diplomacia es la policía vestida de largo.
338. Hay mujeres de la vieja nobleza capaces de entregar su cuerpo a un
plebeyo, pero no le descubrirán los secretos de la aristocracia; de la misma
manera, las personas como Dios manda son los únicos embajadores posibles.
339. Los tratados se ejecutan mientras los intereses sean concordes.
340. Imponer condiciones demasiado duras es eximir a la gente de
cumplirlas.
341. Un congreso es una ficción acordada entre diplomáticos; es la pluma
de Maquiavelo unida al sable de Mahoma.
342. Los viejos que conservan los gustos de los años jóvenes pierden en
estima lo que ganan en ridiculez.
343. Las novelas son la historia de los deseos humanos.
344. El trabajo es la guadaña del tiempo.
345. No hay sucesos nimios para las naciones y los soberanos.
346. No es posible detener a los pueblos una vez lanzados.
347. El amor es la ocupación del hombre ocioso, la distracción del soldado
y el tropiezo del soberano.
348. No hay que comprar un aliado dudoso a costa de otro fiel.
349. Los necios hablan del pasado, los sabios del presente y los locos del
futuro.
350. Toda indulgencia con los culpables revela una connivencia.
351. El boato es al poder lo que el culto a la religión.
352. No es fácil obtener simplicidad de los técnicos: los formalistas del
Consejo de Estado impedirán muchas simplificaciones.
353. La inquietud del ser humano es tal que tiene necesidad absoluta de las
imprecisiones y misterios que le ofrece la religión.
354. Una nación religiosa se puede aplastar, pero no dividir.
355. Las constituciones sólo son buenas cuando se manipulan.
356. La demencia se caracteriza por la desproporción entre los fines y los
medios.
357. El hombre de frente tersa no ha reflexionado nunca.
358. El comercio une a las personas; todo lo que las une, las asocia: el
comercio es esencialmente perjudicial para la autoridad.
359. Toda asociación es un gobierno dentro del gobierno.
360. Los mendigos son monjes de segunda categoría.
361. La riqueza no consiste en poseer tesoros sino en usarlos.
362. La organización de las familias no deriva de un derecho natural: el
matrimonio toma su forma de las costumbres.
363. En la cuestión del matrimonio, la familia oriental es totalmente
distinta de la occidental; por tanto, la moral no es universal: el ser humano es
el ministro de la naturaleza, y la sociedad se injerta en ella.
364. El matrimonio no es siempre la conclusión del amor; la mayoría de
las jóvenes se casan para independizarse, para establecerse, y toman maridos
que no les convienen en absoluto; la ley debe proporcionarles un recurso para
el momento en que se den cuenta de que se han equivocado totalmente; pero
esa facilidad no debe fomentar la ligereza ni la pasión: la mujer debe utilizar el
divorcio una sola vez y no podrá volver a casarse hasta pasados cinco años. El
divorcio debe ser imposible tras diez años de matrimonio.
365. Para ser feliz, el matrimonio exige un continuo intercambio de
sudores.
366. Gall preexistía en sus expresiones proverbiales: "cabeza de chorlito",
"cabeza cuadrada".
367. En la corte es un gran error no colocarse delante.
368. Las leyes claras en teoría son a menudo un caos cuando se aplican.
369. La distancia entre el talento y la sensatez es mayor de lo que
pensamos.
370. La severidad previene más faltas de las que reprime.
371. Las buenas leyes han de ser siempre breves; si son largas, se
convierten en reglamentos.
372. Lo que llamamos ley natural es sólo la ley del interés y de la razón.
373. Hay situaciones de crisis en las que el bien del pueblo exige la
condena de un inocente.
374. La costumbre nos condena a muchas locuras; la mayor es convertirse
en su esclavo.
375. Hay que seguir a la fortuna en sus caprichos y corregirla cuando sea
posible.
376. La razón debe proscribir todo aquello que no esté fundado en bases
física y matemáticamente exactas.
377. Cualquier obra de la inteligencia es tanto más elevada cuanto que su
autor es universal.
378. Los buenos filósofos resultan malos ciudadanos.
379. Las conspiraciones se realizan en beneficio de los más cobardes.
380. Nunca es útil atizar el odio.
381. Cuando se reina, se ha de gobernar con la cabeza, nunca con el
corazón.
382. En la vida, todo está sujeto a cálculo.
383. El vulgo conceptúa el poder de Dios en función del de los sacerdotes.
384. La moral es muy a menudo el salvoconducto de la maledicencia.
385. El necio tiene sobre las personas inteligentes la gran ventaja de estar
siempre contento de sí mismo.
386. Cuando alguien conoce su mal moral debe saber curarse el alma como
se cura un brazo o una pierna.
387. En la política, como en la guerra, los males, aunque se hallen en las
reglas, sólo son excusables en la medida en que son necesarios.
388. El comercio exterior, infinitamente superior a la industria y la
agricultura por sus resultados, existe en función de éstas, mientras que éstas no
existen para él. Los intereses de esas tres bases esenciales para la prosperidad
de los Estados son divergentes y, a menudo, opuestos: hay que servirles
únicamente atendiendo a su rango natural.
389. El corazón del hombre de Estado debe hallarse en su cabeza.
390. El pobre y el mendigo pertenecen a dos clases muy distintas: uno
impone respeto, el otro provoca la cólera.
391. El pueblo en el que todo el mundo quiere un cargo está vendido de
antemano.
392. La educación y la historia son enemigas de la religión.
393. La gente lucha más por sus intereses que por sus derechos.
394. Las alianzas matrimoniales con el extranjero nunca garantizan ni
aseguran nada.
395. Para acabar con la mitad de los procesos judiciales bastaría con pagar
sólo a los abogados que ganen sus causas; sin embargo, nunca he conseguido
que esa idea sea aprobada por el Consejo de Estado.
396. El amor es el destino de las sociedades ociosas.
397. La fuerza de lo desconocido es inconmensurable tanto en la
imaginación como en el cálculo.
398. El mercado es el Louvre del pueblo: todo lo bueno que se lleva a cabo
en él aprovecha al soberano.
399. La muerte es un dormir sin sueños y, quizá, sin despertar.
400. El hombre constituido para los negocios y para el ejercicio de la
autoridad no ve nunca a las personas, sino las cosas y sus consecuencias.
401. Las facultades físicas se agudizan y agrandan en medio de los peligros
y las necesidades: los marinos y los beduinos tienen vista de lince; y los
salvajes de los bosques, el olfato de los animales.
402. Una correspondencia ministerial larga y voluminosa es un arsenal con
armas de doble filo.
403. Las bandas honoríficas pueden servir para adornar cortesanos, pero no
para hacer hombres.
404. La utilidad de lo que degrada al ser humano no es nunca duradera.
405. No hay política más errónea que la de oponer una fracción a otra
jactándose de dominarlas.
406. La persona fuerte es la que es capaz de interceptar a voluntad la
comunicación entre los sentidos y el pensamiento.
407. Los reyes rinden cuentas cada día.
408. La fatalidad es el resultado de un cálculo cuyos datos no conocemos
en su totalidad.
409. Un poder superior me empuja hacia un fin que ignoro; mientras no lo
alcance, soy invulnerable; cuando deje de serle necesario, bastará una mosca
para hacerme caer.
410. No hay nada más difícil que tomar una decisión.
411. Los organismos numerosos están abocados inevitablemente a perecer
por falta de unidad.
412. Obtener la confianza antes del éxito es la labor política más difícil.
413. En la posición en que me hallo, sólo encuentro nobleza en la chusma
que he desatendido, y sólo veo chusma entre la nobleza creada por mí.
414. Sólo el general Bonaparte puede salvar al emperador Napoleón.
415. Quien puede perderlo todo en un momento, debe jugárselo todo en
cualquier circunstancia.
416. Los grandes poderes mueren de indigestión.
417. En el mundo no hay dicha ni desgracia absolutas: la vida de un
hombre feliz es un cuadro con fondo de plata y estrellas negras; la de un
infeliz, un fondo negro con estrellas de plata.
418. Los reyes no deben caer por debajo de la desgracia.
419. No son mis soldados quienes me han fallado, sino yo a ellos.
420. El poder absoluto no necesita mentir; actúa y calla. Los gobiernos
responsables están siempre obligados a hablar, acaban diciendo mentiras
innobles y en poco tiempo se desacreditan y caen en medio del desprecio. Al
menos, el poder absoluto cae envuelto en el odio.
421. Uno puede detenerse cuando asciende, nunca cuando desciende.
422. Aunque lo diga Maquiavelo, las fortalezas no valen lo mismo que el
favor de los pueblos.
EXPERIENCIA Y DESGRACIA
423. Ya no hay en Europa derecho internacional: lo único que importa es
destrozarse unos a otros como perros.
424. El secreto de los gobiernos que me sucedan consistirá en oprimir a las
masas y dar a los individuos la máxima libertad: el egoísmo es el único móvil
actual. He perecido por haber intentado procurar el bien para las masas
sacrificando al individuo.
425. La capacidad y los medios son hoy tan comunes entre la multitud que
debemos evitar que se suscite la idea de concurso público; y ése es, sobre todo,
el momento de renunciar a la elección.
426. El préstamo es la ruina de las naciones agrícolas y la vida de las
manufactureras.
427. Los tronos no se restablecen.
428. Lo que constituye el crimen no es la cosa prohibida, sino su
prohibición.
429. Los gobiernos constituidos mediante equilibrios sólo son buenos en
tiempo de paz.
430. Comparadas con las de la humanidad, las leyes políticas no pueden
durar; están hechas para las costumbres, y las costumbres varían.
431. Hay que respetar en su decadencia a quienes supieron hacerse respetar
cuando eran grandes.
432. El mal supremo de la política es no tener preceptos fijos.
433. La dicha depende de los acontecimientos; la felicidad, de los afectos.
434. Una sociedad sin pasiones es una sociedad estacionaria.
435. La revolución debe aprender a no prever nada.
436. Francia sólo morirá por París.
437. Me han enterrado sin haber perdido un ápice de mi lucidez.
. (En Santa Elena)
438. El azar es el único rey legítimo del universo.
439. La Guardia era mi tesoro de hombres.
. (En Santa Elena)
440. Al precipitarse sobre mí, los reyes han caído conmigo.
. (En Santa Elena)
441. La verdad histórica suele ser una fábula acordada: en cualquier asunto
hay un hecho material y una intención; el hecho, que debería ser
incontrovertible, es a menudo un proceso eterno. En ese caso, ¿cómo nos
atreveremos a hablar sobre intenciones? En alguna ocasión he llegado a negar
el planteamiento de una batalla.
442. He naufragado con las velas desplegadas y con todo el mundo
faenando.
. (En Santa Elena)
443. No existe el robo, todo se paga.
444. El pensamiento madura tanto en el éxito como en la desgracia.
445. En Francia no puede haber ya república: los republicanos de buena fe
son idiotas; los demás, incautos o intrigantes.
446. Es muy difícil gobernar en conciencia.
447. Se puede dar un primer impulso a los asuntos de la vida política;
luego, son ellos los que nos arrastran.
448. Calumniar al desgraciado es siempre vil y deshonroso.
449. Los golpes del destino son como los de la prensa de acuñar moneda:
imprimen su valor a las personas.
450. Lo único que cuenta bajo un gobierno de hecho son las fuerzas
materiales.
451. A Francia le gustan demasiado los cambios como para que un
gobierno pueda durar.
452. El espíritu humano ha logrado tres conquistas: el jurado, la igualdad
fiscal y la libertad de conciencia.
453. Con un aliado sincero, Francia sería la dueña del mundo.
454. No hay nada más raro que un afecto constante.
455. La superstición es el legado que la gente capaz de una época deja en
herencia a los incautos del futuro.
456. Cuando los soldados han recibido el bautismo de fuego, son todos
iguales ante mí.
. (En Santa Elena, hablando de los soldados ingleses que le custodiaban)
457. Solón y Egipto estaban en lo cierto: sólo se puede juzgar a una
persona después de muerta.
458. Perdonando a quienes nos insultan, nos elevamos por encima de ellos.
459. En cuestión de sistemas, hay que reservarse siempre el derecho a
reírse mañana de las ideas mantenidas el día anterior.
460. Los gobiernos son un mal necesario.
461. Hay más posibilidades de encontrar un buen soberano por herencia
que por elección.
462. Nadie vio en mi guerra de España la posesión del Mediterráneo.
463. Lo único que me sobra es tiempo.
. (En Santa Elena)
464. Las oligarquías no cambian nunca de opinión; su interés es siempre el
mismo.
465. ¡Cuántas personas superiores son niños varias veces a lo largo del día!
466. Los pueblos que ocupan una gran superficie se recuperan de todos los
reveses.
467. Cada época nos asigna una tarea distinta.
468. En cincuenta años, Europa será republicana o cosaca.
. (En Santa Elena)
469. Mis guerras han dado muerte a los títulos de nobleza.
470. El cañón mató el feudalismo; la tinta matará la sociedad moderna.
471. El azar explica todas nuestras necedades.
472. La prosperidad de los Estados anuncia su final.
473. Los franceses no tienen nacionalidad.
. (Quizá quería decir "patriotismo")
474. No hay institución humana duradera si no se basa en un sentimiento.
475. Sufrir con constancia los males de la vida supone tanto valor como
mantenerse firme bajo la metralla de una batería.
476. Carecer de patria es vernos privados del cuarto donde nacimos, del
jardín que recorrimos en nuestra infancia y de la habitación paterna.
477. O dinero o condecoraciones. Pero las condecoraciones se desgastarán,
y el gobierno resultará demasiado caro.
478. Los franceses valdrán todo lo que cuestan cuando sustituyan las
algaradas por los principios, la vanidad por el orgullo, el amor a los puestos
por el amor a las instituciones.
479. Las locuras de los demás nunca nos hacen sensatos.
480. El equilibrio político es una ensoñación.
481. Un solo hombre no puede organizar una nación vieja y revolucionada.
482. Los constitucionalistas son unos papanatas: en Francia se ha violado y
se violará siempre cualquier pacto; los pactos sólo lo son sobre el papel.
483. A la larga, un exceso de poder acaba por pervertir a la persona más
honrada.
484. Mi historia se compone de hechos que las simples palabras no
lograrán destruir.
485. El sistema colonial ha terminado: hay que aceptar la libre navegación
de los mares y la libertad de intercambio universal.
486. Cuando todo se había logrado en Waterloo, falló también todo.
487. El viejo sistema está acabado y el nuevo no tiene posibilidades, ya
que un gobierno responsable carecerá siempre de unidad.
488. La democracia puede ser furiosa, pero tiene entrañas, se la puede
conmover; sin embargo, frente a la aristocracia se mantiene siempre fría y no
perdona jamás.
489. He implantado entre los italianos principios que ya no serán
desarraigados; nunca dejarán de fermentar.
490. Francia tiene límites naturales que nunca he querido traspasar; quise
hacer de Italia un reino independiente.
491. Amberes era una pistola siempre cargada que apuntaba al corazón de
Inglaterra.
492. Un ministerio puede soportar fracasos que acabarían con un soberano.
493. La peor de las aristocracias es la del dinero.
494. En lugar de ser una señoría, el trono es hoy una magistratura.
495. Nuestro cuerpo es una máquina de vivir.
496. Para ser un conquistador de éxito hay que ser feroz.
497. La grandilocuencia pasa, las acciones permanecen.
498. Los reyes pagarán cara mi caída.
499. La bajeza tiene sus limitaciones, incluso en estos momentos
corrompidos como ningún otro.
500. Si la gran mayoría de la sociedad quisiera ignorar hoy las leyes,
¿quién tendría fuerzas para detenerla?
501. Las desgracias tienen su propio heroísmo.
502. Si hubiese muerto envuelto en las nubes de la omnipotencia, habría
sido un problema; gracias a mi deportación se me podrá juzgar al desnudo.
503. Tras mi abdicación se ha obligado a Francia a pagar mil quinientos
millones poniéndole el pie sobre el cuello; Inglaterra se impuso
voluntariamente el pago de siete mil millones.
504. En otros tiempos sólo se conocía un tipo de propiedad: la de la tierra.
Luego apareció otra nueva: la de la industria, enfrentada en ese momento a la
anterior. Más tarde, una tercera: la que deriva de las enormes cargas percibidas
a costa de los administrados, que distribuidas por las manos neutras e
imparciales del gobierno pueden garantizar el monopolio de las otras dos,
sirve de intermediaria a éstas e impide que lleguen a las manos. Sin embargo,
la razón de que se hayan hecho tantas necedades hoy en día y de que nos
hayamos expuesto a tantos trastornos es no haber querido reconocer esa gran
revolución ocurrida en la propiedad y habernos obstinado en cerrar los ojos a
esas verdades. El mundo ha experimentado un gran cambio e intenta asentarse
de nuevo; en eso se resume, en pocas palabras, toda la clave de la agitación
universal que nos ha atormentado. Se ha desestibado el barco, se ha trasladado
lastre de proa a popa, y de ahí vienen esas furiosas oscilaciones que pueden
provocar el naufragio a la primera tempestad, si nos obstinamos en querer
maniobrarlo como de costumbre sin haber alcanzado un nuevo equilibrio.
505. Mientras estuve al frente de los asuntos de gobierno, Francia se
hallaba en el mismo estado que Roma cuando se declaró que, para salvarla, era
necesario un dictador: había que destruir para no ser destruido.
506. Quien posea Constantinopla debe gobernar el mundo.
507. Nunca he querido someter los acontecimientos a mi sistema; al
contrario, he plegado mi sistema a la contextura imprevista de los
acontecimientos.
508. Mi mano de hierro no estaba al final de mi brazo, era la prolongación
inmediata de mi cabeza; quien me la dio fue el cálculo, no la naturaleza.
509. El primer soberano que en medio de la primera gran refriega abrace
de buena fe la causa de los pueblos se encontrará al frente de Europa.
510. Uno de mis grandes pensamientos fue el de englobar y concentrar los
pueblos disueltos y divididos por las revoluciones y la política. Europa suma
treinta millones de franceses, quince de españoles, quince de italianos, treinta
de alemanes y veinte de polacos; mi deseo era hacer de todos ellos una misma
nación. El impulso está dado; todas esas revoluciones se cumplirán, y mi
pensamiento podrá servir de palanca para el futuro destino de Europa.
511. Me he visto obligado a combatir durante diez años sobre los
cadáveres de los alemanes, que no han podido conocer mis verdaderos planes
para ellos, aunque se trataba de grandes proyectos.
512. Las grandes acciones no se realizan por azar o fortuna sino que
derivan siempre de los designios del genio.
513. Al no restablecer Polonia, lord Castlereagh ha entregado
Constantinopla a Rusia, ha puesto en peligro a Europa y causado mil
problemas a Inglaterra.
514. Me faltaron veinte años para restablecer la nacionalidad italiana.
515. Rusia caerá o se engrandecerá. Si logra anexionarse Polonia
reconciliando a los polacos con su gobierno, habrá dado el paso más
importante hacia la conquista de la India; si se los enajena, estará siempre
amenazada por la retaguardia.
516. Rusia es tanto más formidable cuanto que nunca depone su hostilidad.
517. Rusia se apoderará de Constantinopla y de una gran parte de Turquía.
Me parece tan cierto como si hubiera ocurrido. [1817]. Una vez en
Constantinopla, se convertirá en potencia marítima, y Dios sabe lo que vendrá
después.
518. Si Aníbal hubiese sido vencido en Trebia, Trasimeno y Canas, el
desastre habría sido menor que el ocurrido luego en Zama.
519. Mi asesinato en Schönbrunn habría sido menos fatal que mi
matrimonio con María Luisa.
520. Las únicas conquistas que no se lamentan son las que se hacen por
ignorancia.
521. Inglaterra paga con sangre el comercio de la India.
522. Inglaterra es la única potencia interesada en que Francia no posea
Bélgica; y mientras no se lo permita, su alianza no será sincera.
523. Es injusto que una generación se vea comprometida por la anterior;
los empréstitos deberían estar limitados a cincuenta años. ¿Por qué el pueblo
no habría de tener el privilegio de la corona, que no es responsable de las
deudas adquiridas por el rey muerto? Hay que hallar un medio de preservar a
las generaciones futuras de la codicia de las presentes sin tener que recurrir a
la bancarrota.
524. Nunca he querido un empréstito. En 1814, Francia disponía de sólo
sesenta millones de rentas; yo, por mi parte, dejé más de cien millones.
525. Como un nuevo Prometeo, estoy atado a una roca donde un buitre me
devora; robé el fuego del cielo para dárselo a Francia; el fuego ha vuelto a su
lugar de origen, y yo me encuentro en esta situación.
SOBRE LORD CASTLEREAGH
Míster Pitt dominó toda la política europea, tuvo en sus manos el destino
moral de los pueblos y abusó de ese poder. Incendió el mundo y pasará a la
historia como Eróstrato, entre llamas, lamentos y lágrimas. Él fue el causante
de las primeras chispas de nuestra revolución; luego, de todos los obstáculos
que se opusieron a la voluntad nacional; y finalmente, de todos los horribles
crímenes derivados de ello. Esta conflagración universal de veinticinco años
de duración, las numerosas coaliciones que la mantuvieron, el trastorno y la
devastación de Europa, los ríos de sangre de los pueblos que fueron su
consecuencia, la aterradora deuda de Inglaterra, que ha pagado todo ello, el
sistema pestífero de los empréstitos que doblega a los pueblos y el malestar
universal reinante hoy, todo se debe a él. La posteridad reconocerá esas cosas
y le señalará como se señala un auténtico azote. Llegará un día en que este
hombre tan elogiado en sus tiempos sólo será el genio del mal. No es que yo lo
considere atroz; ni siquiera dudo de que estuviese convencido de obrar bien: la
Noche de San Bartolomé tuvo también sus partidarios convencidos, el Papa y
los cardenales entonaron un Te Deum, y entre esa buena gente podrían
encontrarse, con absoluta certeza, algunos de buena fe. Así son los hombres,
su razón y sus juicios. Pero lo que la posteridad reprochará, sobre todo, a
míster Pitt será la repugnante escuela que dejó tras de sí, el maquiavelismo
insolente de la misma, su profunda inmoralidad, su frío egoísmo y su
desprecio por la suerte de las personas o la justicia de las cosas.
Pero sea como fuere, por admiración real o por puro reconocimiento, o
bien, incluso, por simple instinto y mera simpatía, míster Pitt fue y sigue
siendo el hombre de la aristocracia europea. En efecto, en él hubo algo de la
personalidad de un Sila. Su sistema consiguió el sometimiento de la causa
popular y el triunfo del patriciado. En cuanto a míster Fox, no hay que buscar
su modelo entre los antiguos, pues es él quien podría servirles de dechado, y
no hay duda de que, antes o después, su escuela deberá regir el mundo. El
momento de la muerte de míster Fox fue una de las fatalidades de mi carrera;
si hubiese seguido con vida, los asuntos habrían tomado un giro muy diferente,
la causa de los pueblos se habría impuesto y habríamos establecido un orden
nuevo en las cosas de Europa.
En Fox, el corazón daba calor al genio, mientras que en Pitt el genio
secaba al corazón. Oigo, no obstante, a un gran hombre que me pregunta cómo
yo, siendo todopoderoso, no actué como Fox. A las personas de buena fe les
respondo que, en ese punto, no hay nada comparable. Inglaterra tiene la
posibilidad de obrar en un terreno cuyos fundamentos se hunden en las
entrañas de la tierra; mis cimientos sólo estaban asentados aún sobre arena.
Inglaterra reina sobre cosas ya establecidas; sobre mí pesaba la gran carga, la
inmensa dificultad de establecerlas. Depuré una revolución haciendo caso
omiso de las facciones decepcionadas. Había reunido en haces todo el bien
disperso que era necesario conservar, pero me vi obligado a cubrirlo con mis
brazos nerviosos para salvarlo de los ataques de todos.
Lord Castlereagh, discípulo de míster Pitt y que, tal vez, se cree igual a él,
no es, en el mejor de los casos, más que su remedo simiesco: no ha cesado de
seguir adelante con los planes y conjuras de su maestro contra Francia.
Su pertinacia y su obstinación han sido, quizá, sus auténticas y únicas
cualidades. Pero Pitt abrigaba grandes propósitos: en él, el interés de su país
iba por delante de todo lo demás, tuvo genio, fue un creador, y desde su isla,
como punto de apoyo, gobernó a los reyes del continente e hizo que actuaran a
su gusto. Castlereagh, en cambio, sustituyendo la creación por la intriga y el
genio por los subsidios e interesándose muy poco por su país, no cesó de
utilizar la influencia y el crédito de esos reyes continentales para asentar y
perpetuar su poder en su isla.
Me han dicho que en la propia Inglaterra se le considera modelo de
inmoralidad. Comenzó con una apostasía política que, aun siendo muy común
en su tierra, deja no obstante siempre una mancha indeleble. Inició su carrera
bajo las banderas de la causa del pueblo y se convirtió en un hombre del poder
y la arbitrariedad. Si se le hiciese justicia, debería ser execrado por los
irlandeses, sus compatriotas, a quienes traicionó, y por los ingleses, pues
destruyó sus libertades internas y sus intereses externos. Gobierna todo lo
demás y domina incluso al príncipe recurriendo a las intrigas y la audacia.
Amparándose en una mayoría creada por él mismo, está siempre dispuesto a
combatir en el Parlamento contra la razón, el derecho, la justicia y la verdad
con una desvergüenza extrema. Ninguna mentira le resulta penosa, nada le
detiene, todo le da igual: sabe que dispone siempre de los votos que aplaudirán
y legitimarán cualquier propuesta. Ha tenido la desfachatez de presentar ante
el Parlamento como hechos auténticos cosas que, según sabía perfectamente,
habían sido falsificadas, que quizá hizo falsificar él mismo, y esas leyes
sirvieron, no obstante, para dictar el destronamiento de Murat.
Sin embargo -así es como marchan las cosas aquí abajo-, Pitt, con todo
su genio, no dejó de fracasar, y Castlereagh ha obtenido un éxito completo.
Pero ¿de qué manera?
Tras veinte años de guerra, después de derrochar tantos tesoros y brindar
tantos apoyos a la causa común, tras haber triunfado más allá de toda
esperanza, ¿qué paz firmó, sin embargo, Inglaterra? Castlereagh tuvo en sus
manos el contenido de esa paz; ¿qué gran ventaja, qué indemnizaciones justas
estipuló para su país? Hizo la paz como si el vencido hubiera sido él. ¡Qué
miserable! De haber triunfado yo, no le habría maltratado mucho más. ¿Se
sentía, tal vez, suficientemente feliz por haberme derrocado? En ese caso, su
odio me venga. Durante nuestra lucha, Inglaterra se vio animada por dos
sentimientos poderosos: su interés nacional y su odio contra mi persona. La
violencia de uno, ¿debería haberle hecho olvidar el otro en el instante del
triunfo? ¡Los ingleses pagarán caro ese momento de pasión! Pasarán milenios
antes de que se presente una ocasión semejante para el bienestar y la verdadera
grandeza de Inglaterra. Volviendo a Castlereagh, ¿se trata de ignorancia o de
corrupción? Según su propia opinión, ese lord Castlereagh distribuyó con
nobleza los despojos entre los soberanos del continente y no reservó nada para
su propio país. Pero ¿no teme que se le reproche haber actuado más como
empleado que como socio de esos soberanos? Ha donado territorios inmensos:
Rusia, Prusia y Austria han adquirido una población de millones de personas.
¿Dónde está el equivalente en el caso de Inglaterra? Y, sin embargo, este país
había sido el alma del éxito y había corrido con todos los gastos. Ya está
recogiendo, en realidad, los frutos del agradecimiento del continente y de los
errores o la traición de su negociador: los gobiernos siguen mi sistema
continental y reprueban o excluyen el producto de las manufacturas inglesas.
En vez de todo esto, ¿por qué no circundó el continente con ciudades
marítimas libres e independientes, como, por ejemplo, Danzig, Hamburgo,
Amberes, Dunkerque, Génova y otras, que habrían seguido siendo los
depósitos forzosos de las manufacturas inglesas con las que ese país habría
inundado Europa a pesar de todas las aduanas del mundo? Inglaterra tenía el
derecho y la necesidad de hacerlo, sus decisiones habrían sido justas, ¿y quién
se habría opuesto en el momento de la libertad? ¿Por qué crearse un obstáculo
y, al mismo tiempo, un enemigo natural al unir Bélgica y Holanda, en lugar de
facilitar a su comercio dos enormes recursos manteniéndolas separadas?
Holanda, que no dispone de manufacturas, era el depósito natural de las de
Inglaterra; Bélgica, convertida en colonia inglesa bajo un príncipe inglés,
habría sido la ruta por donde se habría inundado constantemente Francia y
Alemania. ¿Por qué no se vinculó a España y Portugal mediante un tratado de
comercio a largo plazo que habría compensado todos los gastos realizados
para liberarlas, tratado que se habría obtenido bajo la amenaza de dar la
libertad a sus colonias, en las que, en ambos casos, se habría realizado todo el
negocio? ¿Por qué no se estipuló la obtención de alguna ventaja en el Báltico y
en los Estados italianos? Habrían sido otras tantas regalías de la soberanía de
los mares.
Tras haber combatido tanto tiempo en apoyo del derecho a mantenerla,
¿cómo se desdeñaron los beneficios, cuando esa soberanía se hallaba
consagrada de hecho? ¿Temió acaso Inglaterra que, al castigar la usurpación
en los demás, alguien iba a atreverse a rechazar la suya? ¿Quién habría podido
hacerlo? Yo esperaba algo así de los ingleses. Es posible que lo lamenten
ahora, cuando es demasiado tarde, pues ya no podrán volverse atrás; han
perdido esa ocasión única.
¡Cuántos porqués podría seguir añadiendo! Lord Castlereagh era el único
que podía actuar de ese modo; se convirtió en el hombre de la Santa Alianza y,
con el tiempo, será maldito en Inglaterra. Lauderdale, Grenville, Wellesley y
otros como ellos habrían negociado de manera muy distinta; habrían sido los
hombres de su país. Pero lord Castlereagh se mostró de hecho como el hombre
del continente. Aunque era el dueño de Europa, satisfizo a todo el mundo y
sólo olvidó a su país. Las actas vulneraban de tal modo el interés nacional, se
oponían de tal manera a las doctrinas de Inglaterra, mostraban hasta tal punto
el carácter de la inconsecuencia, que no se entiende que una nación prudente
se haya dejado gobernar por semejante loco.
Lord Castlereagh se basa en la legitimidad, que pretende convertir en
norma política, aunque podría minar los fundamentos del trono de su propio
señor; y, no obstante, reconoce a Bernadotte en contra del legítimo Gustavo
IV, que se inmoló por Inglaterra. Reconoce al usurpador Fernando VII en
detrimento de su venerable padre Carlos IV. Proclama con los aliados, como si
fuera otra base fundamental, el restablecimiento del antiguo orden de cosas, la
reparación de lo que denominan daños, injusticias y depredaciones políticas, el
retorno, en fin, de la moral pública, y sacrifica la república de Venecia,
entregada a Austria por él, y la de Génova, donada al Piamonte. Engrandece a
Rusia, su enemigo natural, dándole Polonia; despoja al rey de Sajonia en favor
de Prusia, que no puede proporcionarle ningún socorro; arrebata Noruega a
Dinamarca, que, más independiente que Rusia, podría ofrecerle la llave del
Báltico, para enriquecer con ella a Suecia, arruinada por la pérdida de
Finlandia y las islas del Báltico, enteramente sometidas a Rusia. En fin,
violando los primeros principios de la política general, olvida, a pesar de
hallarse en una situación de omnipotencia, restablecer la independencia de
Polonia, entregando así Constantinopla y poniendo en peligro toda Europa.
No diré nada del monstruoso contrasentido de un ministro, representante
de la nación libre por excelencia, que vuelve a imponer el yugo a Italia,
mantiene a España en ella y contribuye con todas sus fuerzas a encadenar el
continente entero. ¿Piensa, acaso, que la libertad sólo es aplicable a los
ingleses y que el continente no está hecho para ella?
Pero incluso en ese caso, estaría equivocado respecto a sus propios
compatriotas, a quienes priva cada día de algunos de sus derechos, por
ejemplo con la suspensión a diestro y siniestro del habeas corpus, con el alien
bill, en virtud del cual -¿quién iba a creerlo?- la esposa extranjera de un
inglés puede ser expulsada de Inglaterra según se le antoje al ministro, con el
espionaje y la delación, difundidos por él hasta el infinito, con los agentes
provocadores, creación infernal que sirve para tener siempre la seguridad de
hallar culpables y multiplicar las víctimas, con una fría violencia, un yugo de
hierro que impone a las dependencias extranjeras. ¿Es ése el ministro de un
gran pueblo libre encargado de imponer el respeto a las naciones extranjeras?
No, se trata de un deseo de los reyes del continente que, a instancias suyas,
modela a sus compatriotas para que sean esclavos. Es el eslabón, el conducto
por el cual se derraman sobre el continente los tesoros de Gran Bretaña y se
importan a Inglaterra todas las doctrinas nocivas llegadas de fuera. Al parecer,
se presenta como el partidario, el socio obsequioso de esa misteriosa Santa
Alianza, alianza universal cuyo sentido u objetivos no soy capaz de adivinar a
partir de todo esto, que no puede representar nada útil ni augurar nada bueno.
¿Va dirigida, tal vez, contra los turcos? Pero entonces los ingleses deberían
oponerse a ella. ¿Servirá, efectivamente, para mantener la paz universal? Pero
esto es una quimera incapaz de engañar a los gabinetes diplomáticos. Las
únicas alianzas que se pueden dar en ella son las de la oposición y los
contrapesos. No hay posibilidad de una alianza entre todos. Entonces, no es
nada. La única manera que tengo de entenderla es viéndola como una alianza
de los reyes contra los pueblos. En tal caso, ¿qué hace Castlereagh metido en
ella? De ser así, ¿no podría, no debería pagarlo caro algún día? En cierta
ocasión tuve a ese lord Castlereagh en mi poder: se hallaba ocupado intrigando
en Châtillon cuando, en uno de nuestros éxitos momentáneos, mis tropas
dejaron atrás el Congreso, que quedó cercado. El primer ministro inglés perdió
su condición pública y quedó fuera del derecho internacional: se dio cuenta de
ello y, al hallarse así entre mis manos, sintió la angustia más espantosa. Mandé
decirle que se tranquilizara, que era libre; no lo hice por él sino por mí, pues lo
cierto es que de él no esperaba nada bueno. Sin embargo, al cabo de un
tiempo, su agradecimiento se manifestó de una manera muy particular: cuando
vio que había elegido la isla de Elba, me hizo proponer Inglaterra como país
de asilo. En aquel momento empleó toda su elocuencia y su sutileza para
impulsarme a hacerlo. Hoy, sin embargo, las ofertas de Castlereagh tienen que
resultarme sospechosas; y no hay duda de que, con su ofrecimiento, meditaba
ya el horrible trato impuesto ahora mismo a mi persona.
Para el pueblo inglés es una gran desgracia que su ministro dirigente haya
ido a negociar personalmente con los soberanos continentales; es una
violación del espíritu de su Constitución. El orgullo inglés sólo ha visto que su
representante acudía para dictar leyes; pero hoy, cuando los acontecimientos le
demuestran, en cambio, que lo único estipulado son inconvenientes, falta de
consideración y pérdidas, los ingleses tienen motivos para arrepentirse.
De hecho, es cierto que lord Castlereagh habría podido obtener cualquier
cosa, pero lo sacrificó todo por ceguera, por incapacidad o por perfidia.
Sentado en el banquete de los reyes, parece haberle ruborizado dictar la paz
como un comerciante y se permitió tratarla como un señor. Venció su orgullo,
y podemos creer que tampoco sus intereses salieron perdiendo. Sólo su país
sufrió por ello, y seguirá sufriendo mucho y por largo tiempo.
La deuda es el gusano que roe a Inglaterra, es la cadena de todos sus
problemas, pues es la que obliga a imponer una fiscalidad tan enorme, unos
impuestos que encarecen los productos de alimentación, de donde deriva la
miseria del pueblo, el elevado precio del trabajo y el de los objetos
manufacturados, que no se presentan ya en los mercados de Europa con la
misma ventaja. Inglaterra debe combatir por tanto, cueste lo que cueste, a ese
monstruo devorador, necesita atacarlo desde todos los frentes a la vez, abatirlo
con medidas tanto negativas como positivas, es decir, mediante la reducción
de sus gastos y el aumento de sus capitales. ¿No puede reducir el interés de su
deuda, los elevados salarios, las prebendas y los gastos de su ejército y
renunciar a éste para limitarse a su armada? En fin, muchas otras cosas más
que desconozco y en las que no me es posible profundizar.
En cuanto al crecimiento de sus capitales, ¿no puede enriquecerse con
todos los bienes eclesiásticos, que son inmensos y que adquiriría mediante una
reforma saludable y por la extinción de sus titulares, cosa que no dañaría a
nadie?
Pero basta con que alguien diga una palabra en ese sentido para que toda la
aristocracia se levante en armas, salga a luchar y triunfe; porque en Inglaterra
es ella la que gobierna; y se gobierna por ella. La aristocracia recurrirá a su
máxima habitual: si se alteran lo más mínimo los fundamentos antiguos, todo
se vendrá abajo, máxima que las masas repiten tontamente, haciendo así que
cualquier reforma se detenga y todo abuso se mantenga, crezca y pulule.
Pero también es cierto que, a pesar de un conjunto de detalles odiosos,
caducos e innobles, la Constitución inglesa presenta, no obstante, el singular
fenómeno de un resultado afortunado y bello, y ese resultado, con todos sus
beneficios, es lo que vincula a la multitud, temerosa de perderlos. Ahora bien,
lo que genera ese resultado, ¿es la naturaleza condenable de los detalles? Al
contrario, lo empaña; y brillaría mucho más si aquella máquina magna y
hermosa se desentendiese de sus ideas parasitarias.
(En Santa Elena)


Volver a la Portada de Logo Paperblog