Y digo que tiene algo de tramposa la propuesta, porque utiliza algunos de los resortes de su antecedente de los 70 para enganchar al aficionado nostálgico. De hecho, intervienen todos los personajes de la serie original sumados a otros nuevos, pero inmersos en un universo de una complejidad más que notable. Seguramente, los nuevos autores de este Mazinger Z, pretendían dotar a su creación de todas las carencias que tenía la criatura perpetrada por Gō Nagai hace unas cuantas décadas. Pero el problema radica en que la historia es un despropósito difícil de seguir, con mezcla de mitología clásica y otros argumentos, pero muy confuso, como si se improvisara en cada fotograma. Si a eso añadimos que el personaje principal, Mazinger, pasa casi a un segundo plano, en algunas ocasiones desaparece literalmente, quedando sus batallas con brutos mecánicos muy fragmentadas y difusas, ya tenemos el desastre absoluto. Se prescinde de lo que realmente impactó a aquellos niños de los 70, lo que provoca un sentimiento de traición hacia el mito original. Que le faltaba sustancia era más que evidente, pero no se puede sustituir una cosa por otra, no se puede cambiar una intriga enrevesada por lo que constituía el alma de la serie, sus míticos combates, los que quedaron en el recuerdo. Es una decepción que nadie haya reparado en ello y que las peleas con Brutus M3, Jinray S1 o Garada K7, hayan quedado sepultadas en el mar de la confusión. Y es una verdadera lástima, porque la animación es digna de mención, mereciendo mejor resultado en su desarrollo argumental. No hay demasiada tensión dramática en los combates, porque son continuamente interrumpidos por molestos flashback, que proliferan por doquier, con tramas y subtramas que se cruzan y un sentido del humor a veces excesivo. Poco importa que su autor, Go Nagai, haya recogido diversas ideas de su universo particular y de otras creaciones, fusionándolas en esta especie de galimatias, porque el hecho primordial es que lo que funcionó era lo suficientemente bueno para haberlo respetado, admitiéndose un enriquecimiento de la idea, pero no un borrado sistemático del esquema. El peso del cambio es un lastre y se hace tremendamente difícil seguir la serie hasta el final, a no ser que te armes de una paciencia infinita.
Y digo que tiene algo de tramposa la propuesta, porque utiliza algunos de los resortes de su antecedente de los 70 para enganchar al aficionado nostálgico. De hecho, intervienen todos los personajes de la serie original sumados a otros nuevos, pero inmersos en un universo de una complejidad más que notable. Seguramente, los nuevos autores de este Mazinger Z, pretendían dotar a su creación de todas las carencias que tenía la criatura perpetrada por Gō Nagai hace unas cuantas décadas. Pero el problema radica en que la historia es un despropósito difícil de seguir, con mezcla de mitología clásica y otros argumentos, pero muy confuso, como si se improvisara en cada fotograma. Si a eso añadimos que el personaje principal, Mazinger, pasa casi a un segundo plano, en algunas ocasiones desaparece literalmente, quedando sus batallas con brutos mecánicos muy fragmentadas y difusas, ya tenemos el desastre absoluto. Se prescinde de lo que realmente impactó a aquellos niños de los 70, lo que provoca un sentimiento de traición hacia el mito original. Que le faltaba sustancia era más que evidente, pero no se puede sustituir una cosa por otra, no se puede cambiar una intriga enrevesada por lo que constituía el alma de la serie, sus míticos combates, los que quedaron en el recuerdo. Es una decepción que nadie haya reparado en ello y que las peleas con Brutus M3, Jinray S1 o Garada K7, hayan quedado sepultadas en el mar de la confusión. Y es una verdadera lástima, porque la animación es digna de mención, mereciendo mejor resultado en su desarrollo argumental. No hay demasiada tensión dramática en los combates, porque son continuamente interrumpidos por molestos flashback, que proliferan por doquier, con tramas y subtramas que se cruzan y un sentido del humor a veces excesivo. Poco importa que su autor, Go Nagai, haya recogido diversas ideas de su universo particular y de otras creaciones, fusionándolas en esta especie de galimatias, porque el hecho primordial es que lo que funcionó era lo suficientemente bueno para haberlo respetado, admitiéndose un enriquecimiento de la idea, pero no un borrado sistemático del esquema. El peso del cambio es un lastre y se hace tremendamente difícil seguir la serie hasta el final, a no ser que te armes de una paciencia infinita.