Me acuerdo de mi primera cabalgata de Reyes. Qué raro me parecía ver al grandioso Rey Melchor con katiuskas. Yo intentaba convencerte de que era un rey falso… Ahora es cuando me doy cuenta que estaba equivocada.
Me acuerdo de los cuadernos Rubio y de “Vacaciones Santillana” (mala señal ésta…).
Me acuerdo de las cinco de la tarde de los viernes. Abandonábamos el internado camino a casa sabiendo que a la llegada nos estaría esperando Espinete, Don Pin Pon y un sabroso bocadillo de nocilla.
Me acuerdo cuando en la escuela lo más importante era aprenderse los ríos y provincias de España. Y no quiero que mis hijos se acuerden que lo más importante en la escuela era aprender a reciclar nuestra basura.
Me acuerdo de recibir aquella cachetada, a pesar de no haberme dolido en exceso. Yo te maldecía y ahora no sabes cuánto te lo agradezco.
Me acuerdo de tus chocolatinas Huesitos y Phoskitos. Mágicamente y en cumplidas dosis las íbamos descubriendo por diferentes lugares de la casa.
Me acuerdo de sentirme desgraciada. De llorar y llorar porque quería saber leer tan bien y tan rápido como tú. Pero es que yo tenía cinco años.
Me acuerdo de los espantosos ladridos de Pelé al recibirnos. Insoportables. Entonces, no comprendía que eran de alegría.
Me acuerdo de cuando los curas nos mentían. Yo pensaba que eso no cambiaría,… y no ha cambiado.
Me acuerdo, sí,… me acuerdo también de tu sufrimiento. Un sufrimiento que nos dolía a todos. Y me acuerdo que es de eso de lo que no quiero acordarme.