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Duermes. A mi lado. Tus ojos siguen sonriendo a pesar de estar dormida. Nada enturbia tu espacio, y tu cuerpo ha jugado con la sábana, haciendo que asomen ciertas curvas de tu cuerpo. Pienso que me ahorro un tiempazo en sueños mientras te observo dormida. Bajo la atenta mirada de la luz de la mesilla, te apareces como un viejo tesoro de cuento de piratas. Pareces nueva, primera, recién vista. Dispuesta para que el más aventurero de mis dedos inicie viajes en busca de las joyas que insinuas. Me gustaría ser tan leve como el aire, y poder recorrerte sin que despertaras. Miro tus ojos cerrados y se que detrás sonries. Quizás sueñes conmigo, quizás no, pero sonries, seguro. Y yo. Como apoyado en una esquina viendo a niños jugando a conquistar el mundo, como leyendo poemas de memoria en papeles arrugados. Alguien mintió cuando dijo que la muerte se parece al sueño, porque tu estás dormida y más viva que nunca. Casi te puedo sentir en mis dedos, en mis labios, en el sabor de mi boca, como si te acabara de besar. Y tan sólo te miro. No hablas, pero me dices porqué estamos situados exactamente donde estamos. En una cama al otro lado del mundo de los que no sonrien. Quiero entrar en tus sueños, como Fredy, pero sin tijeras.Y jugar contigo al juego que estás soñando, y reirnos del tiempo, y comer cordero con las manos, y contarnos chistes sin gracia frente a frente. Te miro y sueño, y me siento vivo. Y te pareces al hecho de respirar, a una mañana de domingo, a un café bien puesto con dos porras, a comprar un helado en agosto y tomarlo a la sombra, a que todo fuera verdad y las mentiras no tuvieran tantos padres.
Y tus ojos sonriendo a pesar de estar cerrados. Quizás mañana me cuentes que has soñado… conmigo. Lo que te digo, un tiempazo en sueños.
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