Un país que tolera esto no tiene ninguna clase de perdón ni siquiera el de ese Dios supermisericordioso al que adoran los legionarios de Cristo Rey, comunidad a la que pertenece Ana Botella, la tipa que ha decidido que echen a esta pobre gente a la calle. Hay que ser el más absoluto de los desalmados para no sólo colaborar decisivamente en expulsar de su casa, porque, según la Constitución de Fraga, el hogar del que los acaban de expulsar es su casa no sólo porque la han estado pagando muchos años sino porque, además, la canallesca Constitución dice que todos los españoles tenemos derecho a una vivienda digna sino para, además, reírse por lo que están haciendo. ¿Es así como los canallescos cipayos, cuya semejanza con las SS alemanas cada día es mayor, protegen a sus hermanos del pueblo del que forman parte? ¿Cuál va a ser ahora la vivienda digna de esta pobre gente, la puta calle? Pero ¿qué está pasando aquí, coño, que los banqueros cada día ganan más y más y a los que ellos esquilman con sus hipotecas, se les persigue a muerte? ¿Y esta asquerosa sociedad se denomina a sí misma cristiana, y la parábola de Cristo expulsando a los mercaderes del templo?Por eso no me canso de escribir que ya no creo realmente en nada: ni en las altas autoridades de la nación, en ese Rey que no se cansa de operarse aferrándose al trono y no dice una sola palabra contra esto, ni en los jueces, que deberían servir a la justicia y que cursan estas órdenes de desahucio, ni mucho menos aún en estos esbirros sedientos de sangre que sufren auténticos orgasmos machacando a la pobre y hermosa gente, pero tampoco creo en mí ni en ti, que toleramos todo esto impasiblemente, si yo tuviera los cojones que se me suponen iría cada día a las sedes de los juzgados y acompañaría a la comisión judicial cuando sale a los desahucios para dejarme la piel luchando contra estos sonrientes desalmados.Lo repito una y mil veces, en un país como éste, la única solución digna que nos queda es el suicidio y esto ya lo pensaba yo ya hace 60 años cuando mi obra El suicida fue finalista del premio Carlos Arniches del Ayuntamiento de Alicante.