Nuevamente llegan las carnestolendas. Es el momento de sacar los disfraces del ropero, peinar las pelucas y pedirle prestado a tus familiares femeninas, en el caso de los hombres, medias y pinturas. Y es que en unas fiestas como éstas son muchas las alternativas para pasar desapercibido o todo lo contrario, para llamar mucho la atención. Y si hay algo que le gusta a un hombre, diga lo que diga, es disfrazarse de mujer. Más adelante haré un estudio sociológico para dar más detalles de esta rara preferencia.
En lo que respecta a este año, la tónica predominante será la de repetir disfraz puesto que con esto de la crisis muchos son los que consideran que la opción más lógica y si me apuran a decirlo, necesaria, será la de volver a ser un año más: troglodita, policía, ladrón o incluso disfrazarse. En esta ocasión, serán pocos los ciudadanos de a pie los que puedan realizar un gasto como el que conlleva formar parte de una carroza de la cabalgata principal y el disfraz a juego que esta exige. En algunos casos, me han llegado a comentar que el coste que alcanza formar parte de esta actividad supone pagar casi 200 euros. ¡Doscientos euros! Y lo repito para darle más dramatismo.
Pero sea como fuere, el que se lo quiere pasar bien lo consigue y sin gastar mucho. Además, estas son unas fiestas para reírte y disfrutar. Porque vamos a ver, ¿quién se lo pasa mejor? ¿El que lleva una sábana vieja enrollada al cuerpo y una peluca de “Maricastaña”? ¿O el que se ha comprado un disfraz de 150€ del Super-Héroe de turno y está más pendiente de que no se lo quemen con un cigarro o que le tiren una copa encima, a pasárselo bien? Esa es la idea, disfrutar sin pensar que mañana cuando nos quitemos el disfraz esos pequeños problemas que tenemos seguirán ahí, pero no nos dolerán tanto.
Pero hay otras formas de pasarlo bien y encima ganar dinero en carnavales. Yo una vez me disfracé de máquina tragaperras, y no saben la de monedas de 100 pesetas que conseguí. Les hablo en pesetas porque en aquella época el juego en la calle no era ilegal. Cada vez que alguien tiraba de la palanca, fuera cual fuera la combinación resultante, obtenía premio, puesto que si te salía un limón, un plátano y una naranja, esa era tu premio, tres frutas. Eso pensé yo la primera vez que vi una máquina tragaperras, no entendía porque al señor que jugaba le salían monedas en vez de frutas.
Así que está claro que en carnavales lo que tenemos que hacer es gastar poco y divertirnos mucho. Ah, sobre la idiosincrasia de los hombres de vestirse de mujeres en estas fiestas, la lógica es aplastante. Esta no atiende a causas de desviaciones morales o físicas o un sentimiento oculto de sentirse mujer aprovechando los bailes de máscaras. La razón está clara y es para no gastar dinero. ¿O es que hay algo más barato qué el que te preste la ropa una amiga, hermana, tía o madre? Así es, porque si eliges la opción de comprar ropa para carnavales, has elegido la “más…carita”.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…