Revista Educación

“Me da miedo que pronto no pueda decir que soy periodista”

Por Siempreenmedio @Siempreblog


Tenía 15 años cuando una noche vi en un programa de televisión a un adolescente de mi edad que respondía las preguntas que le hacía la entrevistadora sobre la investigación, posteriormente convertida en libro, que este teenager había emprendido por su cuenta y riesgo sobre un personaje canario del siglo XX: El Corredera, opositor al régimen franquista, muerto mediante el método del garrote vil. La historia que contaba aquel chico, Gustavo Socorro, me cautivó -es posible que la edad fuera propicia para ello- y me fui a la cama diciendo que quería ser periodista, que quería contar historias.

Pasaron los años y estudié Periodismo. Otros tantos años después empecé a trabajar, a entender que muchas de las cosas que había estudiado no servían de nada si no las ponía en práctica, que realmente la profesión, más bien los cimientos del día a día, se aprendía en la calle y en la redacción, conociendo, viendo, hablando, preguntando, leyendo, comparando… Pero muchas de las bases, las normas, las patas sobre las que pivota esta profesión las había aprendido en la facultad. Otras no, otras las conocí mientras ejercía cada día mi oficio, mientras acudía a cada rueda de prensa, mientras preparaba cada entrevista, cada reportaje, mientras hacía mil llamadas para, al final, no tener nada, o tener algo destacable.

Algún tiempo después sigo diciendo con orgullo que soy periodista en medio de una vorágine de críticas que procede de todos lados: de quienes se dedican a lo mismo que yo; de quienes van dando lecciones de periodismo, porque el periodismo parece que es patrimonio de todo aquel que medianamente sepa escribir -y de quien no sepa, también-; de quienes hacen del periodismo la diana perfecta para tirar a dar, porque el periodismo, más bien los periodistas, también erramos a diario; de quienes querrían ser periodistas y hoy trabajan en lo que pueden para ganarse la vida porque, como dice Nacho, el protagonista de este corto, como periodista ni siquiera puede pagar el alquiler.

Mi historia no es exactamente la misma que cuenta El periodista & El camarero, de Charlie Nelson Moreno, pero hay algo que sí compartimos: “Me da miedo que pronto no pueda decir que soy periodista”, pero no claudico, al menos por ahora.

La cantidad de profesionales en el mundo es inversamente proporcional a las posibilidades de trabajar dignamente como uno de ellos. Cientos de veces oímos eso que nos hace seguir adelante, mantenemos la esperanza de poder hacer algún día lo que queremos y lo que sabemos que podemos hacer bien. Lo cierto es que más allá de una preparación profesional, el mundo no siempre te recibirá con los brazos abiertos, y luchar por tus sueños requiere de mucho más que fuerza de voluntad. Nacho es el vivo ejemplo de ello. (Charlie Nelson Moreno)

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