A lo largo de la historia del planeta han ocurrido cinco grandes eventos de extinción masiva, que han puesto en jaque la vida en la Tierra. Tras estos críticos momentos, la vida ha conseguido recuperarse lentamente y nuevas especies se han abierto camino. No en vano, los dinosaurios aparecieron tras uno de los eventos conocido como el mayor evento de extinción, ocurrido hace 250 millones de años (Pérmico-Triásico).
La primera de las grandes extinciones ocurridas en la historia de la tierra fue la que se conoce como la segunda de las extinciones más devastadoras de la historia de la vida marina, fue la ocurrida a finales del Ordovícico, Ordovícico-Silúrico, hace 440 millones de años. En el Ordovícico se produjo una importante expansión de la vida en el mar, que fue aniquilada tras esta extinción. Fue en el ordovícico, cuando los primeros artrópodos, los trilobites, uno de los grupos de animales fósiles más conocidos, alcanzaron su máxima diversidad. Una bajada y subida del nivel del mar, provocada por el inicio y final de una larga época de glaciación parece que es la hipótesis más aceptada que explica el motivo de esta primera gran extinción.
La segunda de las grandes extinciones fue la ocurrida a Finales del Devónico, hace 360 millones de años. El Devónico es conocido como la Edad de los Peces, debido precisamente al gran numero de especies que surgieron en los mares, echo que no facilitó su supervivencia tras esta extinción. Esta extinción coincidió con el momento en que habitantes marinos empezaban una nueva vida fuera del agua, dando lugar a la aparición de los primeros vertebrados. Al adaptarse al medio terrestre lograron escapar de lo que estaba ocurriendo dentro del agua. Una de las causas de esta extinción hace referencia a la expansión de las plantas terrestres, que hicieron disminuir el dióxido de carbono atmosférico desencadenando una época de glaciación.
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La tercera, conocida como “La gran mortandad” por ser la mayor de las cinco grandes extinciones, ocurrió en el límite Pérmico-Triásico, hace 250 millones de años. Aproximadamente el 96% de las especies marinas y el 70% de los vertebrados terrestres desaparecieron. Los arrecifes no reaparecen hasta 10 millones de años después, lo que supuso el mayor paréntesis, en cuanto a la proliferación de nuevos arrecifes, en toda la historia del planeta. La vida desapareció de forma brusca a escala del tiempo geológico. En aquella época la vida en la Tierra ya se encontraba en declive debido a una intensa actividad volcánica. La lava que salió del interior de la Tierra llegó a cubrir 7 millones de kilómetros cuadrados, solidificando en forma de escaleras. Por la forma y el lugar donde se han encontrado se les llama Escaleras Siberianas (Siberian Traps).
Escalera Siberiana
Sin embargo esta gran erupción por sí sola no es capaz de explicar semejante nivel de mortandad. En 2001 se publicaron los resultados de una investigación encabezada por Luann Becker, profesora asociada de Ciencias de la Tierra y el Espacio de la Universidad de Washington. En el límite estratigráfico Pérmico-Triásico habían encontrado unas moléculas llamadas “Fulerenos“, con una inusual relación isotópica de atómos de Helio y Argón en su interior. El Fulereno es una de las formas alotrópicas del Carbono (las otras dos son el Diamante y el Grafito), cuya estructura nos recuerda a un balón de futbol.
Fulereno
Este descubrimiento hizo suponer que un impacto meteorítico, similar o superior al que acabó con la vida de los dinosaurios, tuvo también mucho que ver en esta extinción masiva. Estas teoría se apoya también en las moléculas que se habían encontrado anteriormente en rocas asociadas a impactos extraterrestres, concretamente en las del límite K-T (cráter de Chicxulub) y en el cráter de Sudbury (Canadá). En cualquier caso, existen otros modelos que tratan de explicar qué fue lo que pudo suceder en tan poco tiempo y que fue tan demoledor. Hay teorías que mantienen que fue una sucesión de acontecimientos lo que desencadenó ese trágico final. Un evento aislado pudo activar mecanismos mucho más devastadores que fueron capaces de aniquilar casi todas las formas de vida que había entonces en nuestro planeta.
La cuarta, a finales del Triásico, límite Triásico-Jurásico , hace 200 millones de años que se llevó por delante el 50% de la vida de invertebrados marinos y el 80% de los cuadrúpedos terrestres. La acidificación de los océanos, debido al aumento de dióxido de carbono en la atmósfera liberado por erupciones volcánicas masivas, parece que fue el motivo de esta extinción.
La quinta, fue la ya popular extinción que acabó con la vida de los dinosaurios, hace 65 millones de años, ocurrido en el límite Cretácico-Terciario (límite K-T). Esta extinción acabo con alrededor del 50% de las especies, entre ellos los dinosaurios, los reptiles voladores (Pterosaurios), la mayor parte de reptiles acuáticos, los Belemnites y los Amonites. Los pequeños mamíferos, que entonces representaban un número muy pequeño, consiguieron sobrevivir debido a su reducido tamaño y características.
Tras esta última extinción masiva, los mamíferos consiguieron evolucionar ocupando los nichos que había dejado los dinosaurios. No es que me alegre de que estos grandes saurios desparecieran, pero de no ser por eso, probablemente nosotros no habríamos formado parte de la historia de los seres vivos del planeta Tierra. Los pocos mamíferos que convivieron con los dinosaurios no tenían más remedio que adaptarse al espacio y alimento que dejaban los dinosaurios, desplazándose tímida y sigilosamente entre ellos para evitar ser el aperitivo de estos gigantes.
Y tras estos cinco grandes eventos de extinción, hay quien opina que actualmente nos encontramos ante la sexta extinción masiva. Hemos rebasado varios de los límites naturales del planeta, provocando el comienzo de distintos procesos que se han puesto en marcha, y que no podemos parar. Lo más doloroso es que el propio ser humano es quien ha iniciado este proceso, y una vez que se inicia no hay nada que pueda frenarlo, aunque si podemos intentarlo. Como decía anteriormente, un simple acontecimiento puede activar otros mecanismos mucho más devastadores. Resulta paradójico que el ser vivo más inteligente que ha pisado la superficie del planeta, sea el único capaz de contribuir a su propia extinción. El echo de que el ser humano haya tenido la oportunidad y capacidad de observar otros ejemplos en el registro fósil, lo hace aún más lamentable. Hay quien se interesa en estudiar lo que sucedió en el pasado para aprender de lo sucedido, y hay quien se empeña en mirar hacia otro lado porque no le interesa “aprender” del pasado, ni tampoco mirar hacia el futuro para comprender lo que nos espera. La Tierra no da segundas oportunidades, esa una de las conclusiones a las que yo he llegado después de conocer lo que ha ocurrido en el pasado. Como en otras ocasiones habrá seres vivos que logren sobrevivir y evolucionar, quizá ellos sí sean capaces de aprender del pasado. Ojalá no lleguen nunca a cometer los mismos errores que cometió una especie que vivió en la Tierra en el pasado a la que bautizaron como “Homo Sapiens”. Esperen…. Homo Sapiens?, somos verdaderamente “sabios”?
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