Me gusta la nueva parkerización de los vinos españoles

Por Jose Diego Ortega. Marevinum

¿Vuelven las aguas a su cauce? Los gurús imprimen un giro a la tendencia.                 Soplan nuevos vientos para la viticultura española. Al parecer el huracán Parker ha amainado o más bien ha cambiado de dirección y se le está inyectando algo de lógica y cordura al concepto del vino, visto como elemento de expresión de un territorio y una idiosincrasia concreta y localizada.                   Me alegra ver como los buscadores de puntos vuelven la vista atrás en el tiempo y recuperan esos viejos conceptos que un día hicieron grandes a los vinos de su zona. Hoy se fomenta la presencia y por ende la inclusión en sus vinos de variedades autóctonas, mientras se rebaja en parte la graduación alcohólica y se les libera de esa sobrecarga extractiva y tánica que llegaba a convertirlos en verdaderos polvorines, tan sólo comprensibles para ciertos entendidos que fuesen capaces de desactivarlos sin que les estallasen en plena boca. Esto último se perdona, porque para gustos están los colores, pero lo imperdonable ha sido la estandarización mundial del vino con el consiguiente abandono de ciertas variedades y estilos vinícolas que serán difícilmente recuperables.                              Desde aquí me adhiero al cambio de tendencia y agradezco la labor de aquellos viticultores que han mantenido sus creencias y sus vinos bien apegados a su tierra y los han protegido de vientos y gurús, aún a costa de sufrir verdaderos varapalos en ciertas guías un año sí y otro también. Es admirable como calladamente han mimado y salvaguardado las castas de sus abuelos, a veces de forma verdaderamente quijotesca. Tras innovar, invertir e investigar (I+I+I), han llegado a la conclusión de que el terruño y sus raíces culturales pueden más que las modas pasajeras, pero sin llegar a caer en las posturas radicales y ultra ortodoxas de otros, que a mi parecer se han pasado de frenada. Como casi siempre en el medio está la virtud y quien haya sabido sacar ciertas conclusiones positivas de la pasada época y sepa reconducirlas al “nuevo” concepto vinícola, tendrá un buen futuro en estos tiempos inciertos.

   Sirvan de paso estas líneas como homenaje y reconocimiento a la abnegada labor de personas como Toni Sarrió, Pepe Mendoza, Pablo Calatayud o Rafa Bernabé,  haciéndolo también extensivo a todos aquellos que al igual que éstos, consiguen emocionarme cuando pongo una obra suya en mis labios.