Me gusta verlos marchar

Publicado el 21 marzo 2011 por ArÍstides


ALGUNAS PERSONAS SÓLO GUIÑAN EL OJO PARA APUNTAR MEJOR de B. Wilder

Todos los años nos envían a la empresa en que trabajo a algún joven para realizar prácticas. Al principio me esforcé por transmitirles los conocimientos ligados a la profesión. Era raro el día en que no les explicara algo del oficio o extraña la semana en la que no les atiborrara de fotocopias o con fuentes de documentación. Hasta que me convencí de que lo mejor para ellos era dejarlos hacer lo que saben o aprender lo que quieran. Se acabó el rollo de organización, procesos, estructuras, materiales y demás zarandajas. Ya preguntarán si quieren o sino la vida misma se lo enseñará, pensé.

Desde entonces me dedico a hacerles notar las difencias sobre lo que se desea y lo que realmente se necesita. Les invito a no agobiarse y a que tengan presente siempre a los compañeros. Les recuerdo que cuando ejerzan su profesión tendrán el riesgo de colocarse por encima de ellos, en cuya caso serán odiados; pero que si se sitúan por debajo, serán igualmente despreciados. Y que ahí tendrán un problema a resolver. Se supone que vienen aprender un oficio pero hace tiempo que decidí que tan importante como éste es el resolver los conflictos y que para esto no hay mejor arma que la de los sentimientos. Les explico lo importante que es expresarlos y lo poderoso que puede ser saberlos utilizar. Además, les recuerdo, que no son discutibles.

Rara es la vez que no se lleven un sobresaliente por sus prácticas, aunque intuyo, que sus tutores ya se encargan de enviar a los mejores. Les suelo decir que se esfuercen en no criticar lo que no saben hacer, que den las gracias siempre y que se fijen como objetivo personal no mandar hacer algo que ellos antes no hayan hecho. En la práctica es una invitación a la humildad y a mancharse en la arena. Suelen llegar bien formados pero inexpertos como corresponde a su edad. Les veo con interés y buscando un futuro que a mi no me supone esfuerzo, pero quiero que sepan que el tiempo me enseñó que el respeto se gana con la honradez, el lenguaje sencillo y siendo ejemplo para los demás.

Me gusta verlos marcharse. Alguno camino de un Erasmus y a otros muchos de un futuro laboral incierto. Y confío en encontrármelos, como buenos profesionales, sabiendo ejercer lo que aprendieron en los libros pero no olvidando que lo esencial está detrás de muchas tonterías, que las relaciones personales no se pueden dar por supuestas o que el valor añadido en sus empresas lo proporcionan las personas. Porque es importante que nunca dejen de formarse en el ámbito de sus competencias, cuando se van, les recuerdo que lo único que no les pueden robar son sus conocimientos y la honestidad con que emprendan sus labores.

Recuerdo bien a un joven engreido que llegó a la oficina dispuesto a poner a las cosas en su sitio, en el suyo. Tenía muy claro que un negocio es para hacer dinero y ha ello venía creyéndome aliado. Por su puesto, le dije. “Pero sólo con las máquinas no haríamos nada. Precisamos de las personas y comienza por facilitar a las mujeres con hijos todo lo que necesiten. No seas timorato ahí. Concédelas los permisos que necesiten para ello y al resto de los trabajadores dales las licencias que soliciten. Las primeras serán unas aliadas incondicionales durante el resto de su vida y a los segundos, te aseguro que un día de caza o de partido consentido reporta beneficios en el ambiente de trabajo”. No se si entendió nada pero le pusimos un sobresaliente. Él y su conciencia sabrán si merecido.