Me hizo cornudo
Luego de haber hecho el amor con amor, dormimos y al siguiente día yo me levanté más temprano como de costumbre. Observé a Estefanía dormir durante unos minutos y luego cobré la voluntad suficiente para levantarme de la cama e ir a hacerme mi desayuno.
Veía noticias en redes sociales sin prestarles mucha atención, en mi puesto del comedor, con mis pantuflas, mi pantaloncillo corto, mi franelilla de baloncesto un abrigo que poco cubría mis brazos. Estuve sentado allí durante una hora aproximadamente, cuando para mí sorpresa aparece Estefanía. Me encanta verla así, con mi franela holgada, en bragas y chanclas. Cuando la Vi entrar al comedor, le dediqué una sonrisa cálida y los buenos días y ella lo ignoró por completo. Se sirvió el resto de café que yo había dejado y se sentó frente a mi en su puesto del comedor.
Me hizo sentir confundido que no respondiera a mis buenos días.
— ¿Pasa algo? Pregunté
– Nada, mi vida. Respondió sin mirarme, concentrada en algo ajeno a mí pregunta.
Me levanté del comedor, lavé mi plato y la taza de café que había utilizado y fui a recostarme un momento y despejar mi mente leyendo un poco.
Al cabo de cuarenta minutos, Estefanía se acercó a mí y se acostó a mi lado en la cama. La miré de manera periférica, me perdí en el libro que leía pero aún así seguía fingiendo que la ignoraba y que seguía en el libro. Estefanía arbitrariamente me arrebató el libro de las manos, lo cerró y me dijo:
— ¿Quieres que te diga que pasa?
Respondí que sí con un gesto silencioso.
— Nunca hablamos acerca de lo que ocurrió la semana pasada. Dijo Estefanía
– …
— Estuve con otro, Daniel.
Una sensación de incertidumbre recorrió mi ser, no sabía cómo reaccionar ante esa confesión.
— Y me encantó. Añadió
Mi mirada recorrió lentamente un camino que va desde sus labios hasta sus ojos y solté un suspiro que Estefanía conoce. Estaba comenzando a excitarme.
La mano izquierda de Estefanía se dirigió hacia mi pene, lo acarició un poco y sorprendida me dijo:
— ¡Lo tienes duro! ¡Estás excitado!
Yo estaba confundido, excitado y apenado. No sabía que responder. Miraba a Estefanía en silencio y dejaba que ella continuara con su confesión.
Estefanía se acomodó a mi lado y comenzó a acariciar mi pene con más intención, mientras decía:
— Estaba un poquito borracha…
Miré su hermoso rostro de culpa y acaricié su mejilla izquierda con ternura, dándole de esa manera permiso de continuar con su explicación.
— Estábamos en su casa porque era tarde para agarrar taxi, era el cumpleaños de Mariana, que vive a dos casas de él. Me pude haber quedado en casa de Mariana pero ya se estaban quedando como cuatro personas…
– Y ¿Que pasó? Pregunté tranquilamente, con la intención de que se saltara las justificaciones.
— Me llevó a una habitación extra y me dijo «Tú vas a dormir aquí». Yo sólo tenía la intención de acostarme y regresar a casa al día siguiente. Respondió Estefanía.
Deslicé mi pantaloncillo hasta colocarlo por debajo de mis nalgas de manera tal de que mi pene pudiera respirar entre tanta tensión. Estefanía lo agarró y comenzó a masturbarme lentamente y decía:
— Le dije que se quedara a dormir junto a mi. Él no respondió, sólo asintió a mí petición, se sacó la franela que llevaba puesta y se acostó a mi lado.
Yo seguía mirando a Estefanía con una confusión que no lograba solucionar y le hice un gesto que indicaba que quería que continuara la historia.
— Sentí su mano acariciar mi muslo con mucha sutileza. En primera instancia no le preste atención pero permití que lo hiciera y creo que eso dió paso a que él subiera de nivel. ¡Apretó mi nalga con propiedad, haciéndome suya! Mi amor, eso hizo que me excitara mucho, no sé, se sentía rico.
Yo comencé a acariciar sus senos mientras dejaba que ella fuera confesando todo.
— No reaccioné. Sólo estaba allí acostada esperando a ver qué más me hacía. Él retiró su mano de mi cuerpo y yo tomé su mano y la volví a poner sobre mi nalga y el volvió a hacerme suya con un dominante apretón.
Suspiré, miré a Estefanía con enfado pero no dejaba de excitarme su relato, sujeté su cara e introduje mi pulgar en su boca, mordí sus labios y musité a su oído:
— Continúa…
— Sentí su pene asomarse y comenzó a darme pequeños golpes con su glande. Se sentía duro, mi vida. Él estaba tan excitado como yo.
Estefanía seguía masturbándome mientras relataba lo sucedido.
— Incliné un poco la rodilla hacia arriba de manera tal de abrir un espacio de para que su pene pudiera rozar mi vagina, él con el dedo índice de su mano derecha, poco a poco deslizó mis bragas hasta mis pantorrillas y…
La interrumpí:
— ¿Cuáles bragas tenías?
– Tenía el tanga transparente color beige que compré el mes pasado.
Comencé a recordarla con aquello puesto. Estefanía es mi ícono de la sensualidad, cuando me dijo eso e imaginé toda la escena, fue inevitable que la excitación brotara de mi cuerpo así que …
— ¡Eres una zorra! Le dije al mismo tiempo que mi palma golpeaba su nalga.
— ¡Ah! Estefanía emitió un efímero gemido
– Y a ti te gusta que sea así. Afirmó.
— A mí me encanta que seas así, reafirmé, con mi corazón latiendo millón y mi gesto de excitación que tanto le gusta a Estefanía.
— ¿Sigo contando? Preguntó
— Sigue. Respondí
— Con mis bragas yaciendo en mis pantorrillas, él comenzó a tocarme. Estaba empapada, mi amor. Cuando me tocaba yo ya estaba entregada por completo a él, húmeda y borracha.
No sé porqué, pero el hecho de que haya estado borracha hace todo más caliente para mí.
— ¿Estabas muy borracha? Pregunté
— No tanto, pero si estaba algo entonada.
— ¡Que rico! Dije demostrando descontrol.
…
— Yo también comencé a tocarlo a él y sentí un grueso tronco con una dureza rígida. Se veía que de verdad tenía ganas, tú me conoces mi amor. Sabes cómo disfruto excitar a un hombre.
Cada vez que Estefanía me llamaba «mi amor» mientras me contaba como alguien más la cogía, mi corazón parecía querer salir de mi pecho.
— Me saqué la blusa y le dije que me cogiera. Él seguía detrás de mí. Tomé su mano y la coloqué encima de mi seno mientras el comenzaba a penetrarme.
En ese momento, aparté la mano de Estefanía de mi pene y lo agarré con mi propia mano, comencé a masturbarme por mi cuenta y le dije:
— Sigue.
…
— Me hacía gemir mucho, además sentía su cálida voz en mi oído emitiendo esos gemidos masculinos que sabes que me enloquecen. Y me decía cuan excitado estaba.
Subí la velocidad y comencé a masturbarme con más ganas.
— Luego de un buen rato así, me saqué por completo las bragas y me puse en cuatro para él. Me embistió de una manera tan salvaje que no podía siquiera pensar, mi cuerpo en ese momento sólo tenía la capacidad de sentir placer. Mis senos se columpiaban hacia adelante y hacia atrás mientras sus manos sujetaban mi cadera con ímpetu y yo le decía que sí, que así, que me lo estaba haciendo riquísimo.
Mientras yo seguía masturbándome con mi mano derecha, utilicé la izquierda para ahorcar a Estefanía, me acerqué a su oído y la insulté nuevamente.
— ¡Eres una perra!
En realidad esto no era un insulto. Viniendo de mi era un cumplido, ya que ella sabe cuánto me gusta que sea así. Aunque esta vez lo había llevado a otro nivel.
— ¡Ay!… Estefanía emitió nuevamente un gemido fugaz.
…
— ¡Sigue! Ordené a Estefanía un tanto desesperado.
— Después de eso me acosté y él estuvo encima de mi penetrándome hasta que se vino en mi cara. Dejó restos de su semen en mi cuello, cerca de mi boca, en mi pecho y en mis mejillas. Me dejó cubierta de esperma como a ti te gusta. Porque te gusta ¿Verdad? ¿Verme empapadita de semen?
En ese momento deposité mi caliente esperma sobre las nalgas de Estefanía y mientras eyaculaba, con algo de enfadó le decía:
— ¡Sí! Me gusta. Verte. Cubierta. De semen. Perra. Mientras eyaculaba le daba pequeños martillazos con mi glande en sus nalgas.
Luego de que ese espíritu cornudo se saliera de mi a través de mi eyaculación, caí tendido en la cama al lado de mi mujer y la miré con cara de que no entendía qué carajo había pasado.
Ella soltó una pequeña risa de esas que haces en un momento incómodo y muy descaradamente me preguntó:
— ¿Me perdonas?
Respondí con un beso en su boca.
…
— ¡Límpiame! Ordenó Estefanía.
Me levanté a buscar algo de papel higiénico y sumisamente removí mi esperma de sus nalgas.
Luego de esto, la tensión había desaparecido y Estefanía y yo pasamos a tener una relación más confidente de la que tuvimos jamás.
Fin.