Pero bien nos vale esta foto de El País, que corresponde a otra actuación, para juzgar si es necesario ponerse de esta guisa para cantar. La gente en general (inclúyanse los millones de asistentes a las fiestas populares) y los artistas en particular parecen tener muy poco aprecio por su integridad física. Estos últimos, además, parecen tener muy escasa confianza en sus respectivos talentos cuando creen necesario complementar con un espectáculo de circo la exhibición de su arte o habilidad.
Esta gente se merecía la amenaza que nos hacían nuestras madres de pequeños, cuando hacíamos alguna tontería: “Como te caigas, encima te doy una torta, por tonta”.