Una de las muchas cosas que me enseñó el fatídico 2020 es la necesidad de ser menos individualista. Por eso, a la hora de redactar mi carta para los Reyes Magos he decidido dejar de mirar solo por mi propio interés y pensar más en lo colectivo, excluyendo de mi lista lo material y llenándola de regalos y buenos deseos para todos con la intención de conseguir un mundo mejor.
Así, en vez de smartphones de primeras marcas y tecnología de última generación, pido una remesa de teléfonos realmente inteligentes que bloqueen las conversaciones tontas.
Teniendo en cuenta las lenguas largas de la gente cortita de mollera, pido también oídos sordos para los chismes que se propagan de boca en boca y provocan irrespetuosas sonrisas de oreja a oreja.
Ahora que se ha demostrado que la industria farmacéutica es capaz de conseguir importantes avances en muy poco tiempo, no estaría nada mal que sus Majestades de Oriente hagan convenio con los principales laboratorios del planeta y esta noche mágica distribuyan a mansalva una eficaz vacuna para que la gente que no se aclara deje de tener oscuros pensamientos, un jarabe para que recobren la cordura los que ya de nada y de nadie se acuerdan o una medicina para rehabilitar a las personas sin sentimientos que viven anclados en el resentimiento.
En esta línea de remedios farmacológicos incluyo inyecciones que inoculen amplitud de miras para los que están ciegos de ira, una fórmula magistral que acabe con la manga ancha para los grupúsculos de mente estrecha y, como medida preventiva, celeridad en la elaboración de los cuadros clínicos para diagnosticar y atajar a tiempo a los círculos viciosos.
Todo esto me lo pido, pero como soy un niño bueno, también deseo multitud de días hábiles para hombres y mujeres rematadamente torpes, instrucciones con claridad meridiana para lelos, que se les ponga los puntos sobre las íes a los que se pasan de la raya y que se establezca un cerco sobre los que siempre prefieren un mano a mano en lugar de trabajar codo con codo.
Por último, quiero que éste sea un año cargado de macroproyectos para microempresas, en el que disfrutemos al máximo de lo más mínimo, en el que lo que hagan o digan unos pocos no nos afecte a todos, pero, queridos Reyes Magos, lo que más ansío para este 2021 es que, aprendamos de todo lo malo que hemos pasado y nos replanteemos el sentido de la vida para dejar de sufrir grandes disgustos por pequeñas menudencias.