De esas veces en que una película sorprende. De esas en las que uno cree que está gastándose los reales en una peli súper comercial y resulta que no. Esta fue una de esas veces en que creí una cosa y vi otra. Y lo que vi fue mejor. Esta fue la vez en que fui a ver Killing Them Softly. Escrita y dirigida por Andrew Dominik basada en la novela Cogan's Trade de George V. Higgins y protagonizada por Brad Pitt, parecía una entrega comercial de calidad. Es más que eso.
Es una propuesta en donde un buen guión y una edición impecables juegan sus papeles a la perfección para crear esta pieza que obliga al expectador a agarrarse de la película mientras ella corre a 130 km por hora.
La película abre y la presentación es de lujo. Sencillo: créditos, corte, personaje, corte, crédito, corte y así. Pero con cada corte hay un corte de sonido, brusco, volado, exquisito. Experimental.
Todo comienza con tres hombres y su plan para robar a la mafia cubriéndose en un antiguo robo interno (el plan implica que los mafiosos sospecharán del mismo perpetrador de la vez pasada). Llevan a cabo su plan, todo sale perfecto. Es cierto, todos sospechan del mismo tipo, pero luego actúan y averiguan y ya no todo sale tan bien. Brad Pitt debe investigar la situación y deshacerse de él o los responsables. A partir de este momento las cosas se complican un poco más y comienza lo bueno (que no contaré para no arruinar la historia).
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