Me olvidé de llorar

Publicado el 05 octubre 2024 por Teremolla

   A lo largo de mi infancia y de mi juventud fui siempre muy muy llorona. Nunca me importó una buena llantina que me permitía desahogarme y quedarme como nueva. Lo consideraba muy sanador, era como que me limpiaba el alma.

   Hará unos 30 años estaba un día en el trabajo, entonces trabajaba como sindicalista en CCOO, y tenía una pareja bastante mayor que yo. En aquellos momentos el sindicato todavía estaba muy masculinizado y apenas había, al menos en mi comarca, mujeres sindicalistas.

Recuerdo que un día me llevé un buen disgusto y comencé a llorar. Mi pareja entró al despacho que yo ocupaba y me “recordó” que, si mis compañeros sindicalistas me veían llorar, nunca me tomarían en serio. Y lo que fue peor, él tampoco.

Aquellas palabras fueron traumáticas y poco a poco me fui olvidando de llorar. Ahora existe un bloqueo emocional que me impide llorar y esa emoción se convierte en ansiedad y, a su vez, en nauseas. Es duro cuando llegan porque durante horas permanecen y atacan con furia. Y no puedes hacer nada más que tomar un medicamento para amainarlas.

Esta semana pasada tuve un día de esos y no pude ir a trabajar. Al día siguiente llamé a Pilar, una maravillosa compañera del departamento de personal y estuvimos hablando un poco sobre la ansiedad y sus consecuencias y me preguntó precisamente por eso, por qué motivo no podía darme una buena llantina y sacarlo todo en lugar de dar paso a la ansiedad. Solo le dije que no podía llorar.

Me quedé con el runrún del tema y me acordé de aquel episodio traumático y de cómo desde entonces y pese a haber pasado situaciones dolorosas, se resulta imposible llorar.

Me gustaría dar con la tecla del lagrimal, pero no la encuentro y lo paso mal porque entonces, como hoy, aparece la ansiedad y con ella algunos olvidos y despistes inexplicables.

Hace apenas una semana viví otro episodio traumático en donde una mujer a quien consideraba mi amiga faltó gravemente a mi dignidad gritándome como una hidra por un error que cometí y por el cual inmediatamente pedí disculpas. Pese a ello esta mujer, a quien conozco desde hace casi veinticinco años, siguió gritándome y me bloqueé. Le dije que ya hablaríamos en otro momento.

Estuve dándole vueltas a su comportamiento y consideré que había faltado a mi dignidad con aquellos gritos e intenté hacérselo saber al día siguiente, pero ella no escuchó nada porque de nuevo se puso a gritarme. Obviamente la bloqueé de todas partes y no quiero volver a saber de ella en un tiempo. Pese a todo, la quiero, pero no puedo permitir esa falta a mi dignidad, sobre todo cuando ella sabe que estoy pasando un bache emocional con mucha ansiedad. Pero ni aun así puedo llorar.

Pilar, me recordó con sus sencillas palabras las bondades de una buena llantina, pero no consigo llorar. De ahí el título de este post. Me olvidé de llorar.

Dentro de unos días he de visitar a un terapeuta por el tema de la ansiedad y quiero comentarle también este tema, porque siendo una persona sensible como lo soy, lo paso francamente mal.

De momento escribirlo, ha resultado muy sanador Y eso siempre ayuda. El poder de la palabra siempre es sanador, al menos para mi y cuando escribo

Ben cordialment,

Teresa