Me parece el igual de un dios, el hombreque frente a ti se sienta, y tan de cercate escucha absorto hablarle con dulzuray reírte con amor.
Eso, no miento, no me sobresaltadentro del pecho el corazón; pues cuandote miro un solo instante, ya no puedodecir ni una palabra,
la lengua se me hiela, y un sutilfuego no tarda en recorrer mi piel,mis ojos no ven nada, y el oídome zumba, y un sudor
frío me cubre, y un temblor me agitatodo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,pálida, y siento que me falta pocopara quedarme muerta.