“Me siento en sintonía con mis hijos”. Entrevista a Candelaria Chovet (Familia Zapp)

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino

¡¡Aldaaannnnaaaa!!!
Así apareció Cande en la pantalla del Skype, gritando mi nombre y con una sonrisa en la cara.  Y a mí se me dibujó otra. Así se muestra ella, alegre y espontánea como siempre, aunque hablemos a través de una pantalla. Siempre predispuesta a la conversación.

Ama viajar, bailar, jugar al hockey y tejer. Sueña con tener un telar cuando se instale a vivir en Salta. Le gusta el equilibrio entre la aventura y la comodidad, entre la incertidumbre y la seguridad. Es feliz con lo que hace, tiene los mismos miedos que tenemos casi todas, sufrió lo mismo que cualquier mamá primeriza y se siente en sintonía con sus hijos. Es Candelaria Chovet. Mamá de cuatro chicos y esposa de Herman Zapp. Una de las integrantes de la ya famosa “Familia Zapp”.

“Empezamos a viajar porque teníamos ganas de tener hijos”.

Con esta frase empieza a contarme el inicio de su aventura que ya lleva 15 años, 45 países recorridos en un Graham de 1928, 4 hijos nacidos en el camino y muchos sueños cumplidos. Si uno la escucha sin la explicación hay algo que no cierra. ¿Cómo que querían viajar para tener hijos?

“Salimos porque si pensábamos en tener los hijos no salíamos más. Teníamos seis años de casados, teníamos nuestra casa y buenos trabajos. Estábamos listos para tener hijos. Así lo veían los demás y así lo veíamos nosotros. En ese momento nos planteamos qué es lo que pasaba con nuestro sueño de viajar. Por eso dijimos si no lo hacemos ahora no lo hacemos más. Nos vamos seis meses hasta Alaska, volvemos con el sueño cumplido y tenemos los hijos. Ese era el plan. Pero no salió”.

¿Viste que muchas veces pasa que vos tenés tu sueño y te imaginás en ese sueño?, me dice Cande reflexionando sobre lo que le pasó en ese primer momento. Y sigue: Me voy a sentir así o asá y cuando lo empezás te das cuenta que no siempre te sentís como pensás que te ibas a sentir. Bueno, a mi me pasó algo diferente. A los pocos días de empezar el viaje yo estaba sintiendo que estaba como yo lo había imaginado. Entonces desde el desierto de Atacama le escribí una carta a mis viejos, porque ellos pensaban que yo lo seguía a Herman en este sueño, que no era mío, pero sí lo era. Les decía, con los ojos llorosos, que estaba feliz, que no se preocuparan por mí, que estaba cumpliendo mi sueño. Que estaba en el lugar donde siempre quise estar, con la persona que siempre quise estar y haciendo lo que siempre quise hacer. Y ahí me di cuenta de la felicidad que tenía.

¿Cuándo decidieron tener a Pampa, su primer hijo?

En Guatemala estábamos los dos tan felices, después de dos años de viaje, que surgió la necesidad de compartir esa alegría con alguien más. Tomamos “el agua de Guatemala” y me quedé embarazada.
Me enteré en Belice, yo no pensé que iba a ser tan rápido. Viste que siempre tenés miedo a no poder quedar embarazada. Y yo tenía ese miedo porque a mi hermana le había costado mucho.
Cuando no me venía el período, Herman me decía estás embarazada. Y yo le decía que no. Que era el cambio de clima, el país, el paisaje. Herman me compró el test y yo le decía que había gastado plata al pedo. Pero me fui al baño y escuchó el grito.

¿Te pusiste contenta o te asustaste?

¡¡Me agarró pánico!! Tenía muchísimo miedo.
No estás en tu casa, no estás con tu mamá, no había esta conexión que hay ahora que podés verte con alguien por internet.

¿Y ahí pensaste en volver?

No, pensaba en llegar a Alaska. Tener al bebé y volver. Pampa nació en Estados Unidos. Pensé que la gente no iba a recibirnos bien porque a lo mejor el bebé lloraba, pero todo lo contrario, fuimos muy bien recibidos.

Y me asegura que tener un bebé te abre varias puertas. Esperemos, le digo, pensando en lo que se nos viene con Tahiel (aunque ya no sea tan bebé).

¿Cuánto tiempo tardaste en volver a salir a la ruta después del nacimiento?

Pampa nació y en un mes ya salimos. Hasta que la pediatra dijo que estaba bien de peso, que tenía sus vacunas y que podíamos seguir camino. Con todos fue más o menos un mes que tardamos en salir. Wallaby fue menos, 20 días.

Cuando lo viste a Pampa por primera vez, ¿te enamoraste o te costó sentir ese amor que se supone hay que sentir a primera vista?

Me enamoré en seguida, lloré de alegría. Sobre todo porque no fue un parto fácil, porque estaba de cola. Todos mis partos fueron fabulosos, nada complicado. Podría haber tenido más. Podría haber tenido más. (Repite y yo no puedo creerlo) Me hubiera gustado tener uno más. Wallaby fue el único que no fue planificado en tiempo, lo ideal era esperar dos años y quedar embarazada y tener tiempo de estar con cada uno. Pero Wallaby vino cuando estaba dándole de mamar a Paloma.
Wallaby fue un bebé muy difícil, fue el más difícil de todos. Lloró todo el primer año. Cólicos, molestias, todo. No me podía ocupar mucho de Paloma que tenía un añito. Fue muy complicado. No era fácil viajar con el bebé y ella tan chiquita. ¡Tenía dos con pañales!

Cuenta estas cosas y admiro su fortaleza como mamá o su paciencia o lo que sea, porque yo con uno que tuvo muchos cólicos, que le molestaron mucho los dientes, que tuvo la crisis del octavo mes y todo lo que tiene que tener me sentí superada varias veces…. Me imagino en la situación de que sea el cuarto. Y siento que es la heroína de la familia. Y todavía no me contó casi nada.

Por un lado decía: ¡Me vuelvo a argentina! Necesito a alguien que me ayude! ¡No dormíamos! Encima en casa de familias, que uno siente que al otro le molesta. Tenía que estar todo el tiempo dándole la teta porque era la única manera de que se calmara.
Le di la teta a todos un año, un año y dos meses, pero a mi me costaba dejar. Yo no estaba preparada para dejar de darles.
Los pañales se los dejaba… Era complicado sacárselos, porque yo estaba en casa de familias y tenés que levantarte a la noche, hacerles hacer pis, no quería despertar a la familia, era difícil porque tampoco quería que se me pase el tiempo. Había que tener cuidado porque hacían pis en cualquier parte. ¡Me pasó que en muchos lugares había alfombra! Entonces yo trataba de que dejen los pañales en un lugar que sabía que me iba a quedar 10 días y trataba de acelerar el trámite para que aprendieran. También fue difícil el hecho de dejarlo llorar. ¿Viste que algunos dicen que tiene que llorar y otros que no? Yo quería un equilibrio, lo dejaba llorar pero tampoco podía dejarlo mucho porque estaba en la casa de otro, pensaba que me veían como “la madre mala”… Así que todo eso fue complicado.


¿Cómo hacían para dormir cuando eran chiquitos y estaban en otra casa? ¿Dónde los ponían? (le pregunto esto porque es el primer problema que se nos presenta con Tahiel)

Lo que a mi me ayudó un montón hasta más del año y medio era una carpita, que son redondas, que se aplastan y se hacen chiquitas. La sacás y se abren solas. No era cubierta, era mosquitera. Para que ellos se sientan en su lugar y sepan cuándo es la hora de dormir, los ponía ahí. Ya que cambiábamos de lugar todo el tiempo no podía lograrles la rutina de la dormida. Esa carpita me ayudó un montón. Cuando iban a esa carpita y les daba la mamadera o el agua sabían que era la hora de dormir. La podía poner arriba de la cama o en un colchón en el piso o en un acolchado. Le hacía un pequeño colchoncito. Eso me ayudó un montón.

¿Con cuál te costó lograr esa rutina?

Le pregunto porque yo, en casa, todavía no la pude lograr con Tahiel. ¿Dónde consigo esa carpitaaaaaa???

No recuerdo que me haya costado. Salvo con Wallaby que lloraba mucho. Con el primero todo es silencio, pero después están los hermanos. Mientras tiene que dormir hay dos o tres saltando al lado. Pero lo bueno es que ahora ellos se duermen en cualquier lado!!! Hay chicos que si no es en su cama no duermen!

¿Qué fue lo que más te cambió de viajar con y sin chicos? ¿Qué es lo que más extrañas de viajar sin chicos y qué es lo que más te gusta de viajar con ellos?

Ahora que vine a la Argentina me reencuentro con otra Candelaria. Por ejemplo, ahora agarro el auto y me vooooyyyyy!! No somos un combo que vamos todos a todas partes. En el viaje constantemente estamos juntos, que me encanta, pero también me encanta mi independencia. Cuando viajo, si voy de compras vamos todos. Si compro pan vamos todos. Si me quiero comprar ropa, no tengo tiempo de elegir, vamos todos. Herman, que es otro niño, no le gusta hacer compras. Eso me doy cuenta que, por ejemplo, ahora voy al dentista y de repente veo una vidriera y puedo parara a ver qué hay en esa vidriera, aunque después no compre nada. Pero tengo la posibilidad de parar a ver algo. Que en el viaje lo hago con ellos. Yo sé que están apurados. O, por lo menos, yo siento que están apurados.

Me pasa lo mismo cuando salgo con Dino y con Tahiel a comprar algo. La escucho y pienso que a todas las mamás nos pasa lo mismo… creo que necesitamos nuestro espacio y tiempo.

Eso es lo que me doy cuenta de lo diferente que es viajar con chicos, que me encanta también, no lo critico, pero a mi también me encanta mi independencia y la valoro. Ahora la valoro porque la tengo. Mucha gente piensa, por ejemplo, que no tenemos mucho tiempo juntos, solos, con Herman, pero no es así. Tenemos mucho tiempo para aprovechar juntos aunque estemos con los cuatro chicos. Al tener cuatro juegan entre ellos, el viaje los hizo muy amigos. No son chicos que yo me tengo que estar ocupando todo el tiempo porque se pelean o porque compiten con la atención de la mamá porque no la tienen durante el día porque está trabajando. A mí me tienen todo el día, no compiten por la atención de papá y mamá. Se tienen ellos, juegan y saben que si nos necesita estamos ahí. Entonces nosotros tenemos tiempo con Herman de tomarnos unos mates, de charlar, de preparar una comida juntos. Los chicos están jugando, la están pasando bien. Ahora que estamos en casa me doy cuenta que no tenemos el tiempo familiar que tenemos viajando. Venimos a estar con la familia y los amigos y que los chicos vayan y vengan a la casa de los primos, pero me doy cuenta que no tenemos ese tiempo que tenemos cuando viajamos.

¿Qué es para vos educar a los chicos, más allá de cómo?

Educarlos es hacerlos sentir seguros en el mundo donde viven, en que sientan confianza con el mundo, con la gente que los rodea. Una vez que ellos sientan confianza en sí mismos van a saber cómo ser excelentes profesionales, cómo tratar a la gente, cómo desenvolverse en el mundo. Para mí, confianza en uno mismo, que uno puede, que uno es capaz de hacer las cosas. Para mi es fundamental eso, porque eso es lo que te hace que vos sientas que podés conquistar el mundo, en todos los sentidos. Sentirte seguro en cómo poder lograr las cosas. Después para lograr estas cosas, claro que tenés que aprender a leer, a escribir, etcétera. Una vez que se sienten seguros hasta la enseñanza es más fácil.
Y darles el ejemplo en vida con un sueño de los padres que se puede cumplir. Cuando viajamos, no es que nosotros hacemos todo y ellos viajan y van indiferentes a lo que nos pasa. Ellos nos acompañan siempre. Tenemos que hacer un papel en la embajada y ellos vienen con nosotros y están ahí viendo y escuchando cómo lidiamos con ese problema, con ese papel que necesitamos para lograr, por ejemplo, una visa. Necesitamos un barco y vamos a una empresa y ellos vienen. Escuchan cómo hablamos, cómo manejamos las situaciones. Si una empresa no nos puede llevar vamos a otra y ellos nos acompañan. Y así aprenden varias cosas. O cuando vamos a las casas de familias, ven cómo se vive en ese país.
Además, nosotros le damos roles para que se sientan parte de este viaje. Por ejemplo Pampa tiene el rol de todo lo que es electrónica. Embala los cables, los dobla, sabe que tiene que enchufar los cargadores, revisa las baterías, sabe dónde están los cargadores en el auto en caso que los necesitemos. Tehue ayuda a cocinar, Paloma ayuda a ordenar. Cada uno tiene un rol que los hace ser parte y sentirse felices de ser parte. A mi me costó mucho lo de los roles, yo era la madre que sentía que no iban a poder hacerlo entonces hacía todo yo, cocinaba, lavaba, hacía esto y aquello, pero ahora no. Una vez en Zimbawe, a los dos más grandes les hacía por lo menos lavar dos remeras suyas, porque había que lavarlas a mano y era mucho y yo estaba agotada. Y así ellos mismos supieron lo que es ensuciar una remera. Y así cuidaban más de no ensuciar la ropa.

La parte formal del estudio, a mi me gusta tenerlos preparados para el mundo, para que no se sientan diferentes a otros chicos. Ya tienen una vida diferente a otros. Eso nos pasó también con los videos juegos. La gente puede pensar que nosotros estamos en contra de los videos juegos, que somos unos simplistas, o que en la casa no nos gustan las comodidades. La gente piensa que vivimos muy simple. A nosotros nos encanta el confort, tener un buen equipo de música, una tele, un buen sofá. Pero sabemos que podemos vivir sin ese confort. Esa es la diferencia. Me encanta el acondicionador, la toallita en el hotel, todo eso. Lo bueno es saber que no necesitás eso paras ser feliz, que lo podés dejar.

Al principio estábamos reacios a los videojuegos, hasta que nos tocó estar en Canadá, un país desarrollado, y que todos tenían videojuegos y a los nuestros les daba vergüenza jugar porque no sabían jugar. Pampa tenía 7 y Tehue 5 años en ese momento. Yo me crié en el campo y a los 9 años me mudé a Capital y no conocía ningún dibujito animado de los que hablaban mis compañeros. Me sentía perdida y no quiero que le pase lo mismo a ellos. Por eso, tratamos de mantenerlos en contacto con esa parte de la infancia, que vean películas, que sepan quién es Mickey Mouse, qué son los Lego, Star Wars y demás personajes.
Así podían tener conversaciones con los demás niños. Ya que tienen una vida diferente, que puedan tener algo en común. Para mi eso es muy importante. Que sepan jugar al ajedrez, al TEG, a los dados, a las cartas. Todas esas cosas las trato de hacer para que cuando estén con niños no se sientan diferentes y estén integrados a lo que los otros chicos están viviendo.
Eso sí, pusimos una regla de que sea solo a la noche, antes de dormir.

Sé que cada día en el viaje es diferente, pero cuando están en un lugar unos días arman una rutina. ¿Cómo es un día típico para la mamá viajera cuando está de viaje o cuando está en Buenos Aires?

Un día típico viajando le dedico cuatro o seis horas al colegio. Seguro cuatro y, si se puede, seis. Generalmente a la mañana, pero puede ser en otro momento. Trato de que sea a la mañana, pero a veces las familias que te reciben te organizan cosas y no podés decir que no, entonces ese día lo hacemos a la tarde.
Después nos dedicamos a conocer o a estar con la gente, a cocinar. Herman me ayuda mucho a cocinar. Generalmente los desayunos los hacen Pampa o Herman.
Lavar ropa, empacar y desempacar lo hago yo, todo el tiempo. Porque yo sé dónde va la ropa.
El día que estamos en movimiento empaco toda la ropa y dejo una muda aparte en una bolsita a mano en el auto por si ese día que nos movemos alguno se ensucia. Si nos movemos, el cole lo hago en el auto.
Además, yo me encargo del libro, de las traducciones, de los diseños, de la imprenta, de las cobranzas, de las revisiones, de la distribuidora. Y Herman se encarga de todos los mails, de la gente que escribe, de las relaciones públicas.
¡¡Las mujeres nos encargamos de la parte más aburrida!!

Las dos nos convencemos diciendo que somos más organizadas…

Cuando estoy en colegio, me insume mucho tiempo. La noche anterior ya estoy viendo qué hay que hacer para el día siguiente. Algunos ejercicios me los mandan y otros los preparo con el viaje. Por ejemplo, hay que estudiar ecosistemas, lo siento a Tehue en la sabana y le digo dibujá lo que ves: el árbol, el animal, el agua, el cielo.
¿Ves esto? Es un ecosistemas. Relacionalo con el sol, con el clima…. Después, en la selva, lo mismo. Bueno, este es otro ecosistemas donde se relacionan los seres vivos de otra manera con el medio.

¿Y no te volves loca con los cuatro niveles?

Ahora no sé cómo voy a hacer. El último año fue muy difícil para mí, muy difícil. Tengo a Pampa que es un genio, ya tiene 12 y se maneja solo. Le doy una actividad y ya sabe lo que tiene que hacer. Yo lo puedo orientar, estoy 10 minutos con él y sabe lo que tiene que hacer. Con Tehue me tengo que sentar más con él, tiene que ver comprensión de textos. Paloma con las letras…

¿Estudian en español, pero en el viaje hablan casi todo en inglés, no?

Ese es el tema. Los chicos no tienen mucho vocabulario en español porque la única que les habla en español soy yo. Por eso me llevo libros. Hay una biblioteca en el auto donde tengo muchos libros y los voy variando. Para que lean y vayan ampliando su vocabulario. Si leen me es más fácil enseñarles.
Lo que les falta de inglés es la escritura pero lo adquieren leyendo, porque no tengo tiempo para enseñarles eso.

Me imagino.

La rutina de acá es tener horarios. Levantarse a las siete, ponerse los uniformes para que vayan al cole. Darles el desayuno. Uno salía a las 12 los otros dos a las 3. Leer los cuadernos de comunicados. ¡Algo tan simple yo no estaba acostumbrada!
Según el programa de educación a distancia tienen que ir al colegio, cuando estamos viajando y cuando estamos acá. Cuando estamos acá no pueden estudiar bajo la modalidad a distancia. Cuando viajamos ellos van, por ejemplo, cuatro días a un colegio o 10 días a otro colegio. Por ejemplo, cuando me quedo en familias con niños y el colegio es abierto, van al colegio de esos niños. Van para tener experiencias.
Ellos van felices al colegio, saltan en la cama que quieren ir al colegio. Y yo los extaño!!!!
Los amigos les dicen: ¿cómo que quieren venir al colegio? Por momentos los amiguitos quieren tener la vida de ellos y ellos quieren tener su vida.

Cande dice esto y yo, irremediablemente, me acuerdo, otra vez (me pasa cada vez que alguien hace una comparación así) de la publicidad que daban en la tele en la que cada uno miraba con deseo la vida del otro y no le gustaba la suya. Un señor que trabajaba de noche decía: ¡Qué bueno poder trabajar de día, como todos, y tener horarios normales! Mientras que el que trabajaba de día decía, ¡qué bueno poder trabajar de noche y tener más horas libres durante el día! O la azafata desde la ventanilla del avión miraba hacia abajo y decía, ¡que bueno estar ahora en casa, con mi familia, y tener un trabajo con horarios y días estables! Mientras que la mujer desde una oficina miraba al avión pasar y decía, ¡que bueno trabajar de azafata y poder moverse como uno quiere! Siempre recuerdo esta publicidad. La inconformidad del ser humano, la comparación permanente, la poca valoración de lo que tenemos.

Me llevó mucho tiempo adaptarme a esto de la rutina del colegio. Estaba muy estresada. Los actos de fin de año, las viandas, los regalos de cumpleaños, los horarios. Y creo que me va a costar muchísimo cuando vuelva. Lo que más me va a costar cuando vuelva es encontrar el tiempo familiar. Tendré que lograr un equilibrio y combinar algo de rutina con algo de lo que hacía en los viajes.
Cuando volví a casa desde Alaska, de repente me olvidé quién era la Candelaria del viaje, me convertí en la de antes. Impresionante cómo el ambiente, la familia, te condiciona y te convertís en lo que eras antes. Por ejemplo, estaba temática con la limpieza, todo tenía que estar perfecto. En el viaje le doy importancia a otras cosas, no a la limpieza. Gastaba mucho tiempo en cosas que no tenían ningún sentido. En el viaje ponía tiempo en lo que realmente tenía valor. Una vez se me cayó algo al piso, como unas migas de pan y yo casi me muero. ¿Dónde esta la cande del viaje?, me preguntó Herman en ese momento.
Ahí hice un click. Tiene razón, pensé.

¿Eso te pasó esa vez o siempre?

No, esa vez. Ahora cada vez que vuelvo me acuerdo de ese momento y trato de que el ambiente no me condicione tanto.
Estamos en el último tramo del viaje.

¿Qué consejos prácticos le darías a una mamá viajera que recién empieza?

Siempre tengo comida como para dos o tres días por si pasa algo en el camino. Cereal, pan, huevos, leche larga vida. Fideos, latas, etcétera.
Toallitas húmedas. Fundamental.
Jabón líquido.
Ibuprofeno, antibiótico general, remedios para la conjuntivitis y la otitis.
Algo para los mosquitos.
Agua. Cloro para potabilizar agua.
Juguetes. Que el chico tenga sus cosas. Y que en el momento de compartir pueda compartir. Que tengan algo que es de ellos. Nosotros hacemos un ejercicio. Los chicos saben que si quieren un juguete nuevo, lo podemos comprar quizás, pero para que entre un juguete nuevo tiene que irse otro. Otro niño lo puede aprovechar. Si entra un pantalón nuevo para mi, hay otro que sale. Es un muy buen ejercicio para aprender a no tener de más cosas que no son necesarias.
Es muy importante que ellos vean todas las realidades. Por ejemplo, vamos a un país desarrollado y los chicos tienen tienen millones de juguetes y ellos se sienten que no tienen mucho, pero por ejemplo, cuando estamos en un país pobre, como algunos de los que estuvimos en África, ven que los chicos tienen un autito de chapitas, entonces sienten que ellos tienen un montón. Es bueno sentir que lo que tenés es suficiente.
Computadora para películas o algún jueguito. Importante para la parte de la integración.
Arte. En el auto tengo una mochila con lápices de colores, cosas para cortar, pegar, pintar, etcétera.

Sos una mamá todo terreno.

Hay que pensar en todo.

Lo pensás y lo hacés. Eso es lo admirable. 

Cuando veo algo que les gusta trato de estimularlos y hacerlo. Lo que se me complica viajando, que me encantaría poder hacer, es por ejemplo, si alguno le gusta guitarra no puedo llevarlo a aprender ni puedo tener una guitarra.
O natación. Mis amigas mandaban a sus hijos a natación y los míos todavía no sabían nadar. Y después Pampa aprendió en una barrera de arrecifes.

Pueden tardar pero a la larga aprenden.

Sí, pero como madre siempre comparás a tus hijos con los otros. Están haciendo esto o lo otro y pensás si tus hijos no tendrían que hacer lo mismo.
Pensás si estás haciendo bien las cosas o no. Las madres que están en la rutina también piensan eso. ¿Estaré haciendo bien las cosas o no?
No hay una receta. Muchas veces me planteo si estoy haciendo bien las cosas.

¿Y crees que las estás haciendo bien?

Sí, mi manera de medir si las estoy haciendo bien es ver la felicidad. Si yo los veo felices, siento que la cosas están bien.

Definite en dos o tres palabras como mujer, como mamá y como viajera.

Mujer

Abarcativa, multifuncional.
Comprensiva.
Capaz.
Con miedos.

¿Cuáles son tus mayores miedos?

Saber si estoy haciendo bien las cosas. Yo puedo medirme con la felicidad de mis hijos, como te decía antes, pero a futuro siempre está ese miedo.
Miedo a las enfermedades. Aunque yo soy muy optimista, pienso que no me va a pasar nada.
Miedo a que pase algo acá y no poder estar.

Mamá

Me siento en sintonía con mis hijos. Me siento una amiga que sabe lo que les pasa. Aprendo mucho de mis hijos. Al tener que hacer el colegio aprendo mucho de ellos. Por ejemplo si tenemos que ver el tema de la contaminación o del agua les pregunto qué piensan ellos y me entero de su manera de ver las cosas y el mundo. Si solamente haría con ellos la tarea a lo mejor no tendría esta oportunidad de diálogo que tengo. Me doy cuenta que los conozco mucho más con el tema del colegio. Son los cuatro muy diferentes.
Soy paciente.

Viajera

Aventurera, cuanto más aventura más me gusta.
Me aburre un poco lo cómodo, pero también me gusta un poco el no tener que lidiar todo el tiempo con no saber qué va a pasar. La dos cosas. Me gusta mucho la aventura, pero de vez en cuando me gusta un poco la seguridad.

¿Mamá viajera o viajera mamá?

Hace unos minutos de silencio.

Viajera mamá.

Si bien mucha gente nos ve como un paquete, soy Cande. Primero soy yo, Cande, con lo que me gusta, con lo que no me gusta. Después, una vez que soy Cande, puedo lograr otras cosas. Después soy la mujer de… que me puedo adaptar, que puedo dejar de lado algunas cosas de Cande para que todo fluya mejor. Y después soy la mamá de… Si uno es feliz, puede ser feliz como pareja y después feliz como madre.

La pantalla de la computadora se llena de gente. De ese lado, Herman y Paloma. De este, Dino y Tahiel. A ella la reclaman para la cena con un estadounidense que conocieron viajando y hoy los visita. A mí me reclaman para volver a casa (estaba en lo de mis papás) y decidir qué comemos. Terminó la entrevista, pero quedaron muchas preguntas en el tintero. Igual desconecto el skype contenta. Creo que conocí a Cande un poco más.

Estas fotos las sacamos en Johannesburgo, uno de los cuatro días que vivimos con la familia Zapp. De izquierda a derecha, los niños son Pampa (nacido en Estados Unidos, en junio de 2002), Tehue (nacido en Argentina, en marzo de 2005), Wallaby (nacido en Australia, en marzo de 2009) y Paloma (nacida en Canadá, en noviembre de 2007).

Si quieren conocer más sobre la familia zapp no dejen de mirar su blog www.argentinaalaska.com y de leer su libro Atrapa tu sueño.

Para finalizar, les compartimos un video muy breve de nuestra primera vez en el Graham de la familia Zapp. Esperamos que sea un lindo recuerdo para la familia.

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