Media hora y un café

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez


Media hora y un café es cuanto dispongo para perfilar la entrada de hoy. En cuanto al tema, busco en los titulares. 
Una portada de El Mundo se encabeza con un carnoso y visceral poema desconocido de Pablo Neruda, todo trufado de metáforas y armado con referencias hortofrutícolas y nutricias del amor. Un Neruda inédito que sorprende en este jardín con riego automático de tinta impresa y (mala) leche que es la parcela de celulosa de un periódico. Leo con curiosidad un párrafo dedicado a su metodología literaria: escribía los poemas en menús de restaurantes, folios abarrotados, hojas sueltas, cuadernos escolares, postales, blocs de distintos formatos... muchos de ellos con tinta verde (su color fetiche), algunos a lápiz, los menos en tinta azul. Todos con tachaduras y arrepentimientos... Echo un vistazo a mi agenda y descubro curiosas coincidencias (en la metodología que no en el talento).
Continuando con vísceras, esta vez golpeadas, la prensa nos informa que se confirma que Yimi, el hincha muerto en la reyerta del  Manzanares perdió la vida de resultas de golpes con barras de hierro en la cabeza y en el bazo. Descerebrados que se descerebran, ese es el diagnóstico. El hombre estúpidamente asesinado a golpes deja huérfano a un hijo de cuatro años, posiblemente más maduro que su progenitor.
En la parte de la paleta derecha de nuestra piel de toro, un tal Ártur Mas nos alecciona con aires de superioridad moral sobre la diferencia entre legalidad y legitimidad. Venga marear la perdiz a costa de las diferentes acepciones del término: que si "derecho a decidir" conforme a la ley o a la justicia... (La ley sí vale para elegirle a él, pero no para juzgarle o reglar los procedimientos administrativos). Su colección de frases provocadoras enunciadas con balidos pacíficos bajo una piel de cordero no oculta el almizcle o la orina del lobo marcando el territorio.
Me atrae un poco más comentar las parodias innumerables que se publican a diario en las redes sociales sobre el anuncio de la lotería de Navidad. Lo de versionear el esperado spot de cada año se ha convertido en deporte nacional. Esta efervescencia de tramas alternativas me parece sanísima: la vida no es monocolor. Para empezar la versión realista y cruda, de la vida donde impera el egoísmo; pero también los hay aplicados al ámbito futbolista donde el premio se asocia a fichajes con afortunados (o al contrario); y es que parece haber gente que tiene un balón por cabeza. Hay otro, muy original, que simplemente pasa el anuncio al revés con el sonido reproducido igualmente en sentido inverso. El resultado es sorprente: los diálogos parecen pronunciados en ruso y la música se torna  una melodía desasosegante; el argumento también se pervierte y contrapone: relata la historia de una venganza y nos la cuenta mediante subtítulos que simulan traducir el ruso. Las parodias se suceden con chistes de todo tipo chasqueando al  protagonista, Manuel, incorporando a personajillos metomentodo como el Pequeño Nicolás, con declaración gay incluida, sin contar las versiones simplemente horteras (que también son muchas). La verdad es que estos anuncios, tan almibarados, "lo ponen a huevo".