Sevilla. Plaza de toros de La Maestranza. Feria de Abril. Sexta de feria. Más de media entrada. Toros de El Torreón para Antonio Barrera, Luís Bolívar y Salvador Cortés.
Es más fácil encontrar una aguja en un pajar que un torero que sobresalga como ganadero. El caso de César Rincón no podía ser menos, y su torreones han dejado mucho que desear. Sospechosos de pitones, bien sea por acción (afeitado) o preparación (manipulado). La suerte de varas, inexistente. El primero de Bolívar, almibarado, blando para no molestar y noble para ponerse bonito. Según los preceptos del toreo modernista, toro de lío. Los demás dejaron estar a los toreros, que por lo general no demostraron estar a la poca altura del ganado. Salió un sobrero del Conde de la Maza que derrochó más peligro y poder que los otros cinco juntos.
Antonio Barrera, que se encontraba de duelo por la muerte de su progenitor, ha tenido la gallardía, la torería y el orgullo de vestirse de luces para honrar su apellido, su profesión y a sus compañeros. La lástima para el sevillano es que no tuvo opciones. El primero fue un mulo por el que había que apostar, para ganar poco eso sí, y no lo hizo. Cuando toreaba al hilo se tiraba al pecho, cuando se cruzaba, la tomaba mejor. No lo vio o no quiso verlo. El sobrero del Conde de la Maza, un marrajo, no le permitió nada más que demostrar su voluntad. Es de agradecer que viendo que el toro no tenía posibilidades, lo mostrara brevemente con la derecha, con la zocata, se doblara con él y entrara a matar. Cómo ha sido siempre.
Luís Bolívar, ya la temporada pasada, se tiró desde un avión sin paracaídas. Cada día tiene el abismo más cerca. El torero macho que se medía con Palhas de los buenos, Cuadris, Victorinos, y además les podía, es cosa del pasado. Medroso, sin sitio, circula por el limbo de los toreros: poco virtuoso para danzar con el gato comercial, escaso de brío para batirse en duelo con la casta brava. Su primero se llevó las orejas al desolladero, y con el otro, tuvo menos vergüenza que un gato en una matanza. No se molestó ni en quedar bien. Se libró de la bronca porque estaba en la Maestranza, y aquí sólo le pitan al clarinero cuando descabella una nota.
Tela de vulgar es Salvador Cortés, que se fué a portagayola dos veces y que no fue capaz de dar dos naturales. Bullidor, toreando al hilo, pesado, monótono, en su esportón lleva todo un catálogo de trampas y morralla que para cortar orejas en pueblos le será de gran utilidad. Gloria a su hermano, el torero, este sí, Luís Mariscal, que puso dos pares de banderillas como no se había visto tiempo atrás.
Mañana, la resurrección del Cid. Y de Victorino.