Gil (Owen Wilson) es un tipo de mirada ingenua y con un aire perdido, es modesto e inteligente. Es de los que piensan que besarse con una mujer te puede hacer inmortal en ese instante. Pero por sobre todo, Gil es un hombre que vive en el pasado, que cree que su vida hubiera sido más feliz si hubiera vivido años atrás. El estado de felicidad máximo para él sería: París, años 20, bajo la lluvia. Eso de alucinar con el pasado es muy romántico y a la vez un estado perpetuo de negación de un presente al que le cuesta enfrentarse.
“Medianoche en París” es un homenaje de Woody Allen a tres de los más grandes directores de cine del mundo: Francois Truffaut (El hombre que amaba a las mujeres), Ingmar Bergman (El hombre que amaba hacer pensar a los hombres y a las mujeres) y Federico Fellini (El hombre que amaba a su pasado).
Federico Fellini es un director que descubrí tardíamente, pero de inmediato me entusiasmaron sus historias. Esa obsesión suya por hablar del pasado, por hacernos creer que “todo tiempo pasado fue mejor” por más duro que este fuera. A Fellini mezclar en imágenes el pasado con el presente se le hace tan fácil como a Woody Allen trasladar a Gil por un túnel del tiempo (en vez de túnel, carro en esta película) hacia el París de 1920 una medianoche de un día cualquiera. A Gil se le hace difícil vivir el presente porque no es feliz, se encuentra en un estado insatisfactorio. Fellini lo trasladaría al pasado para tener felicidad, Allen hace lo mismo pero le agrega, con una madurez de director consagrado, que este pasado le ayude a mejorar su presente y a proyectarse hacia el futuro. Ambos buscan que sus filmes sean los más sinceros posibles, por eso será que la frase que les gusta es: “La felicidad consiste en poder decir la verdad sin nunca hacer sufrir a nadie”.
El cine de Ingmar Bergman es un cine potente, intenso, que busca hacer reflexionar si o si a los espectadores. Ver una película de Bergman no nos deja indiferentes. Allen es un admirador del cine de Bergman porque básicamente es un cine de autor (único, personal), es decir, un cine que tiene un público pequeño pero apasionado. El cine de Allen también es único. Bergman es un tipo cuyo cine es una invitación a pasearse por el análisis de las emociones humanas y los peligros de la incomunicación entre los seres humanos. La gran coincidencia de Bergman y Allen es esa frase que dice: “Lo importante es amar”.
Hablar de Francois Truffaut es hablar del amor. Y hablar de amor, es hablar de mujeres. Para Truffaut, un hombre puede amar una y muchas veces, coincido totalmente con el maestro y Allen también (conocida es su historia de las muchas mujeres que ha amado e inclusive, como Truffaut, ha dirigido en sus cintas). En la película, Gil está de novio con Inez, pero ella no es su “media naranja”, es más bien su polo opuesto. Por experiencia sabemos que esa frase de “polos opuestos se atraen” es la gran mentira del siglo XXI. Lo sabe Truffaut, lo sabe Allen. Sin embargo Truffaut en muchas de sus 21 películas juega con esa gran mentira porque le gusta filmar a la gente obsesionada con que sólo se puede amar una vez, además estos temas obsesivos son la manera directa de llegar al corazón de muchas parejas que creen ciegamente que el amor es sufrimiento, que es llorar y hasta morir por amor. Busca mostrarles visualmente la realidad con la que se van a chocar y hacerlos reflexionar y madurar.