Médicos

Por Ragonzalez



Tenemos una ideasobre nosotros mismos. Quizá demasiado general para ser totalmente cierta.Sabemos que tenemos colores y a veces sospechamos el color de los otros y nosponemos etiquetas que probablemente  sonengañosas pero nos fragmentan.  Tambiénnos la ponen los que nos miran, los que nos piden ayuda o los que nos gobiernan. Quizá porque tenemos muchas especialidades y vestimos de verde o de blanco otrabajamos en hospitales o en consultorios rurales o en residencias deancianos.

 Sabemos que entre nosotros  hay arrogantes y también tímidos; que algunosse vendieron a más de una causa y que otros han dado mucho de su vida  por la única que siempre han tenido. Algunoslucharon un tiempo y luego les pudo el viento en la cara y se dejaron llevar.Otros se subieron a trenes que pasaban a su lado porque pensaron que era suunica oportunidad para llegar a algún sitio o para salir de otro que no lesgustaba demasiado.  Algunos hiceronfortuna en la política, otros se apuntaron a una ONG. Algunos hacen los mejorestrasplantes de Europa, otros viven aislados en un pueblo perdido y mantienen eltipo cualquier noche de lluvia sin demasiado sentimentalismo, ni capote pararesguardarse. Hay gente que estudia mucho y quien nunca estudió demasiadoaunque llegar aquí no es fácil, no nos engañemos, solo basta mirar a esoschicos que el otro día se presentaron al examen MIR. Y que cuatro o cinco añosdespués quizá se anegen en un mar donde no podrán demostrar su talento. Sabemos que entre nosotros hay aprovechados ychamanes de otros tiempos que juegan con el prestigio de una profesión muyantigua,  donde hemos sido de todo a lolargo de la historia. Fuimos los medicos de todos los reyes y  de algunos poetas; de dictadores y desubersivos; apuntalamos el poder pero también a los que lo combatían. Fuimos detodos los colores, como ahora mismo. Porque estamos en todos sitios y somosmuchos.  Es lógico que así sea porquetenemos tantos colores como la gente tiene. Y por cada estupido hay alguienespecialmente inteligente; por cualquier cobarde hay alguien con un valor muyacreditado; por cualquier inmoral hay alguien que siempre trató de ser justo;por cada sectario hay alguien tan independiente que aplica el método científico también a lo que oye a sualrededor y sobre todo a los hechos. Entre todos hemos ayudado a construir unsistema sanitario que ahora parece correr peligro, que amenaza con fragmentarseen mil pedazos; donde se quiere utilizar un idioma para chantajear a unpaciente o donde pudiera ser que un mismo cáncer se trate con terapias dedistinto nivel en según qué sitio. Vivimos un tiempo donde una crisis económicapuede ser utilizada para llevarse por delante derechos muy valiosos. Y quizáhaya desalmados esperando para aprovecharse de este río revuelto. Ha llegado elmomento de ser benignamente corporativistas. De ponernos serios. De olvidar loaccesorio. De centrarse en lo importante y dejar de lado los colores, lasantiguas rencillas, las envidias, los malentendidos, las luchas de poder. Hayque situarse en esa intersección civilizada donde  existen ciertas cuestiones que no puedenpermitirse, que son sagradas. Cualquier  gobierno legítimo tienederecho a cambiar muchas cosas pero, si es democrático, solo de cierta manera.Tiene que haber información y razones. Transparencia, lógica y empatía. Nodesinformación interesada.  Si hay queahorrar hay que hacerlo de lo accesorio que también sabemos demasiado bien quees un territorio muy amplio todavía y que quizá se aumentó en excesoestúpidamente. Pero hay cosas esenciales: nadie realmente enfermo debe quedarsin atender por no tener dinero o influencias o ser de otra comunidad. Somosciudadanos de Europa, un territorio que tuvo un siglo XX especiamenteturbulento en el que, por cierto, algunos torbellinos sangrientos comenzarontambién con una crisis económica. Y este pais sabe de tiempos donde el derechoa ser atendido con eficacia no estaba garantizado.Es el momento dehablar claro. De que nos hablen claro. De que nos hablen los mejores: en estasituación, como en nuestro oficio, cuando hay algo importante  no valen los aficionados y estamos hartos defloreros. A los que toman las decisiones hay que exigirles que al menos lasjustifiquen con un cierto nivel literario y con una  adecuada curva de aprendizaje. Que no jueguena desinformar, ni con conquistas laborales que ha costado mucho conseguir, nicon sueldos que ha costado mucho consolidar y de los que no nos hemos quejadodemasiado, como tampoco por lo que con ellos hemos contribuido al erariopúblico.  Es eso no hemos sido peores queotros colectivos. Comprendemos que un sistema sanitario puede organizarse demuchas maneras pero tiene que cumplir adecuadamente unos mínimos y ofrecerprestaciones de calidad para toda la población. También los que trabajan en éltiene que tener unos derechos que no pueden ser arbitrariamente alterados y quetienen que ser trasparentes y, en mi opinión, fundamentalmente basados en el mérito.No deberíamos dejarque nos trataran como simples marionetas, que nos redujeran a técnicosdescerebrados que solo saben meter tubos o mirar gargantas o coserheridas.  Pertenecemos a un grupohistorico en el han habitado cabezas como las de Santiago Ramón y Cajal  o Severo Ochoa;  como las de Gregorio Marañón o  Carlos Jimenez Diaz;  como las de Pedro Laín Entralgo o  Carlos Castilla del Pino. Como las todos losmédicos que han contribuido con su esfuerzo a que este sistema sanitario sea elque es, aunque tenga defectos, aunque sea mejorable, aunque ahora haya querecortarlo un poco: pero siempre de lo accesorio.Tenemos la obligación de participar en el debate público en estos momentos: esel tiempo de hablar con argumentos racionales basados en hechos; de no pasarpor ciertos aros; de ser inteligentes y honestos; de pensar en los médicos másjóvenes y también en los más viejos; de poder permitirnos mirar a la cara, enel futuro,  a los que de nuestroshijos  sean también médicos.   Es la hora de no dejar a la ciudadaníaabandonada a su suerte, sobre todo a los más débiles. Es la hora de trasmitirque hay ciertos límites que no vamos a dejar que se traspasen fácilmente. Aunquetengamos  distintos colores o  distintas edades;  distintas religiones o no tengamosninguna;  distinto estatus o distintashabilidades, es el momento de trasmitir a nuestros conciudadanos que por encimade todo somos médicos de un pais desarrollado y   que sabemos ser independientesy fuertes defendiendo derechos esenciales que nos conciernen a todos. Es elmomento de pensar, de hablar con fundamento e intentar  persuadir.También de ser prudentes y de nodejarnos engañar.  Es el momento deapoyarnos para no sentirnos solos. De ser benignamente corporativistas.