Medinaceli

Por Orlando Tunnermann



Aprovechando el puente del día de la Hispanidad, yo y mis circunstancias nos plantamos en Soria para conocer más a fondo sus vericuetos, regiones e idiosincrasia.
Nuevamente retornan mis pies a los caminos eternos del orbe. En esta ocasión es Medinaceli la homenajeada.
Nada más llegar oteo en la lontananza un castillo que parece señero y olvidado en lo alto de una cima, en el valle de Arbujuelo, igual de desconsolada. Se halla a 3 km de la entrada a esta localidad soriana. Tiene un bonito conjunto histórico artístico Medinaceli, así como curvas, meandros y cuestas la carretera que recorro. Pero merece la pena ascender los 1200 metrosde la Sierra Ministra para contemplar la Occilis celtíbera, Medinat Salim árabe y Medinaceli actual.
El precioso pueblo de piedra me recibe con un singular arco honorífico romano del siglo I a.c. Radica su extravagancia en que es el único en nuestro país que posee tres arcos. Está en muy buen estado y es pretendido por los flashes de todos los visitantes.
Para una foto en condiciones, sacar toda su grandeza, mejor haced la foto desde la carretera.
Un cartel informativo me sopla al oído que Medinaceli está estimado como uno de los pueblos más bonitos del país. No seré yo quien deseche esa contundente afirmación. Lo cierto es que encantos tiene de sobra. Medinaceli tiene sangre romana. Trato sin éxito de imaginarla en tiempos pretéritos en la puerta de Coz, que era una de las principales entradas de la ciudad en tiempos romanos. Ya no queda nada, debo conformarme con el espléndido mirador que aquí se halla. Este lugar tenía una finalidad básicamente defensiva y era residencia de los condes de la villa.

Camino por este entorno pétreo para toparme enseguida con la puerta árabe ojival o de la villa. Como el arco triple, está en buen estado. En su día era uno de los cuatro accesos a la calle del cardo, o sea, el corazón de Medinaceli.
Alfonso I El Batallador la reformaría en el siglo XII cuando reconquista la ciudad.
Caminando llego hasta la Plaza Mayor, que está como arrumbada, escondida. Es un lugar con encanto, amplio y diáfano, como gustan las plazas principales. Aunque parece astrosa su fachada renacentista, obra de Gómez de la Mora, plagada de heridas del tiempo, se muestra soberbia la faz del palacio Ducal, siglo XVI, construido siguiendo el modelo del de Uceda, en Madrid.

Ahora recorro la plaza de San Pedro para ver otro mosaico, enorme también, cubierto por una mampara para preservarlo de los agentes meteorológicos y otras calamidades destructoras. Este es un buen lugar para callejear por los recovecos y angosturas medievales de Medinaceli.
Si queremos seguir viendo monumentos, la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción es una buena opción. La entrada vale un euro. Está algo deteriorada y es oscura, pero te encantará el retablo áureo del altar mayor. En todo caso, personalmente me quedo con su belleza externa.
Los golosos no pueden dejar de pasar por el convento de Santa Isabel, donde las monjas clarisas, en la calle Marimedrano 19, venden delicias artesanales. El convento es muy bonito y tiene unos preciosos retablos barrocos.