Medio siglo de ‘Imagine’, el himno que nació en el piano blanco de John Lennon

Por Ne0bi0 @buenosviajeros

John Lennon grabó Imagine en la primavera de 1971, una de las etapas más convulsas de su azarosa existencia. La separación de The Beatles estaba aún reciente y la prensa aprovechaba cualquier oportunidad para publicar sobre ello. Su primer álbum en solitario -el introspectivo Plastic Ono Band (1970)- había funcionado poco en las tiendas. Vivía bajo el escrutinio -normalmente despiadado- de la opinión pública británica, acompañando a Yoko Ono en la dolorosa disputa por la custodia de Kyoko, fruto de la relación entre la artista japonesa y el cineasta Tony Cox. De puertas para adentro, había un amplio margen de mejora.

Afuera la situación tampoco invitaba a tirar cohetes. Del Verano del Amor -aquel festival 'hippie' celebrado en San Francisco en 1967- no quedaba ni el recuerdo, e incluso algunos héroes del festival Monterey '67 -Otis Redding, Janis Joplin, Jimi Hendrix- habían pasado a mejor vida antes de llegar a la treintena. Por otro lado, la carnicería de Vietnam seguía abierta y la Crisis del Petróleo de 1973 empezaba a bosquejarse con la firma del Acuerdo de Teherán. El genocidio en Bangladés. Aquel Septiembre Negro en Jordania. Golpe de estado en Uganda. ¿Había motivo entonces para escribir una canción como Imagine?

Lo cierto es que la canción llevaba meses rondándole a Lennon. Durante las sesiones de Let It Be (1970) -el último álbum de The Beatles- quedó registrado un boceto de su melodía, esa escueta pero efectiva combinación de notas que hace fluir la partitura con serenidad. Porque Imagine fue concebida como canto solemne para inducir búsquedas en el fuero interno desde una perspectiva pop. Nace en un contexto de confusión, hastío y rabia del que algunos coetáneos de Lennon estaban acusando recibo con What's Goin' On (Marvin Gaye), Man in Black (Johnny Cash), There's a Riot Goin' On (Sly and The Family Stone) o El derecho de vivir en paz (Víctor Jara), ilustrando el desasosiego que atravesaba Occidente en aquel momento.

Marcos: "Es una de las canciones más espirituales que existen porque recorre sonidos que todos entendemos"

Imagine dio título al segundo álbum del músico inglés, publicado el 9 de septiembre de 1971. Es una producción a tres bandas: Lennon, Yoko y el controvertido arquitecto sónico Phil Spector. Cosechó un gran éxito y caló en la memoria colectiva, convirtiéndose en un clásico que, 50 años después, sigue interpelándonos. La idea que vertebra el concepto de la canción -que las posibilidades de cambio son infinitas y sus herramientas están a nuestro alcance- propicia una reflexión íntima que parte desde el presente para proyectarse hacia el futuro. Anidaba ya en el libro Grapefruit que Yoko Ono había publicado en 1964, y el poema Cloud Piece -impreso en la contraportada del disco- fue el resorte que puso en marcha la maquinaria creativa. Así, el 27 de mayo de 1971, frente al piano blanco de su estudio casero en Ascot, sonorizado de forma sencilla por Spector, John empieza a grabar esa célebre sucesión de notas que establece el tono de la canción. Esos primeros compases que avisan de que es algo que va a merecer la pena escuchar. Que serán solo tres minutos, pero no los olvidaremos.

Pararse a analizar Imagine es toda una experiencia. Así lo demuestra Miguel Marcos, productor y profesor musical especializado en armonía y arreglos que ahora es responsable de Laboratorio Sonoro, el ciclo docente de Escuela de Escritores consagrado al oficio de componer canciones. Lo que más le sorprende de la canción es su propia naturaleza de "hit extraño, una balada pop con estructuras bastante innovadoras que no fue concebida como hit en sí mismo". Para Marcos, coexisten varios elementos que explican la popularidad de la canción. "Está en 'do', una de las tonalidades más asequibles que todo el mundo puede tocar", explica. "También es una de las más espirituales, porque recorre sonidos y armónicos que todos entendemos". Según el profesor, Lennon reforzó ese componente espiritual y evangelizador recurriendo a variaciones de acorde que potencian el sentido de la composición y subrayan el mensaje. "A nivel melódico es muy interesante porque no hay ningún acorde fuera. Es una canción absolutamente tonal", asegura. "Solo hay algunos acordes que se convierten y se abren, como el 'do mayor séptima', o que se cierran, como el 'mi séptima'. Es una genialidad absoluta. Y el sonido es alucinante".

Una vez lanzado, el impacto de Imagine en la cultura popular fue inmediato. Sigue siéndolo. Lo demuestran las decenas de versiones grabadas y las múltiples interpretaciones de la mano de artistas como David Bowie, Dolly Parton, Madonna, Neil Young, Diana Ross, Lady Gaga o Elton John. Acompaña a los neoyorquinos que se reúnen cada Nochevieja en Times Square. Ha sonado en ceremonias de apertura y cierre de Juegos Olímpicos. Ha sido utilizada en campañas benéficas. Cada cierto tiempo, vuelve a escalar por las listas de venta de todo el mundo. Y es un estándar recurrente en momentos de duelo colectivo porque renueva su significado con cada uno de los tropiezos humanos recordando, a través de su apelación común desde la individualidad, que podemos hacerlo mejor. O, al menos, intentarlo.

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