El triunfo de los mediocres
A veces, muchas veces más de lo que sospechamos, damos pábulo a todo tipo de bulos que, como resultan coherentes con lo que pensamos, asumimos sin más y propalamos sin menos escrúpulos. Es lo que ha pasado con un escrito atribuido a Forges. Porque estamos convencidos de que nuestro país es una escombrera en la que mandan los mediocres sin un ápice de vergüenza, capaces de vender a su madre y de sisar en la caja de caudales públicos para aparentar lo que no están dotados para ser –ricos, guapos e inteligentes poseedores de todas las claves-, rápidamente aplaudimos libelos que son plagios que ruedan dando tumbos, demostrando con ello que participamos de la misma mediocridad que cuestionamos en los otros, en el resto del país. Es la mediocridad del corta y pega, en la que nos creemos con una habilidad que solo uno posee en exclusiva, y del que hacen uso hasta rectores de universidad. Y, claro, resulta lo que al final resulta: convertimos en viral cualquier tontería, fruto de nuestra incapacidad para ser originales y elucubrar nuestras propias opiniones. Lo peor es que, muchas más veces de lo deseado por la honestidad y la ética, ni siquiera reconocemos nuestras faltas y hasta ocultamos conscientemente la burda trampa. Ese es el verdadero triunfo de los mediocres que se pasan de listos. No llegan a la altura de la punta del lápiz de Forges.