"Meditaciones del Quijote", de José Ortega y Gasset: Don Quijote como metáfora de lo español

Publicado el 18 diciembre 2014 por Lidiacasado
   Me encanta leer filosofía de vez en cuando porque encuentro en este tipo de libros un contrapunto excelente a la vida y a la literatura. Ortega y Gasset es, creo que desde el instituto, uno de mis filósofos preferidos. Eso de "Yo soy yo mis circunstancias" me llegó al alma en la adolescencia. Por eso, cuando vi que publicaban una edición facsímil conmemorativa del centenario de su Meditaciones del Quijote, no me lo pensé. La reseña fue publicada en Anika entre Libros hace unos meses y hoy la rescato para compartirla contigo en mi blog.
Título: Meditaciones del Quijote. Edición facsímil conmemorativa
Título Original: (Meditaciones del Quijote, 2014)
Autor: José Ortega y Gasset
Editorial: Alianza
Colección: Libros Singulares

Copyright: En coedición con Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, Residencia de Estudiantes.© Meditaciones del Quijote (1914), Herederos de José Ortega y Gasset© Ahora hace un siglo. Javier Zamora Bonilla, 2014© Apéndice de variantes. José Ramón Carriazo Ruiz, 2014© De la presente edición: Alianza Editorial S.A., Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, Fundación Residencia de Estudiantes, Madrid, 2014 Edición: 1ª Edición: Junio 2014
ISBN: 9788420689500
Tapa: Blanda
Etiquetas: España, economía, crítica literaria, ensayo, política, literatura española, piedra filosofal, Quijote, crítica política, Cervantes
Nº de páginas: 408

Argumento:

Alianza Editorial, la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón y la Residencia de Estudiantesrecuperan la primera obra orteguiana publicada como tal hace ahora cien años y lo hacen con un doble volumen que incluye, por un lado, la edición facsímil de aquellas "Meditaciones del Quijote" y, por otro, un estudio sobre la obra, a cargo de Javier Zamora Bonilla, y un extenso apéndice de variantes realizado por José Ramón Carriazo Ruiz.
Recuperan, así, no solo el espíritu de una obra que, en su momento, buscaba la esencia de lo español a través del genio literario de Cervantes, al tiempo que buscaba soluciones para la Europa de la Primera Guerra Mundial, sino también la estética del momento y el siempre interesante estudio de cómo y por qué cambiaron el texto original las ediciones posteriores.

Opinión:


  Veinte años no son nada, según dice la canción. Y, a juzgar por la adecuación y pertinencia de algunas de las reflexiones que publicaba Ortega y Gasset en 1914, 100 años tampoco lo son. El filósofo publicaba sus "Meditaciones del Quijote" por aquel entonces intentando buscar en la obra cervantina el germen de lo español y tratando de lanzar propuestas que mejoraran la situación económica, política y social tanto de España como de la Europa de la Primera Guerra Mundial. De hecho, en la primera de sus meditaciones opone la idiosincrasia germana y la latina para optar por la mixtura y defender que nada hay puro hoy en día, sino que por nuestras venas corren las sangres mezcladas de los muchos pueblos que habitaron nuestras tierras antes que nosotros. De hecho, como explica José Zamora Bonilla en el estudio introductorio que se incluye en el segundo volumen de esta obra, tras apostar por la europeización de España en un primer momento, Ortega se encontraba ya, cuando publica estas meditaciones, en una segunda fase de su pensamiento, en la que abogaba por la integración del racionalismo europeo con la cultura mediterránea, más impresionista pero no menos clara.  Hablo de una primera meditación porque, estructuralmente, el primero de los volúmenes de este homenaje (el facsímil del original) se divide en tres partes bien diferenciadas. La primera de ellas está compuesta por unas primeras palabras al lector en las que Ortega reflexiona sobre el amor al conocimiento, la filosofía, define qué es meditar, invita a mirar lo que nos rodea con nuevos ojos (ese sería el objetivo de sus ensayos) y asegura, acertadamente, que "pensar es buscarle tres pies al gato". En esta primera parte, el filósofo también trata de acotar qué es un ensayo ("ciencia, menos la prueba explícita") y habla de la filosofía como de la ciencia general del amor, puesto que entiende que el amor viene a ser el pegamento que mantiene unidas todas las piezas del universo. Opone, así, el poder disgregador del odio y del rencor a la capacidad de unir que tiene el amor. No ocupan demasiadas páginas estas primeras palabras al lector y, sin embargo, ya esboza aquí principios tan fundamentales para su obra como el famoso "yo soy yo y mis circunstancias", abogando por la búsqueda de sentido a todo lo que nos rodea. De igual modo, avanza ya algunas de sus ideas sobre la cultura, la literatura española, la crítica literaria (que, según Ortega, debe servir para dotar al lector de un órgano visual más completo), Don Quijote y, por supuesto, la política, su "preocupación patriótica", como él mismo señala.  La segunda parte del volumen facsímil recoge una "Meditación preliminar" en la que Ortega diserta ampliamente sobre profundidad y superficie al hilo de la descripción del bosque que abre el texto y de la conocida frase sobre que los árboles no nos dejan ver el bosque. La metáfora sobre el bosque como realidad que nos rodea (nuestras circunstancias) sirve al catedrático para instar al lector a que no empequeñezca el mundo con sus manías y cegueras y se abra a las infinitas posibilidades que, en realidad, nos ofrece. El filósofo ahonda en la reflexión sobre el cambio constante en la naturaleza, lo que le da pie a exigir una renovación también constante en el mundo de la política. Ortega comienza a esbozar su dibujo de la idiosincrasia española a través de la poética de Cervantes, en general, y de su Quijote, en particular, y apuesta por una cultura cuya labor principal sea la interpretación de la vida, la ordenación de la realidad para conseguir llegar a su nivel más profundo, al universo de los conceptos. El filósofo no cree que restaurar las costumbres españolas sea el camino para resolver la crisis del momento sino que, al contrario, es necesario seguir inspeccionando posibilidades, puesto que, según explica, esas costumbres no son sino una castración de todas las demás posibles Españas que podrían haber sido, que aún pueden ser.  Finalmente, la tercera parte del primer volumen está formada por la "Meditación primera", subtitulada "Breve tratado de la novela". Reflexiona en ella Ortega sobre la preeminencia, desde el siglo XIX, de la novela como género y de sus causas, al tiempo que opone la épica clásica con el género estudiado en esta meditación. Así, dice el filósofo que la épica es la narración de un mundo acabado que pasó, de un tiempo mítico e ideal que no volverá a ser, mientras que la novela es la descripción del tiempo más cercano a nosotros y que busca una abstracción de lo que conocemos a través de nuestra propia experiencia. Asegura Ortega que "cada época trae consigo una interpretación radical del hombre", una interpretación que se plasma en sus producciones culturales. De ahí que vea la conexión entre Cervantes y su Quijote con la esencia de lo español. El filósofo reflexiona ampliamente sobre la relación entre realidad y ficción (muy presente en la obra cervantina) y analiza tanto la dimensión trágica como la cómica que aparecen en "Don Quijote de la Mancha", conjunción que le lleva a asegurar que esta novela, como ya ocurriera con "La Celestina", se definen mejor como tragicomedia que bajo cualquier otro marbete.   Este texto original orteguiano se acompaña en esta edición homenaje por un segundo volumen en el que podemos encontrar un interesante estudio introductorio de José Zamora Bonilla y un apéndice de variantes, elaborado por José Ramón CarriazoRuiz, que hará las delicias de los interesados en el mundo de la edición y que resultará muy curioso a todo lector.  En definitiva, esta edición conmemorativa nos ofrece dos auténticas joyas: una, por el pensamiento siempre coherente de Ortega y Gasset y su actualidad; y otra, por el estudio que completa e interpreta ese pensamiento y por el exhaustivo y curioso apéndice de variantes del texto original. Como dice Zamora Bonilla al final de su estudio, "leamos a Ortega un siglo después" y, cabría añadir, descubramos qué valor siguen teniendo sus palabras.  Enlace a la reseña original.
   Nos seguimos leyendo.