No es exactamente el caso de "Megamind" cuyo argumento no brilla precisamente por su originalidad, pero que en conjunto constituye un buen espectáculo, por encima de la media del cine que se estrena hoy en día. El cine de superhéroes está de moda desde hace algunos años. La mirada que adopta este film resulta sorprendemente íntima para tratarse de animación. Su idea central me recuerda poderosamente a la genial mirada de Peter Bagge en la parodia que dibujó de Spiderman. En un determinado momento, en lo más crudo de una pelea, Peter Parker se da cuenta de que la vida que lleva es en realidad infantil y decide dejar de ser superhéroe y madurar, ante la desesperación del doctor Octopus, que le necesita como enemigo para continuar con la diversión. Esto es precisamente lo que le sucede a Megamind: una vez que derrota definitivamente a su némesis (un trasunto de Superman, pero sin la humildad del original) se da cuenta de que su existencia entra en el vacío, sin más perspectiva que el gobernar la ciudad conquistada según sus caprichosos deseos.
Esto es lo que ha manifestado más de una vez el Joker en algunos de los más celebrados comics de Batman: que sin el murciélago no es nadie, casi como si estuviera enamorado de él. En realidad una de las tesis más interesantes del origen de Batman es que está vinculado al surgimiento de todos esos psicópatas que pueblan Gothan City, que no hubieran sido posibles sin su existencia previa.
Para mí lo mejor de la película es la presentación de los personajes: como la fortuna sonrie a Metro Man desde la más tierna infancia y castiga a Megamind, que se da cuenta (aunque después descubrirá lo contrario) de que no se puede luchar contra el destino y como los enfrentamientos entre los dos son una película que se repite semana tras semana, como sucede en los viejos comics de superhéroes, donde siempre el supervillano termina encerrado para volver a escaparse de prisión.
"Megamind" es una buena diversión para estas fechas. Aunque de manera un tanto ligera, habla de temas universales, como la redención o la responsabilidad, trasladados, eso sí, a las reglas del mundo de los superhéroes, un mundo tan absurdo como seductor.