Estamos en crisis. Y tal vez seamos afortunados por esta situación. En algunos aspectos, me refiero. Que nadie me malinterprete.
La realidad es que la crisis ha transformado al consumidor. Ahora es más selectivo y es más consciente del valor que le aportan las cosas que consume o que deja de consumir. Los comerciantes, por su parte, están más hambrientos de ventas que nunca y han alentado a los consumidores a consumir con el argumento de que ahora los productos y servicios que merecen la pena, pueden conseguirse a precios razonables. Es de esperar que los clientes sigan manteniendo esas mismas expectativas en el futuro.
Todo esto se está traduciendo en un movimiento: el lujo, a un precio asequible (al menos algunos lujos, más asequibles que antes, para algunos).
Los hoteles han bajado los precios, o están ofreciendo más servicios por el mismo precio. El resultado: consumidores más satisfechos, pero también más eficientes. Cuentas de resultado de nuevo en positivo, pero con márgenes más ajustados.
Pero este movimiento está afectando a muchos más sectores. La moda está ajustando los precios. Lo mismo puede decirse de las marcas de vino, que están comercializando buenos vinos a precios más asequibles, a la vez que mantienen vinos de calidad superior a precios más altos.
Ha llegado el momento de democratizar el lujo. Tal vez algunas de las marcas de toda la vida no se den cuenta o no sepan hacerlo. En cualquier caso, hay espacio suficiente para los nuevos. ¡Suerte!