En 2005, el Gobierno español puso en marcha un amplio programa para la regularización de inmigrantes.
Son muchos los inmigrantes que en España se han quedado sin trabajo a consecuencia de la crisis económica. Gran parte de ellos volverían a sus países de origen si ello no significara tener que renunciar al sueño europeo.
Ali Elhadri ha perdido su empleo fijo y, ante la grave situación económica por la que pasa España, las perspectivas de volver a encontrar uno para este marroquí son escasas. Así no se imaginaba que acabarían las cosas cuando hace 12 años arriesgó su vida en el viaje que lo trajo desde África hasta Europa.
Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: Ali Elhadri.La historia de cómo alcanzó a bordo de una simple barca de madera las costas españolas con sólo 22 años la sigue contando todavía hoy. Sentados en una cafetería, Elhadri la repite para nosotros una vez más. “Aquel bote no era más que un cascarón de nuez: seis metros de largo y llevaba a bordo 25 personas. Íbamos sentados prácticamente los unos sobre los otros. Veníamos con la ilusión de dirigirnos al país de los sueños, pero lo que nos esperaba era la dura realidad”, dice.
El marroquí encontró un trabajo en la construcción al poco de llegar y pronto pudo solicitar un permiso de residencia definitivo. Corrían los tiempos del boom inmobiliario español.
Primero la crisis, luego el desempleo
La construcción fue el sector que absorbió a gran parte de la inmigración en España.Una década más tarde, la crisis económica ha golpeado a España con especial intensidad y desde 2008 se va la ruina una constructora tras otra. La empresa de Elhadri ha logrado mantenerse, pero sólo a cambio de despedir a gran parte del personal. También a Elhadri.
A veces, surca entre los extranjeros la idea de volver hacer las maletas y volver a casa. En Marruecos, el sector constructor está en expansión y falta la mano de obra, gente como Elhadri. Opciones de encontrar un empleo tendría seguramente, pero por un salario de no más de seis euros al día. “Un kilo de carne cuesta ya en Marruecos seis euros, un paquete de Malboro casi cuatro. Con ese dinero no puedes hacer más que sobrevivir. Para vivir, no basta”, explica el marroquí.
El valor de la libertad
La libertad de la que Elhadri disfruta en España es algo a lo que ya no está dispuesto a renunciar. 12 años en Europa dejan su huella: está claro que no ha dado con el país de los sueños, pero sí con valores positivos. En Marruecos, dice Elhadri, la religión está presente en todos los ámbitos de la vida “y aquí nos hemos vuelto un poco más liberales. Mucho más liberales, en realidad. Y así no podemos comportarnos allí”. España le gusta. Aprecia el Estado de derecho, la democracia. La corrupción en su país le parece hoy insoportable.
Hace un par de semanas que Elhadri terminó de cobrar la totalidad del subsidio por desempleo que le correspondía. Ahora se mantiene con los trabajillos que le van saliendo, ayudando a amigos y conocidos en esto o aquello. En Marruecos posee tierra, que quisiera convertir en viñedos, cuenta. “Pero para hacer eso, tendría que quedarme allí por lo menos dos o tres años”, indica. No le importaría, pero sólo si cuenta con la garantía de que, pasado ese tiempo, podrá volver a España.
Mejor desempleado que en Marruecos
El viaje de África a Europa es extremadamente peligroso. Los inmigrantes alcanzan la costa casi siempre en pésimas condiciones de salud.El Estado español ofrece ayudas a los extranjeros no comunitarios sin trabajo que se decidan a volver a sus países de origen: la prestación por desempleo puede en tal caso cobrarse completa de una sola vez, a cambio debe el inmigrante renunciar a su permiso de residencia, una oferta de la que han hecho uso menos personas de las esperadas.
Rocío Redondo, de Cruz Roja española, se encarga de asesorar a quienes se interesan por este programa. Pero la vuelta a casa no es fácil. Muchos, describe la activista, se van con la sensación de haber fracasado. Devolver los papeles que un día les otorgaron las autoridades españolas es un paso difícil de dar. Al fin y al cabo, la lucha por obtenerlos fue dura. Y a otros marroquíes les pasa como a Elhadri, describe Redondo: “muchos vienen a hablar con nosotros y están dispuestos a regresar temporalmente a Marruecos. Pero cuando se enteran de que con ello pierden su derecho a residir en España, no quieren oír hablar más de asunto”.
Cuando las cosas iban bien y Elhadri ganaba un buen sueldo, se compró una casa en Marruecos. Allí se casó el año pasado y entretanto ha tenido una hija. Pero ni su condición de desempleado ni su situación familiar lo animan a abandonar España.
Autora: Stephanie Eichler/ Luna BolívarEditor: Pablo KummetzFuente: Deutshe Welle