Melancolía de Dionisio (1ª parte)

Por Urbana
Urbana Luna
“SOS. Dionisio está triste y la culpa es vuestra: de los resignados, de los fatalistas, de los obedientes. Los dioses imploran tu ayuda. El Olimpo te necesita.                                                                                     Firmado, Zeus”

   El joven  que me dio este panfleto permaneció mudo ante mis preguntas y siguió repartiendo su propaganda en la plaza del Callao, hasta que una pareja de policías le invitó amablemente a abandonar el lugar. Iba a comenzar la celebración de una misa al aire libre convocada por  el Club de Familias Como Dios Manda.       El muchacho se marchó y yo me quedé con el papel entre las manos, leyendo su mensaje una y otra vez, preguntándome cuál habría sido la causa desencadenante de la tristeza divina, y cuál nuestra responsabilidad como hombres.
   Saber que el dios del vino y de la energía creadora padece una crisis vital, me causó tal impresión que decidí actuar, aun a riesgo de hacer el tonto.
   Tras  una honda reflexión, recordé antiguas lecturas de Nietzsche, y encontré el camino: Apolo, la fuerza opuesta, dios del sueño, regente de la quietud y el equilibrio, me transportará a la ciudad sagrada por vía onírica. Así pues me retiré al dormitorio y me dispuse a soñar.

         Poco después, caigo, silenciosa como una hoja, sobre los adoquines húmedos de la ciudad. Sopla un viento helado y yo voy en pijama. Es de noche, hay bares abiertos, pero están vacíos. De las fachadas cuelgan rótulos de neón verde. Nunca estudié griego antiguo por lo tanto no entiendo nada. Sólo sé que he llegado al Olimpo y que es invierno.(Continuará)

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