Esta fotografía no es mía, es de mi hermana Alejandra. Está tomada en Navarra, durante sus últimas vacaciones y me la ha prestado para el fotonauta porque en cuanto la vi se la pedí. Me gustó mucho, como seguramente os gustará a vosotros porque algunas imágenes son casi universales, creo yo.
Una buena foto, para mí, es aquella que tiene impacto visual. Y el impacto visual es algo que se consigue de muchas formas: mediante el mensaje de la imagen, mediante el color, el subtexto, el contraste. la luz, el movimiento, etc. Cada caso es diferente.
En este caso creo que está claro que el impacto visual le viene mediante el mensaje y el subtexto. El mensaje es lo que cuenta la foto a simple vista: tres ancianos sentados en un banco, contemplando un paisaje bellísimo. Y el sub texto es lo que hay más allá, lo que podríamos relacionar con ese mensaje inicial. Ahí cada uno puede dejarse llevar por su imaginación y decir lo que le venga a la cabeza. A mí me produce cierto vértigo ver a estas tres personas en el fin de sus días ante un paisaje que es como si fuese el inicio del mundo, tan gigante, tan verde, tan fastuoso…Me imagino que están viendo la tele, me imagino el silencio que habrá en ese banco o el tipo de conversaciones pausadas y místicas que se producirán, no sé… a lo mejor para ellos es algo común y corriente y hablan de sus cosas con toda naturalidad y sin un ápice de misticismo.
Como espectadores sentimos envidia, nos gustaría estar ahí. No nos dicen qué lugar es, pero me consta que el norte de España está plagado de lugares así. Recuerdo muchos cuando fui a Galicia, de manera que debe haber muchos bancos así, perdidos por la geografía española esperando que lleguen los poetas a sentarse en su regazo y hacer poesía para todos. Porque esos lugares existen para eso, para que los músicos les dediquen una canción, los pintores les hagan un buen cuadro y los seres comunes puedan gozar a través de las experiencias de los artistas, único obligados a ir allí y verlo con sus propios ojos y sentirlo y empaparse de la cosa para luego poder contarlo a través de la piel, de los sentimientos y del alma.
En este caso ha sido una fotógrafa quien lo ha hecho, así que le estamos todos agradecidos por habernos dado a conocer este maravilloso rincón donde los pensamientos del ser humano se funden con la propia naturaleza, tejiendo un manto único de ideales incumplidos y sueños aún por incumplir, de nostalgias arrebatadas a la vida y melancolías extraídas del más puro azar.
A nosotros, mortales espectadores, privilegiados y neutrales, solo nos queda disfrutar de la obra y dejarnos llevar por ella a los mundos que surjan en nuestra memoria. Como si el mundo se fuese a terminar mañana pero sabiendo que no será así.