Melanie Costa, una plata sin aliento

Publicado el 29 julio 2013 por Toni_delgado @ToniDelgadoG
La nadadora mallorquina toma a la inalcanzable como referencia y en un día rebaja cuatro décimas en la final de los 400 libre 

Antes de una gran prueba, Melanie Costa (Palma de Mallorca, 1989) mueve mucho los dedos para tener reducir al mínimo su tiempo de reacción para saltar a la piscina y se coloca las gafas una y otra vez para cerciorarse que no le entrará agua. Las cámaras no se pierden detalle de esos minutos previos de la nadadora mallorquina, que sueña, por qué no, con colgarse una medalla en la final de los 400 libre, la que sería la primera medalla para una mujer nacida en España en unos Mundiales de natación –la nacionalizada Nina

Zhivanevskaya lo había logrado en Barcelona, 10 años antes, en los 50 metros espalda–. Colocada en la 5, Melanie Costa mira a su alrededor y alucina. Colocada en la calle 5, tiene en la 4 a la gran favorita, Katie Ledecky, 16 años y una carrera y en la 7, a su gran referente, Camille Muffat –“nada tan bien, con tanta fuerza y con una sensación de facilidad, que me encanta”,le contaba a Juan Pérez Ortiz en la web Natacción–. Pero Costa no se deja asombrar por el instante y sale a por todas, a seguir a una libre tan excepcional como Ledecky, que pasa primera en todos los parciales y llega a nadar por debajo del récord del mundo de Federica Pellegrini, que data de Roma 2009, época de bañadores milagrosos. Ledecky (3m 59,82s) se queda a seis décimas de la marca y Costa, que siempre la ve delante y siempre hace el viraje como segunda, muerde la plata: “Vi que podía y lo que he hecho es engancharme a la calle 4 y no saltarla porque sabía que Katie iría más rápido que nadie. Me he dicho ‘De aquí no me muevo aunque me muera’”. Y el tiempo que marca (4m 2,47s) le deja sin palabras: “¡Cuatro dos! No puedo ni hablar no me lo puedo creer. ¡Subcampeona del mundo! He llegado donde quería llegar. He dado lo máximo de mí”.
A Costa, que acaba de ganar la octava medalla de la delegación española –tras las siete de la sincronizada– le tiembla todo. Sabía que está viviendo todo por cuanto ha luchado y padecido, como cuando se quedó sin beca ADO tras ser novena en los 400 y 200 libre, ambos con marca personal, en los Juegos de Londres, a los que llegó tras alterar su preparación por un virus y después de que José Luis Villanueva –según el relato de Jordi Murio, que era entrenador de la nadadora mallorquina, a Diego Torres, de El País: “la obligó a hacer las mínimas sin esperar a recuperarse”. Pero Costa acabó el 2012 como campeona del Mundial de piscina corta en Estambul. En la primera jornada de natación de los Mundiales de Barcelona en el Palau Sant Jordi dijo dos veces que había hecho la carrera de su vida. Por la mañana pulverizó el récord de  Mireia Belmonte –novena y fuera de la final– y por la tarde sacó su rabia para defender una plata que ni su admirada Muffat, que pasó tercera el primer viraje, ni la neozenlandesa Lauren Boyle, bronce, consiguieron arrebatarle. Tan superada estaba Costa que abrazó a Izaskun Ruiz, su entrevistadora. Un abrazo en el que quedan resumidos los desengaños de quienes no confiaron en ella, los duros entrenamientos con Gregg Troy, entrenador de Ryan Lochte, la destitución de Murio, pero también la excelente dirección de José Antonio del Castillo, que desde el CAR de Sant Cugat ha sabido sacar lo máxima de una nadadora tenaz. Y feliz, muy feliz.