Como muchos otros creadores, artistas, magos… soy perfectamente consciente de que lo que hago son trucos, de que mi magia no es real. Lo han dicho muchos personajes ilustres de mil maneras distintas: el arte no es sino un reflejo deformado de la realidad, pero no es esta; no suele enseñarnos cómo son las cosas, sino cómo deberían ser. Esta es una cruel lección que todos tenemos, debemos aprender si queremos sobrevivir.
Quizás por eso, al saber perfectamente en qué manga guardas la carta que te hace falta, conociendo de sobra dónde está la abertura de la anilla para que esta se enlace o se separe de la otra como si nada… no te tomas demasiado en serio. Sí, por supuesto que con lo que creas quieres expresar cosas, inspirar, enseñar, producir descubrimientos (todo ello, a veces de modos que ni te imaginas)… etc; pero lo dicho, cuando conoces el truco, incluso sabiendo que lo que transmites es importante, en el fondo eres consciente de que no deja de ser ficción, falso, irreal… una utopía. Aunque supongo que todos nos acabamos sintiendo así ante el arte (tanto los que lo crean como los que lo aprecian).
Por todo lo anterior, a veces viene bien un baño de realidad, que en todo momento es implacable y que, efectivamente, siempre supera a la ficción.
El relato «¿Quién triunfó?» (como nos suele pasar a los artistas) fue inspirado por una pequeñez, una frase en una serie que pretendía hacer un chiste más dentro de los muchos de un episodio… pero ese tipo de simplezas pueden llegar a ser el motor de un creador, para un escritor (y para mí concretamente), suele comenzar con la pregunta «¿y si…?» (y si esto significase eso otro, y si pasase aquello, y si un personaje tomase tal decisión, y si la situación fuese en su lugar… etc).
Así pues, la clave de bóveda de todo el relato acabó pivotando sobre la frase «No hay que meterse en la vida de los demás, nunca se sabe qué vida llevan realmente», que iniciaba la narración, pero luego se mantenía, funcionando casi como un leitmotiv musical: incluso no siendo la melodía principal, ahí estaba presente, incansable, todo el rato, de fondo. Efectivamente, la base de la historia eran dos personas que siempre habían deseado la vida de la otra; sin darse cuenta (lo que se va descubriendo a lo largo del relato, sobre todo por el hecho de estar contado desde sus perspectivas, y por tanto con absoluta honestidad) de que aquello que tanto envidian no es más que pura idealización, una falacia sólo existente en sus mentes.
Lo dicho, creo que todo el concepto anterior, y la historia es importante de transmitir y que puede aportar mucho… pero no deja de ser ficción.
Por eso supongo que, más que escribir lo anterior (incluso con todo lo que implica el proceso catártico del arte, pues yo interés por aleccionar no tengo ninguno) lo que definitivamente me ayudó a comprender de verdad la idea que intentaba transmitir mediante la literatura, fue una historia cierta, que hoy día sigo contando a mucha gente si se da el caso… y eso es lo que voy a hacer ahora (disimulando los datos más explícitos, porque, como ya digo, es algo que pasó, con personas del mundo real). Lo dicho, supe de todo este tema tiempo después de escribir mi narración, sin embargo, paradójicamente, fue lo que más me ayudó a asumir su verdad. Supongo que por eso mismo lo cuento hoy aquí.
El caso: un día, por ciertos proyectos que estaba llevando a cabo, tenía que investigar una determinada zona; para hacer algo así, un imprescindible suele ser visitar la web del ayuntamiento para obtener datos básicos… estaba en medio de este proceso, cuando llegué a la parte de la corporación municipal, y vi al alcalde: era un chico joven, por la foto parecía alto, ojos claros, se podría decir que guapo… había llegado al poder tras una moción de censura, así que posiblemente tenía prestigio político y el amor de todo su pueblo… en definitiva: la plena imagen de un triunfador en toda regla, un hombre con una vida perfecta, que había conseguido grandes cosas, y a juzgar por su corta edad, aún lograría muchas más, que había nacido con estrella y a quien la fortuna le sonreía….
Bastante tiempo después, extraña, inexplicable y accidentalmente (también, curiosamente, mi relato habla de lo caprichoso que es el destino) me saltó una noticia en el móvil que titulaba algo así: «C., alcalde de E. se precipita desde el balcón de su piso»; en la información (además de la que busqué por añadidura) se aclaraba que estaba solo en su casa, que llevaba meses de baja, además, se concluía con que estaba muy grave en el Hospital P. y que, teniendo en cuenta las circunstancias, su familia y grupo político pedían respeto ante tan difícil situación.
No sé que pensaréis vosotros, pero yo a todo aquel al que le he contado esta historia coincide en lo mismo: está claro que se trató de un suicidio; aunque tal cosa no se dijera abiertamente en ningún medio, por el absurdo tabú que existe, desde hace demasiado tiempo, para abordar este tema.
Así que, si lo pensáis, viví en mis propias carnes mi propia versión real del relato del que soy autor «¿Quién triunfó?», porque también yo había idealizado la vida de aquel hombre, por una simple foto y unos datos oficiales superficiales, había dado por hecho una serie de cosas, una vida fantástica que a posteriori se probó que sólo era precisamente eso: una fantasía. Es más, si lo pensáis es incluso peor, puesto que dado que las informaciones periodísticas dejaban claro que llevaba tiempo apartado de su cargo, está claro que, muy posiblemente, en el mismo momento en el que yo estaba sublimando su existencia, él estaba pasando por un infierno tan terrible que, poco tiempo después, le llevaría a querer acabar con todo definitivamente.
Si es que ya lo digo en «¿Quién triunfó?»: «No hay que meterse en la vida de los demás, nunca se sabe qué vida llevan realmente».
Y ahora que conocéis esta historia del mundo real… ¿no os dan ganas de repasar la de ficción y reflexionar sobre los paralelismos entre ambas, y tal vez, con los de vuestra propia vida?:
Relato: ¿Quién triunfó?
Postdata: Contrariamente a lo habitual en nuestro mundo (y es un consuelo), comentar que la historia de C. tiene un final feliz: tiempo después estaba por aquella población de E., y en un acto oficial durante las fiestas patronales, se mencionó que estaba entre el público… ciertamente ya no era alcalde, de hecho la oposición había recuperado el poder; pero sobrevivió, y quiero creer que ahora, libre de todo aquello que tan glorioso parecía, ha recuperado la paz e incluso es más feliz. A decir verdad, ojalá tuviera la oportunidad de decirle que su sufrimiento no ha sido en vano y que, aún sin él saberlo, su experiencia vital ha ayudado a muchas personas, incluso a mí, y espero que a todo el que pase por aquí… valga pues esto a modo de agradecimiento indirecto.
Posposdata: Aunque «¿Quién triunfó?» fue quizás la primera narración que devolvió a Universo de A a una nueva era dorada de la sección «Grandes Relatos» siempre he sentido que se le pueden añadir más cosas o reescribir partes, es decir que, a pesar de que estoy muy satisfecho con el resultado final publicado en su momento, quizás aún podría redondearse… no será hoy, pero… ¡avisados quedáis!.