La historia de bronce llena de estatuas las plazas y pretende borrar la memorias locales y nos dificulta recuperar la memoria del pueblo Za (nube) y de otros muchos. Su ruido no nos deja percibir el latido humano que se escucha cuando leemos con mente abierta este magnífico libro. Se trata de conocer y conservar un mundo que era diferente y mejor y que hoy sabemos que inspiró un cambio de mentalidad en Europa, que por entonces no sabía nada de libertades, ni de federalismo, ni siquiera de democracia (la democracia griega era otra cosa) y ni hablar de respeto a la naturaleza, y muy poco de lucha por lo comunal. Todo eso se descubrió en América y algunos pueblos originarios afortunadamente conservan estos valores, a un alto precio, eso sí.
El tequio (la cooperación en los trabajos colectivos), la ayuda mutua entre familias (la guelaguetza), el sentido de la fiesta como goce en común de la vida, son elementos de los pueblos zapotecos que están en nuestra pedagogía, así como el respeto a la naturaleza, el cuidado mutuo,… son formas de vida que hay que defender acá y en todo el mundo frente a las amenazas imperialistas por muy bien disfrazadas de buenas intenciones que vengan. El libro analiza, con una perspectiva crítica, una escuela que coloniza las mentes infantiles y juveniles con el discurso dominante. Freinet en su libro Los planes de trabajo insiste en no aceptar la historia que nos imponen, sino construir desde la memoria y desde los intereses del alumnado nuestra propia historia. Patro me pidió hace unos años que hablara sobre el colonialismo. No entendí del todo a donde quería llegar. Este libro me ayuda a reconocer la presencia del colonialismo en nuestras mentes y conductas. Los conquistadores españoles y sus continuadores criollos, angloamericanos, etcétera, vencieron pero no convencieron. Este libro no busca la reivindicación de una identidad por la identidad, sino la lucha por unos valores que están en juego y por un tipo de vida que merece la pena vivir. ¿Qué hace un gachupín defendiendo la cultura de los pueblos originarios? En primer lugar porque mis ancestros españoles, judíos, árabes, más cristianos que católicos y otros descreídos se quedaron en la Península resistiendo a la política imperial con luchas muy sangrientas como la de las Comunidades de Castilla o las de Germanías en Valencia. Pero sobre todo porque los valores de los pueblos americanos han inspirado lo mejor de la cultura occidental, que aunque con pocas esperanzas, esperamos que evolucione para evitar el colapso de la sociedad y el de la Tierra.
Así que tenemos que seguir aprendiendo de los pueblos originarios; del amor que se profesan padres e hijos a veces en medio de la pobreza, algo conmovedor y envidiable de verdad, que ya quisiéramos tener en Europa. El libro aborda con rigor científico, y citas de personalidades en sociología y antropología absolutamente reconocidas, un análisis crítico de los contenidos escolares y del currículum oculto nacionalista así como propuestas didácticas que rectifiquen el daño que la escuela muchas, demasiadas veces, hace a nuestros jóvenes, a nuestro futuro, y para evitarlo es imprescindible reforzar la idea de comunidad y del espíritu colectivo en nuestras aulas.