Memoria de los afectos

Por Antoniobarba

Castilla

Volví al lugar en el que pasé muchos veranos de mi infancia. Recorriendo lugares familiares, me di cuenta de cómo cambia la percepción de las cosas con el transcurso del tiempo. Aquella casa que imaginaba tan grande y lustrosa, es mucho más modesta ahora que la veo, y está en la esquina de una calle que es diminuta en comparación con el recuerdo que guardaba de ella. Una laguna que en mis sueños surgía como una gran cristalera de agua en medio de un campo verde de Castilla aparece ahora como una reducida charca sombreada con unos pocos álamos. Pero hay memorias, en cambio, que con el tiempo se engrandecen: los afectos, el recuerdo de la mano de mi madre agarrando la mía cuando nos llevaba a recorrer su pueblo, a buscar níscalos y manzanilla, según la temporada, por los pinares cercanos en los que ella también jugaba cuando fue cría… Todo el amor que nos dio… La memoria del afecto no dejará nunca de crecer.