"-Emma. ¿Cómo fue tu infancia?
-A veces me parece tristísima y a veces privilegiada.
-Eso es muy ambiguo, concretemos: ¿cómo fue tu infancia?
-Esa infancia se pasó en un convento sin salir nunca. En un mundo absolutamente de sueño, de abstracción, porque todo lo que pasaba fuera del convento lo denominábamos "el mundo", como si estuviéramos en otro planeta. Naturalmente eso desarrolló en nosotras una enorme imaginación, nuestra imaginación se enloqueció imaginándonos inclusive que los árboles eran de otro color y la gente de otra forma, y fue tal la angustia de lo que estaba fuera que yo decidí escaparme un día."
Portada de Memria por correspondencia
Emma Reyes (Bogotá, Colombia 1919 - Burdeos, Francia 2003) le escribe en 1969 a su amigo el historiador Germán Arciniegas la primera de una serie de cartas en las que le va narrando su infancia. A lo largo de veintiocho años le escribirá un total de veintitrés cartas en las que va desgranando sus recuerdos. Durante ese tiempo Germán Arciniegas conseguirá su permiso para publicarlas después de su muerte. Esas 23 cartas junto a un prólogo de Leila Guerriero y dos apéndices finales, uno de ellos del propio Arciniegas, componen el libro "Memoria por correspondencia". Sus páginas recogen desde los primeros recuerdos de Emma Reyes, encerrada junto con su hermana y otro niño en un habitáculo sin ventanas en un suburbio de Bogotá, hasta el paso por varios pueblos sin instalarse definitivamente en ninguno, para ser finalmente abandonada y recogida después junto con su hermana en un convento en el que vivirían durante más de diez años sin ver ni conocer nada más que lo que se encerraba tras sus muros. A su salida de este, Emma vagaría por varios países hasta recalar en Francia, en donde destacaría como dibujante y pintora y ayudaría a cuanto artista de su tierra natal pasara por este país que se convirtió por fin en el hogar que nunca tuvo.La sencillez y la pureza es lo primero que destaca en este libro. También la inocencia. La inocencia del que no sabe, del que no comprende porque no conoce más allá de su vida, porque ni se imagina que otra forma de vivir es posible. No hay que olvidar que es una niña la que nos habla. Sí, es la Emma adulta la que escribe, pero al volver años atrás en su memoria vuelve a ser una niña pequeña y es este el testimonio que nos ofrece. Y nos sorprende. Nos sorprende esa distancia que ha conseguido imprimir Reyes a sus cartas. Porque sí, es obvio que los años transcurridos han puesto distancia, pero también lo es que la mujer que es Emma cuando escribe ya conoce el mundo más allá de esos muros del convento, ya sabe que otra vida es posible, ya es consciente de lo que se le ha negado en su infancia. Sin embargo no hay rencor en sus palabras, no hay resentimiento. Se limita a reconstruir los hechos tal y como los recuerda, con total naturalidad. Una naturalidad que nos abruma, que hace que seamos nosotros los que pongamos las zonas oscuras en esa prosa luminosa de Emma Reyes.
"Si me preguntas cuál fue el primer amor de mi vida, tengo que confesarte que fue sor María. Era un amor rarísimo, era como si fuera mi mamá, mi papá, mi hermano, mis hermanos y mi novio. Ella reunía para mí todos los tipos de amor y todos los matices de la ternura."Las zonas oscuras son el total abandono y la carencia de cariño que sufrió Emma en su infancia. Primero por parte de la señorita María, que es quien se ocupa (y desocupa) de ella y de su hermana en Bogotá y en los pueblos en los que residirán tras abandonar la capital. Después, por las monjas del convento que más que darles cobijo y protección las explotan junto con las demás niñas a las que 'acogen'. Será educada allí en el miedo: miedo al demonio, miedo a cometer pecado. Emma no entiende lo que se le dice y como todos los niños se crea sus propias explicaciones. Pero Emma sí cree en todo lo que se le dice y vive de acuerdo a esos dictados. Aunque también es rebelde, a su manera, y hay fuerza dentro de ella.
"No lloraba, porque las lágrimas no hubieran bastado, no gritaba porque mi sentimiento de revuelta era más fuerte que mi voz."
Pena. Fotografía de Juan Buchelli.
La prosa luminosa es la que ha sacado tanta luz a esa penosa infancia, la que ha conseguido conmover al mismísimo García Márquez. Emma sabe valorar cada pequeño gesto de bondad que ha recibido, cada ínfima muestra de afecto. Sabe también ver la belleza donde nadie más la ve. Por eso se convirtió en artista, por eso era artista."Yo miré por el huequito y me encontré con el ojo de él. Sí: teníamos un ojo contra el otro, el de él me gustó mucho, era muy bonito, negro, redondito y muy brillante y el blanco era más blanco que los que había en el convento. Otra cosa me gustó, es que su ojo sabía reír, sí, reía todo el tiempo."Emma Reyes aprendió a leer y a escribir tras cumplir los dieciocho años. Al leer sus cartas uno se da cuenta de que le daba cierto pudor escribirlas. Analfabeta durante gran parte de su vida, expresándose en un idioma en el que creo que no se sentía demasiado cómoda (tengo la impresión de que se sentía más a gusto con el de su país de adopción), escribiendo unas cartas que algún día serían leídas por alguien más que su amigo,... ¡cómo llamarse escritora! Lo era. Lo fue. Literatura es lo que trasciende. Y sus cartas lo hacen. Nadie que las lea puede sustraerse a ellas.
Son sus recuerdos. Sorprende la cantidad de detalles que recuerda especialmente teniendo en cuenta la corta edad que contaba en alguno de ellos. Pero la memoria es especialista en guardar lo que resulta fuera de lo común y la infancia de Emma es toda ella fuera de lo común. La memoria es también caprichosa, no tiene por qué ser fiel a la verdad. Esta es la verdad de Emma, tal vez no exactamente cómo sucedió pero sí cómo ella la percibió y la vivió. Esta es su historia pero no solo la suya. Es la historia de las víctimas de una época, de una sociedad, de la diferencia de clases y de aquellos que viven bajo el yugo de una religión mal concebida y una fe mal entendida. Por eso su escritura trasciende. Por eso y porque es sincera, es honesta. Y es esa honestidad la que hizo que se sobrepusiera a su no infancia, la que consiguió que Emma Reyes hiciera con lo que hicieron de ella lo que le dio la real gana. Sartre tenía razón. Emma Reyes hizo de su vida un arte.
"Esta es, entonces, la historia de una desgracia. Pero de una desgracia contada con la más alta gracia que se pueda imaginar."
2643 - Convento de Santa Clara en Tordesillas (Valladolid).
Fotografía de Jose Luis Cernadas Iglesias
Gracias, Ana Blasfuemia. Por este y por el anterior. Ficha del libro:
Título: Memoria por correspondencia
Autor: Emma Reyes
Editorial: Libros del Asteroide
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 232
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