Miguel Aguilar DíazUniversidad de los Andes, Colombia
El patrimonio cultural en el Perú está compuesto por los bienes muebles e inmuebles declarados e inscritos en los inventarios y registros del Instituto Nacional de Cultura. La sola presunción de que alguna pieza o algún lugar sea de carácter arqueológico le otorga la protección y el supuesto cuidado del Estado, por lo menos teóricamente. Sin embargo, pese a que el patrimonio cultural es propiedad de todos los ciudadanos en nuestro caso peruanos, el Estado ha mostrado una inficiencia olímpica en el cuidado, la protección y hasta la misma propiedad de nuestra herencia cultural. El caso más emblemático y triste, es el de las piezas de Machu Picchu, sustraidas por un explorador y político norteamericano del Perú entre 1911 y 1914, y depositadas hasta el día de hoy en los almacenes del Museo Peabody de la Universidad de Yale. Esta es una muestra ejemplar de imposición y colonialismo en el campo político y cultural por parte de una de las instituciones educativas de los EEUU (el centro de poder) hacia Perú (la periferia del poder).
Hiram Bingham (1875–1956), quedó fascinado por los incas cuando visitó el Cuzco en diciembre de 1908. De inmediato este profesor de la Universidad de Yale desplegó una intensa actividad interdisciplinaria para localizar la ciudad perdida de los incas. En octubre de 1911, con el respaldo económico de la National Geographic Society y el apoyo logístico del entonces presidente del Perú, Augusto B. Leguía, (1863–1932) informó al mundo desde New Haven EEUU, que había estado en Machu Picchu, “la ciudad perdida de los Incas” y la presentó como “el último lugar que quedaba en América para explorar en sole-dad”. Bingham, luego de su primera visita al Cuzco, llevó consigo materiales arqueológicos de manera subrepticia y trasgrediendo la legislación peruana vigente. En 1916 se fue del Perú fastidiado por los cuestionamientos cuzqueños que se le hacían debido a la depredación del patrimonio cultural del mun-do hispano andino que efectuaba.
La National Geographic Society ha apoyado siempre la restitución cultural que Yale tiene pendiente con Machu Picchu, como lo reiterara Terry García, su vicepresidente, en su más reciente visita al Perú, en junio del 2008. También hay que recordar aquí que Gilbert H. Grosvernor, el director de la National Geographic Society que promovió la Yale Peruvian Expedition, instó siempre a Hiram Bingham a devolver a su lugar de origen los materiales arqueológi-cos que se llevó de Machu Picchu y que -además- lo urgía a que publicara los resultados de su trabajo tanto en forma de investigación como de divulga-ción.
Hiram Bingham regresó al Perú en octubre de 1948, invitado por el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero a inaugurar la carretera a Machu Picchu, que lleva su nombre. Esta ceremonia se llevó a cabo cuando el general Manuel A. Odría se convertía en dictador -acababa de dar un golpe de estado- y el gobierno se aseguró que nadie hiciera preguntas indiscretas a Bingham (Mould de Pease 2000; 2003).
Bingham retiró del Perú una gran cantidad de hallazgos de sus excavaciones arqueológicas. Este pedido fue aprobado y condicionado por el Estado Peruano en tres resoluciones, que le permitieron retirar al explorador los citados restos: La Universidad de Yale fue la depositaria de los restos culturales, los que accedió retornar, y hasta la fecha, más de 90 años más tarde, constituye un hecho incumplido. Esto ha motivado que la comunidad andina y el Estado Peruano actualmente reclamen por la repatriación de los restos culturales recuperados en Machu Picchu, restos de un profundo valor para la identidad re-gional indígena quechua, pero restos de valor museables para cualquier museo del mundo.
La cultura material y los restos humanos retirados del Perú han estado en los almacenes del Museo Peabody por más de 90 años. Sin embargo, las casi 5,000 piezas no presentan publicaciones científicas salvo catálogos de exposición. Esto los convierte en más inaccesibles, no sólo para los descendientes quechuas cuzqueños, sino para los investigadores peruanos y peruanistas en el caso andino. En los últimos años se ha hecho una serie de exposiciones de estas piezas en importantes museos norteamericanos, mientras que el Estado Peruano, la academia y las comunidades cuzqueñas siguen reclamando la restitución de su pasado material. Gracias a aportes de investigadoras como Mariana Mould de Pease podemos conocer a detalle los pormenores del proceso de alienación de nuestro patrimonio cultural.
La restitución de estas piezas hacia su lugar de origen, sería una muestra simbólica de reparación por las actitudes neocoloniales de la Universidad de Yale. La memoria colectiva no debe únicamente preservarse, sino que debe permaneces al alcance directo de sus descendientes, quienes tenemos el principal derecho de aceso a nuestro pasado material.