Pese a tener solamente 7.700 habitantes, es un lugar que merece mucho la pena visitar, especialmente desde el sur de Hungría, donde en una rápida excursión se puede ver esta bella localidad, así como su lago y su zoo. Estas atracciones han provocado que el turismo sea en Palic una importante industria (en términos relativos, claro).
Llegar aquí es fácil. A diario salen desde Szeged varios autobuses con destino a Subotica, parando por el camino en los pueblos de Horgos y Palic. Este transporte es esencial para la gran comunidad étnica húngara que vive en el norte de Serbia, donde en muchas poblaciones son mayoría. Como he mencionado muchas veces en este blog, hasta la primera guerra mundial Hungría abarcada un territorio con el triple de la extensión actual. Con el tratado de Trianon, no solo se perdieron todas estas tierras, sino que muchos húngaros quedaron, de la noche a la mañana, en un país extranjero. Aunque muchos han emigrado (o fallecido) desde entonces, los que siguen allí mantienen su lengua, costumbres y tradiciones. Además, el norte de Serbia (concretamente la provincia autónoma de Voivodina), es tradicionalmente multiétnica, con gran riqueza cultural. Sirva como ejemplo el hecho de que hay seis lenguas oficiales.
El autobús de línea que une Szeged y Subotica, tiene parada en Palic. Desde aquí se puede ir a Subotica en autobús urbano, mediante la línea correspondiente que enlaza la ciudad con el pueblo (aunque perfectamente se puede pasar un día entero en Palic), ya que en un día da tiempo de sobra para conocer ambos lugares.
Una vez nos hemos bajado del autobús, el hermoso edificio de Correos es de las primeras cosas que veremos. Hay que buscar una gran entrada, que indico en la fotografía correspondiente, que es por donde se accede a los jardines, el lago, los palacetes y el zoo de Palic. En ese mismo recinto hay varias cafeterías y restaurantes. Pese a que más de la mitad de los habitantes de Palic son húngaros, (los serbios representan una cuarta parte), cuando yo estuve los camareros eran serbios, y no hablaban ni inglés ni húngaro. Pero el lenguaje de los gestos y señas es universal, así que no tuvimos muchos problemas en comunicarnos con ellos.
En cuanto a precios, todo es bastante barato, incluso comparado con Hungría. La entrada del zoo no recuerdo cuanto costaba, pero era una cantidad casi simbólica, igual que tomar algo en las terrazas junto al lago. Muchos serbios llegados de todo el país (a juzgar por las matrículas de los coches) visitan Palic y el zoo, al igual que los húngaros (en menor medida) y los estudiantes de la universidad de Szeged (muchos de ellos extranjeros). Lo único que nos puede alargar el viaje considerablemente es el cruce fronterizo entre Hungría y Serbia. Sin embargo es muy recomendable acercarse por aquí, como puede comprobarse en las fotografías que adjunto: