Pablo, Laura y Jaime, en Balaídos - Foto: Toni Delgado.
TONI DELGADO / VigoLa conversación dura algo más de un cuarto de hora, pero sería de aquellas que se prolongan varias horas de mutuo acuerdo. Antonio, socio del Celta “de toda la vida, desde los ocho o diez años”, es una enciclopedia humana. “Lo recuerdo como una catástrofe. Fue un desastre”, resuelve cuando le pregunto por Joaquín Fernández Santomé, ‘Quinocho’, que da nombre al Memorial Quinocho, cuya 18ª edición se está celebrando en el Estadio de
Balaídos. El Southampton de Mauricio Pochettino es el rival y el resultado, 0-0 al descanso. Este año el torneo sirve como presentación del equipo, dirigido ahora por Luis Enrique. Quinocho era el gerente del club cuando dos encapuchados entraron en la sede del Celta la tarde del 20 de octubre de 1988 para robar poco más de 600 euros destinados para los gastos del viaje a San Sebastián para jugar contra la Real Sociedad y lo asesinaron por resistirse: “Lo seguí durante toda su carrera y, claro, también cuando estuvo en Vigo. Es de mi época. Era un buen defensa como Villar y Otero”. Desde entonces, el fútbol ha cambiado mucho, es “más técnico y la prueba la tenemos en los resultados. Se repite mucho el 1-0, cuando antes era muy raro que se diese”.Le pido a Antonio que me diga los jugadores del Celta que más le han llenado y no se lo piensa demasiado. Escoge a Mostovoi, “sin olvidar” a Karpin y Gustavo López, jugadores que “protagonizaron una buena época” y cita el 7-0 al Benfica como ejemplo. Aunque recuerda otra goleada superior, un 8-1 al Atlético de Madrid de “hace muchísimos años, más de 50”. Casi 90 –los cumple este mes– tiene el Celta: “Nació de la fusión entre el Real Fortuna y el Vigo Sporting, y Balaídos se inauguró a finales de 1928”. – Aquí jugó Italia en la fase de grupo del Mundial de España de 1982. ¿Viniste a ver algún partido? – No jugó. – ¿Cómo? – No jugó porque empató los tres partidos con un juego muy malo, pero acabó ganando un Mundial que viví en directo y en la televisión. Vi todos los partidos. El más memorable fue la semifinal entre Alemania [Federal] y la Francia de Platini, que iba ganando 3-1. Los alemanes empataron a 3 y vencieron en la tanda de penaltis. El portero alemán [Schumacher] mandó al hospital a Battiston. Salió en camilla y… ¡El árbitro no pitó ni falta!– Que ahora haya cámaras en todos los sitios del campo ha ayudado a que el fútbol sea menos violento. – Antes el fútbol era, cómo te lo diría, más varonil. Ahora apenas se tocan y ya están en el suelo. El recuerdo de CatanhaTambién recuerda otros horarios, los del domingo a las cinco de la tarde. Sin televisión y sin luces: “Nos conformábamos con las críticas de los periódicos cuando el Celta jugaba fuera de casa. Ahora lo ves en directo y puedes estar de acuerdo o no con los cronistas. Te formas tu propia opinión”. Y Antonio la tiene con algunos de los pufos más grandes del Celta, como Catanha, que “solo hizo un buen año. Ahora los jugadores son mercenarios y bailan al son del mejor postor. Me acuerdo de Pepe Villar, que jugó toda su carrera aquí. Lo quiso el Madrid y no se fue”.Cuando me despido de Antonio hace unos minutos que ha empezado la segunda parte del partido y antes el Celta se había presentado a su afición a ritmo de la banda sonora del Equipo A y con clásicos como Borja Oubiña, “o noso capitán”, y nuevos refuerzos como Rafa Alcántara y Charles Dias, “o noso novo killer”. El speaker no arriesga demasiado: primero nombra el nombre del jugador y hace una pausa para que el público coree el apellido. Uno de los más aclamados es el 26, el portero Rubén Blanco, fundamental para la milagrosa permanencia del curso pasado. “Éste es un crack. Es el futuro portero de la selección española”, pronostica Pablo, equipado con una camiseta celeste de Gustavo López.
Un momento del partido - Foto: Toni Delgado.
Pablo se fija en la disposición táctica del nuevo Celta de Luis Enrique, que como el capitán –Oubiña– y el presidente, Carlos Mouriño se han dirigido a la grada micrófono en mano. “No tuvieron ni cinco minutos de calentamiento. Van a salir fríos”,advierte otro aficionado. Uno de los 9.361 espectadores que se levantan para guardar un minuto de silencio en memoria de las víctimas del accidente de Santiago. También han venido algunos aficionados del Southampton, al que también se conoce como Saints. No hay muchos, pero no dejan de animar y se llevan las manos a la cabeza tras el primer susto, un trallazo de Krohn-Dehli en el segundo minuto que repele el palo.– ¿Por qué eres del Celta, Pablo? – Yo quiero ver el partido– responde algo seco, aunque luego se anima a hacer un pronóstico. Ganaremos 2-0 con un gol de Rafinha en el minuto 17 de la primera parte y otro de Charles en la segunda. “Rafinha llegó a jugar de portero”De Rafinha –de falso nueve, otro ejemplo de que los partidos de pretemporada funcionan como banco de pruebas– me habla Jaime, que ha venido con su hermana Laura. Mientras los defensas despejan los centros de Toni y Adam, explica que coincidió con el jugador cedido por el Barça: “llegó a jugar de portero, pero no tardaron en ponerle de mediocentro. No entrenaba siempre con nosotros. Thiago era bastante mejor y se iba de todos. Rafinha… no sé, pasaba más discreto. Era bastante tímido. Su hermano era más hablador”. Pero segundos después, Rafinha es el protagonista en Balaídos porque se retira lesionado en el 16. “Al menos he acertado que le iba a pasar algo…”, se defiende Pablo. A su lado se ríe su amiga Laura, sobre todo cuando le pregunto desde cuándo y por qué es seguidora del Celta. “Lo soy”, responde, “por mi familia, por mi padre y mi hermano. No soy de ver los partidos por televisión. Vengo de vez en cuando a Balaídos con carnés libres o si las entradas cuestan cinco euros. Bueno, el otro día vine pagando 10. [Cambia la cara y dice]: ¿vas a apuntar eso también?”. No recuerda cuál fue su primer partido. Su hermano Jaime tiene una ligera idea del dato: “Creo que fue un Celta-PSG, un amistoso de verano que ganamos 3-0 o así”. “Siempre que vengo gana. Bueno… una vez empató. Para el Celta soy como un amuleto”, interviene, orgullosa, Laura, con una camiseta heredada de Mostovoi –es de cuando su hermano tenía 10 años, “supongo que se la compraron muy grande”–. – ¿Te afecta mucho cuando pierde el Celta, Laura? – Me fastidia, sí. Pero no igual que a mi padre y a mi hermano, que se enfadan y todo. Me gustaban Mostovoi, Karpin y Gustavo López. Eran muy simpáticos. Nos los encontrábamos por la calle y eran muy atentos. También me encantaba el juego de Iago Aspas y por la pinta que tenía, Pinto. Nos reímos. Pinto y Pinta, una combinación que le sale de casualidad. El humor no tiene pautas.La rivalidad con el DéporCon Jaime, que lleva casi toda su vida de socio, hablamos de la rivalidad con el Dépor: “Me gustaría que fuese más pacífica. Tendría que ser más sana. Siempre prefiero que pierda, pero no quiero que desaparezca”. Con él viajamos a unos años atrás, a esos piques tan divertidos y surrealistas entre Mostovoi y Djalminha, dos genios con un genio particular, para volver al presente: “Hoy empezamos con una defensa de 4. El otro día, con una de 5, el equipo no me gustó demasiado”. Ha jugado al tenis –lo sigue haciendo puntualmente– y hace un par de años estaba en el Casablanca, en Tercera Regional: “Teníamos un entrenador argentino que, fíjate, es aquel de allí que quería que jugásemos como el Barça. ¡Al final acabó cayendo de la burra!”.Para Marina, que ha venido al partido con su hijo Pablo –que no es el del pronóstico de Rafinha–, el Celta es un hobby que le conecta con su infancia y con jugadores como Gudelj o Mostovoi. A Luis Enrique le pide que el equipo no sufra tanto para salvarse y entre los nuevos fichajes le ilusiona especialmente Rafinha. Pablo prefiere a Charles y no sabe explicar su amor por el fútbol sala -es defensa-. La cara de felicidad que pone es la mejor respuesta.
Parte de la grada durante el Memorial Quinocho - Foto: Toni Delgado.
El mérito de IruretaJusto antes del descanso hablo con Víctor. Está especialmente agradecido a Irureta, de quien dice que es el entrenador que mejor partido sacó a una plantilla del Celta, y “no se le reconoce, quizás porque se fue al Dépor”. Pronostica que el equipo tiene calidad suficiente para estar de la “mitad de la tabla para arriba”. Después Augusto Fernández dispara flojo y algunos aficionados del Southampton continúan bailando para animar a su equipo, que está a punto de recibir el primer gol del partido en una acción del propio Augusto y casi celebran un tanto de Guly do Prado, hábil para deshacerse de un defensa en el minuto 79 y encarar a Sergio.“¡Sacad el balón de ahí! ¡Venga, hombre!”,exige un celtiña, mientras un niño no deja de agitar su bandera del Celta. Orellana se la rebaña a Chambers, Jonathan Vila hace una cesión peligrosa a Sergio y Bellvís, tras coger una pelota casi imposible y evitar el córner, se la regala a un contrario en una jugada que acaba con un gran disparo de Guly al palo, justo después de una gran ocasión de Davis. “¡Fuera de ahí! ¡Fuera de ahí!”, dicen desde una grada que se va despoblando. – ¿Cómo es que la gente se va?– pregunta Laura.– Porque tienen hambre– responde Pablo. El partido acaba 0-0 y se resolverá en la tanda de penaltis, como en el 2000 ante la Roma, el 2003 ante el Olympiacos y el 2008 ante el Numancia, siempre con el Celta como vencedor. Una niña le pregunta a su padre por qué los tiran en la grada de marcador y él no sabe qué responder. Empieza la tanda: David Rodríguez marca, Guly do Prado tira a la derecha y alto. El 16 del Celta, Orellana, también acierta y el 16 del Southampton, Ward-Prowse no lo hace. El tercer penalti también lo tira el mismo número, en este caso el 8, de los dos equipos: goles de Álex López y de Davis. David Goldar anota el decisivo y la grada ruge. Aunque no toda. “¡Es un bolo de estos de verano!”, advierte Jaime, mientras que a su lado un aficionado baja a toda prisa saltando asientos y pisa mal y se lesionada. Se toca el tobillo. No tiene buena pinta.En las inmediaciones de Balaídos un grupo de seguidores del Celta espera a que aparezcan sus jugadores. Los del Southampton ya han salido y están a punto de partir en autocar. Un aficionado se acerca a un jugador rival y le pide un autógrafo. No sabe quién es. “Who is he?”, le pregunta a un seguidor del Saints. “Rickie Lampert” le responden. Autógrafo localizado.Poco después conozco a Alberto, con el que tengo la misma sensación que con Antonio, y pierdo la noción del tiempo. Para empezar es contundente a la hora de analizar el partido –“es el peor Quinocho de la historia”– y concretar las necesidades del equipo: “Hay que fichar a un 9, aunque el mercado está complicado. Se habla de Chamakh, del Arsenal. ¿Te suena? Lleva dos años sin jugar apenas y podría ser un Park 2. Ahora que no tenemos a Iago Aspas...”. – Aspas tiene un carácter especial. – Es especial para lo bueno y para lo malo, por eso debutó tan tarde. Por las bajas, estuvo a punto de estrenarse en Primera el año que bajamos a Segunda con Fernando Vázquez, pero le expulsaron con el B y acabó siendo Roberto Lago el convocado. – No me puedo resistir, Alberto. Háblame de Kaviedes. – ¿Kaviedes? ¡Es el bluf más importante que hemos tenido en muchos años! Bueno, solo superado por Papadopoulos y Arthuro, que nos vaciló todo el año y el día que se fue se marcó un partidazo. Acabó en Dubai, volvió a Brasil… Yo quiero ser como el representante de Arthuro, que le consigue equipos y que le paguen bien. – Para ti el mejor entrenador de la historia del Celta es… – Irureta. Es cierto que fuera de casa era amarrategui, pero en Balaídos jugaba como el Celta de Víctor Fernández y con peor equipo. ¡El delantero era Moisés! Víctor Fernández no tuvo un 9 respetable. Si en vez de a Catanha pones a Makaay…– Para pufos, Benny McCarthy, pichichi de playa. Goleador de verano. – ¡Cada semana le crecía el culo! Con cinco kilos menos hubiese sido la leche. Penev, en cambio, con 34 años creo nos salió muy bien. Parecía que venía como acabado, pero hizo mucho aquí. Mostovoi, Zidane y Laudrup son, por este orden, los jugadores de fútbol favoritos de Alberto: “La creatividad en la media es la clave de este deporte”. Para su hermano Iván es posible que el mejor sea Mostovoi, que “hacía cosas en el terreno de juego que no vi a nadie, ni a Koeman. Aprendí de fútbol por su visión de juego”. De pequeño era del Barça después de heredar una camiseta de Kappa con el 4 de Koeman y para fastidiar a su hermano, seguidor -por aquel entonces- del Madrid. Iván se enamoró del Celta por su juego, la destreza de Mostovoi, la contundencia de Makelele, la velocidad de Míchel Salgado o la picardía de Karpin y Revivo, “por no hablar de Gustavo López. Había visto a grandes equipos, pero no recitales como aquellos. A partir de entonces nació un amor irracional”. Y también una impagable vía de escape: “Antes era muy introvertido. Viendo los partidos del Celta era el único momento que me concedía gritos de tensión”. – Entonces… ¿el Celta ha sido terapéutico para ti? – Vivía el partido muy por dentro. En la final de Copa del Rey contra el Zaragoza. Pusieron pantallas para verlo en Castrelos y cuando marcó el primero Mostovoi salté y casi mato a unas abuelas que tenía delante. Me ayudaron a levantarme y lo comprendieron. – Supongo que lo peor será que el Celta no tenga títulos importantes pese a los buenos equipos que ha llegado a reunir. – No es un trauma, pero sí una lástima. Nos debe alguno Víctor Fernández, al que la prensa y la opinión pública pusieron por las nubes. Pero yo, sin entender de fútbol, creo que con el equipo del que disponía tenía que haber logrado algún título. Era una plantilla mucho mejor que algunas que quedaban por delante. El Celta llegó a jugar como el mejor equipo del mundo y te hacían partícipe de ello. Este club llegó a jugar en la Champions. – Un gol de José Ignacio ante el Milán os clasificó para octavos. – Es el gol más importante de la historia del Celta. Fue un 0-1– interviene Pablo. – Es uno de los más importantes. Y acabaron 1-2: primero marcó Kaka, empató Jesuli y José Ignacio concretó la remontada– continúa Iván. – José Ignacio remató cuatro veces y los defensas del Milán parecían decirle “marca ya”. Era un especialista en marcar de córner– añade Pablo. – Fue una petición de Lotina. Metía goles, tenía llegada, pero jugaba a la mitad de velocidad que el resto. Aunque aportaba cosas, restaba más de lo que sumaba. Para mí era carne de banquillo y de grada– sentencia Iván, que confiesa que éste es su segundo o tercer Memorial Quinocho: “Recuerdo vagamente la noticia de su asesinato”. ¿Y qué opina sobre la edición de este año?– Es posible que sea el peor partido que haya visto en mi vida– responde. – ¿Viste los de este año?– le pregunta Pablo. – Algunos no por la distancia. Ya sabes, he estado en Rusia.