Memoryhouse son uno de los grupos que más papeletas tienen para quedarse en el podium del chillwave y el dream-pop. La banda de Toronto tuvo la suerte de ser bendecida por el medio que todos sabemos con tan solo un E.P – que siendo sinceros, estaba bien, pero tampoco era para tanto -, y ya sabemos el poder que tiene ese bendito medio.
El dúo canadiense tiene todos los tópicos del estilo que practican – solo hay que ver esas fotos de atardeceres en un rió pasadas por un filtro del instagram -, y la verdad es que no dicen nada nuevo, y en muchos casos llevan al tedio. También es cierto que este estilo está de lo más trillado, y por lo menos yo, estoy harto de clones de Cocteau Twins. Eso sí, sus comparaciones con Beach House resultan ridículas, ya que no tienen ni el talento, ni la facilidad que tienen los de Baltimore para hacer grandes y emocionantes canciones.
El problema de Memoryhouse es que el formato elepé se les queda muy grande, y gran parte de este trabajo resulta de lo más aburrido. Evan Abeele y Denise Nouvion se pierden bastante en los temas más lentos, y se equivocan de pleno al pensar que sus largas y densas canciones pueden entretener. Desde luego, en mi caso es todo lo contrario, ya que esos temas en los que no pasa nada durante cuatro o cinco minutos, no pueden aburrirme más.
Aunque no todo es malo, y de vez en cuando aciertan – The Kids Were Wrong, Heirloom, Punctum o Pale Blue -, no me terminan de convencer y me resultan bastante simples y sin chicha. Lo peor es que no creo que sean malos, y podrían haber dado más de si. Un claro ejemplo es Old Haunts: la canción con la que cierran el álbum. En este tema sacan a pasear unas guitarras distorsionadas – tampoco mucho, que no son Mogwai – que bien podrían haber sacado antes, ya que le dan un poco de emoción a su música, y ganan bastante.
Habrá que ver como evoluciona este The Slideshow Effect, pero no creo que crezca mucho con las escuchas, y es muy probable que acabe perdido por mi iTunes.
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