Los asesores, superfluos, bien pagados y sin otro mérito que tener el carné de un partido político, saturan un Estado que es poco exigente y mezquino con el profesorado, al que le faltan estímulos, exigencias, autoridad académica y calidad, un problema que unido a los cambios continuos en las leyes y la falta de exigencias a los alumnos han convertido la enseñanza en España en una de las de menor calidad en Europa y el mundo avanzado.
Los grandes partidos políticos españoles son incapaces de ponerse de acuerdo entre ellos en otra cosa que no sea elevar los sueldos, pensiones y privilegios de los políticos. Son un escándalo intolerable, un constante mal ejemplo y el peor cáncer de España, a los que es lícito culpar de casi todos los males del país, desde el separatismo a la corrupción, sin descartar el abuso de poder, la infelicidad de los ciudadanos, el avance de la pobreza, el desempleo masivo, la destrucción del tejido empresarial, los impuestos injustos y abusivos y la baja calidad generalizada de una democracia que está dejando de ser apreciada, como sistema político, por la ciudadanía.
"Menos asesores más (y mejores) profesores" debería ser la receta mágica de la España actual, destrozada por las izquierdas y las derechas, separadas por la apetencia de poder y unidas por la corrupción y el insaciable apego al dinero y a los privilegios. Con menos asesores y políticos, España se liberaría de un lastre que le impide despegar y con más y mejores profesores empezaría a garantizar, con jóvenes bien formados y preparados, un futuro que ahora se percibe amenazante e incierto.