En nuestro entorno más cercano (no quiero limitar a un país o región concreta), digamos “occidental”, este tipo de actitudes están socialmente desaprobadas… y aún así, seguimos viendo día a día cómo se maltrata a otras personas dentro del ámbito familiar. En España se optó por legislar incluyendo la discriminación positiva para penalizar especialmente los maltratos a mujeres por sus maridos. Sinceramente, soy muy partidario de la medida; me parece un parche para tapar la aparente incapacidad de nuestros legisladores y jueces para resolver la situación, ya que cualquier maltrato debería ser igualmente penalizado: maridos a mujeres sí, pero también padres a hijos y viceversa, mujeres a maridos, maridos a maridos, entre compañeros de clase, etc.
Y seguro que aparece algún descerebrado reclamando respeto porque considera que este tipo de acciones forman parte de alguna “cultura”. Pues yo digo que no lo respetemos… esa cultura merece ser extinguida, como en su día lo fueron los dinosaurios.
Acabo de volver a ver una película de hace algunos años, llamada “El otro lado de la cama”, donde el personaje interpretado por Alberto San Juan borda esa actitud cutre-machista heredada de la más rancia sociedad española de hace cincuenta años (hay un par de monólogos realmente jugosos que lo ilustran). En el contexto de la película hace cierta gracia, pero no debemos olvidar que el director ha reflejado una actitud aún vigente, en personas que se creen superiores a los demás (mujeres, inmigrantes, extranjeros, diferentes en general). Es a este tipo de personas a quienes tenemos que cambiar entre todos, con educación y tolerancia cero, para conseguir implantar definitivamente el respeto mútuo como valor social más importante… a partir de ahí, vendrá lo demás.
Respeto, ya.
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