Verdad bíblica #2:uno en Cristo solamenteLa Biblia enseña que todos los humanos son creados por Dios. En este sentido, toda la humanidad es igual. Ningún ser humano tiene, intrínsecamente, más valor que otro ante los ojos de Dios. Pero existe una distinción entre la gente. Algunos no sólo son criaturas de Dios, sino Sus hijos. Esta verdad se ha vuelto ofensiva para la mayoría de la gente; a nadie le gusta la idea de que alguien pueda quedar fuera de la familia. Pero los hijos de Dios le reconocen como el Creador, distinto a Su creación. Han aceptado Su revelación en su palabra, al igual que su ofrecimiento de perdón que borra su pecado, y han puesto su fe en Jesús, Su hijo. Han venido a Dios no en sus propios términos, sino en los de Él.Los no cristianos piensan que los cristianos son orgullosos cuando crean estas categorías entre las personas. Sin embargo, cada cristiano sabe que si han sido adoptados en la familia de Dios, fue por la bondad inmerecida de Dios. No existe el orgullo en la fe. La fe es simplemente la creencia de que no podemos hacer algo para salvarnos a nosotros mismos, pero descansamos totalmente en el regalo de Dios. Así que, esta definición de familia no se hace en orgullo, sino en humildad. ¿Qué orgullo puede haber en admitir que no eres Dios?¿No es acaso el orgullo lo que caracteriza a la persona que se ve a sí mismo como divino, y que determina él mismo lo que es verdad y falsedad? Un cristiano recibe la verdad proveniente de Dios a quien somete su entendimiento finito. Un pagano crea su propia verdad, pretendiendo interpretar el mundo desde el trono que le ha usurpado al creador. En Jeremías leemos: “La palabra de cada uno le será por profecía; pues pervertisteis las palabras del Dios viviente” (Jer. 23:36). Aquí vemos la diferencia entre el cristianismo y el paganismo. A través de su palabra, Dios define la verdad para su pueblo. Los paganos la definen por ellos mismos.Hoy en día escuchamos mucho acerca de multiculturalismo. Puesto que nuestro globo ha quedado tan pequeño, estamos comenzando a ver que todos los hombres y mujeres comparten los mismos gozos y tristezas, las mismas luchas en contra de la enfermedad y el desastre, y el mismo deseo por una vida más feliz. No obstante, la verdadera unidad sólo puede venir en Cristo. No estoy diciendo que sólo los cristianos saben cómo ser amables con otros, o tomar una posición de autosacrificio. Algunos cristianos fallan en mostrar el amor que Dios hace posible, y algunos no cristianos son generosos y ayudan a otros. Pero debemos definir la unidad como Dios la define, no como desearíamos verla. Dios es el único que puede ver y juzgar los motivos de nuestros corazones.Dios divide a la gente en dos categorías: aquellos que creen en su hijo Jesucristo, para quienes no hay condenación, y aquellos que son condenados por su falta de fe (Juan 3:18). Aquellos que pertenecen a Jesús vivirán en perfecta armonía para siempre en el reino que Él está preparando. Los cristianos no son uno con los paganos, porque cada uno sirve a diferente amo.En una ocasión tuvimos el infortunio de caer en las manos de un vendedor exitoso de tiempos compartidos. Al estarnos pintando un cuadro embelesador de diversión bajo el sol, tenía un pedazo de papel arrugado en el que había escrito algunos cálculos equivocados. Podía ver que deseaba deshacerse de él. La conversación se había tornado momentáneamente sobre el tema de la fe cristiana. Le dije, “Tony, la fe cristiana es como esto: tienes una basura en tu mano de la que deseas deshacerte. Ahora, piensa que esa basura es tu pecado. Supón que te propongo un trato. Me llevaré tu basura y por ello te daré una casa perfecta para vacaciones, en la que tendrás mucho más que una semana cada dos años. Podrás vivir allí para siempre con aquellos que amas más. ¿Qué me dices? ¿Cerramos el trato?”
Tony se rió. Y al principio todos nosotros lo hicimos, cuando escuchamos las condiciones del trato que Jesús nos ofrece. ¿Renunciar a nuestra basura para heredar el reino? Suena demasiado bueno para ser cierto, no obstante, los cristianos son aquellos que han “sucumbido” ante esta oferta. Por cierto, sí compramos el tiempo compartido, y efectivamente, también lo lamentamos. Pero no lamentamos el habernos humillado lo suficiente como para intercambiar nuestras cuentas torcidas por una escritura en el Reino de Jesús. Solamente Él abre la puerta a su reino. Por esto la iglesia confiesa: “Sólo Cristo”.