Título: Mercaderes del espacio (The Space Merchants)
Autores: Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth.
Pohl es uno de los grandes nombres de la Ciencia-Ficción, a la que dedicó 75 años de su vida. Fue escritor, editor, agente literario, conferenciante, profesor y bloguero. Ganó cuatro Premios Hugo, tres Nebula, un Locus y dos John W. Campell Memorial. Era apenas un adolescente cuando co-fundó los Futurians, un grupo de aficionados a la Ciencia-Ficción, cuyos miembros serían todos ellos después escritores del género. Fue miembro del Partido Comunista de 1936 al 39, y durante la II Guerra Mundial sirvió en la aviación, participando en los bombardeos sobre Italia. Era el abuelo de la escritora Emily Pohl-Weary.
Cyril M. Kornbluth comenzó a escribir a los quince años. También miembro de los Futurians, su obra incluye diez novelas y un sinfín de relatos, que publicó usando numerosos pseudónimos. Participó en la II Guerra Mundial, donde fue condecorado. Por desgracia, falleció de un infarto con solo 34 años. En 1973 recibió un Hugo póstumo por su relato "The Meeting", publicado en 1972.
Género y estilo: Es una novela de Ciencia-Ficción blanda y una Anticipación de corte distópico, que realiza una sátira crítica sobre el capitalismo y la sociedad de consumo, con una estructura narrativa y un argumento propios de la novela de intriga y espionaje, que conserva un notable carácter pulp.
Qué cuenta: Mitchell Courtenay es un eficiente ejecutivo de publicidad en una sociedad absolutamente mercantilizada en la que las empresas han reemplazado a los gobiernos y los ciudadanos se han convertido en consumidores. Con el ecosistema planetario expoliado y las materias primas casi desaparecidas, las corporaciones han puesto su vista en Venus como lugar de expansión de los mercados. Mitchell Courtenay será el elegido para dirigir la campaña de colonización de Venus, pero para ello debe enfrentarse a traiciones, intrigas empresariales y la acción de los consistas, los últimos disidentes a la sociedad consumista.
Frederik Pohl
"Mercaderes del espacio" se publicó originalmente en la revista Galaxy Magazine, en tres entregas (números de junio, julio y agosto de 1952), con el título de "The Gravy Planet", y más tarde, en 1953, como novela con el título definitivo.
En este artículo [en inglés] se explica ampliamente el génesis y el proceso de publicación de la novela, así como el papel de cada uno de los autores en su escritura.
Está incluida en la lista de David Pringle como una de las cien mejores novelas de Ciencia-Ficción. En 1975, los lectores de Locus la situaron en el puesto 24 en la categoría de Mejor novela de Ciencia-Ficción de todos los tiempos.
En 1984, Frederik Pohl escribió una continuación titulada "La Guerra de los mercaderes". Existe un volumen doble titulado "Venus, Inc." que contiene ambas novelas. Hasta donde he logrado indagar, este doble volumen no fue publicado en castellano.
C.M. Kornbluth
"Mercaderes del espacio" es, a mi juicio, la distopía más acertada que he leído hasta el momento, y aquella cuyos autores mejor han sabido vaticinar y predecir el derrotero que tomaría la sociedad a partir del momento histórico que se vivía en el momento en que fue escrita.
El pensamiento "de izquierdas" de Pohl y Kornbluth es más que evidente (los miembros de Futurians compartían, además de su pasión desmedida por la Ciencia-Ficción, sus ideas progresistas), pero la novela está lejos de ser un panfleto comunista o un ejercicio de maniqueísmo. Lejos de ello, es una mirada satírica, cáustica y mordaz a la sociedad de consumo y al capitalismo despiadado, fruto de unas capacidades analíticas y de reflexión privilegiadas. Por ello, creo que es una novela que resultaría interesante no solo a aficionados a la Ciencia-Ficción, si no a cualquier lector, incluso a los más reacios al género, pues raro será aquel al que su lectura no le mueva a reflexionar y replantearse la realidad que le rodea.
Veamos el fascinante contexto de la novela. En un futuro cercano no determinado, las empresas, agrupadas en gigantescos trusts, rigen una sociedad en la que los gobiernos son testimoniales. Las personas deben lealtad absoluta a su empresa, teniendo que consumir solo sus productos y sin poder romper su contrato de trabajo, lo cual es un grave delito. El sistema social se divide en ejecutivos, productores y consumidores. Los ejecutivos deciden el destino de la sociedad mientras que los consumidores subsisten al límite de la miseria, existiendo solo para consumir y mantener el sistema productivo funcionando.
Los derechos laborales simplemente no existen y los salarios no permiten mantener una vida digna, solo acceder a los bienes de consumo cuya necesidad se ha creado a través de las omnipresentes campañas de publicidad. La superpoblación y la masificación hacen que una vivienda de 6 metros cuadrados se considere normal, y muchos consumidores viven en los escalones de los edificios, pagando por su ocupación.
Absolutamente todos los servicios están privatizados, incluso la policía, y solo atienden a quienes paguen sus suscripciones. Ya no existe la clase media, y las diferencias de nivel de vida entre ejecutivos y consumidores es abismal, insalvable. Los niveles de contaminación son tan altos que se debe salir a la calle con extractores de hollín en nariz y boca. El medio ambiente ha sido totalmente aniquilado, y las ciudades se extienden hasta el infinito. La carestía de materias primas es tan aguda, que los automóviles, incluso los lujosos Cadillacs, funcionan a pedales, la madera se considera artículo de lujo (se usa para elaborar joyas) y la gente se alimenta de proteínas sintéticas.
Las instituciones gubernamentales están al servicio de las empresas, designando estas los cargos políticos ("[...]el senador por Productos Químicos Duont, con sus cuarenta y cinco votos, de nuestro fácil triunfo sobre el senador por la Nash Kelvinator, con sus seis votos[...]"), que elaboran y modifican las leyes según las necesidades del mercado.
Lo dicho: el parecido entre el mundo predicho por Pohl y Kornbluth es tan asombroso como preocupante.Y especial papel tiene la publicidad, que ha evolucionado de la mera venta de artículos de consumo a ser un aparato que controla hasta el último resquicio del comportamiento humano y de la organización social:
"Nos recordó la historia de la publicidad. En un principio sólo se trataba de vender productos manufacturados. Un trabajo de niños. Actualmente, y con el fin de satisfacer las necesidades del comercio, creábamos nuevas industrias y remodelábamos las costumbres."Así es. La publicidad crea necesidades, modifica conductas, usos y costumbres, condiciona y modela la cosmovisión de las personas, convirtiéndolas en devotos y acríticos consumidores que mantengan funcionando la maquinaria del capitalismo:
"Herrera podía haber ocupado su puesto en el mundo, comprando y usando, dando trabajo y beneficios a sus hermanos de todo el mundo, acrecentando constantemente sus deseos y necesidades, acrecentando el trabajo y los beneficios en el círculo del consumo, y criando niños que serían a su vez consumidores."
Huelga decir que el capitalismo, convertido en un sistema político además de económico, pasa por encima de la salud de las personas, del medio ambiente y de lo que presente para seguir produciendo beneficios. Un ejemplo es el omnipresente Mascafé (¿Nescafé?), un sucedáneo del café que contiene "alcaloides inofensivos para la salud", pero que provocan una adicción irrefrenable. El tratamiento de desintoxicación cuesta 5000 dólares, por lo que al consumidor le resulta más barato seguir, simplemente, consumiendo Máscafé a un ritmo de "tres tazas en cada comida y una jarra al lado de la cama para beber durante la noche, tal como se aconseja en la etiqueta del frasco".
Este escenario ha llegado a un punto crítico: ya no hay más mercado. No es posible seguir creando beneficios, el mundo no tiene más que ofrecer, si hasta la Antártida está convertida en destino turístico. Fowler Schocken, el presidente de la poderosa agencia de publicidad que lleva su nombre, tiene clara la solución: hay que colonizar Venus. La publicidad tiene ante sí el mayor reto de su historia: lograr vender la vida en un infierno árido, peligroso, desconocido y lejano como una deseable oportunidad de prosperar y vivir con plenitud. Aquí entra en juego Mitchell Courtenay, el protagonista.
"Mercaderes del espacio" está narrada en primera persona por su protagonista, Mitchell Courtenay, un narrador no omnisciente, en una historia dividida en diecinueve capítulos que tiene un delicioso tono pulp, pues está narrada con una notable economía de recursos, ahorrando en descripciones y pasajes de transición. La acción es constante y transcurre con un ritmo frenético en algunos momentos, en el que los acontecimientos se encadenan velozmente, con una estructura que recuerda a las historias de espionaje e intriga nacidas en la literatura de quiosco. Todo un fruto de su época.
Mitchell Courtenay no nos caerá simpático, ni empatizaremos con él, aunque tendrá una progresión a lo largo de la novela, pues su mentalidad, que al principio es elitista y conforme con la injusta estructura social, irá moldeándose con los acontecimientos que va viviendo, y sus autores logran provocar interés y preocupación por la suerte que correrá, en una trama plagada de giros argumentales impredecibles y muchas veces drásticos.
Llama la atención la cantidad de acción y de acontecimientos que Pohl y Kornbluth logran condensar en una novela tan breve, sin renunciar a la tesis principal de criticar la sociedad de consumo y satirizar sobre el capitalismo. Cuando Mitchell Courtenay se vea en la situación de un consumidor, trabajando sin salir de la pobreza, en una espiral de consumo de los productos que él mismo publicitaba, y asistiendo a la insensibilidad con la que la multinacional Clorela expolia los recursos naturales de Costa Rica, los autores aprovechan para introducir el movimiento consista, una organización clandestina que ejerce de resistencia ante un modelo social que considera irracional y nocivo, y que reivindica el regreso a un modo de vida tradicional, más respetuoso con el planeta y más igualitario.
La novela incluirá otros giros, en los que iremos descubriendo que los consistas están infiltrados en altas esferas, hasta un desenlace que los vinculará, junto con Courtenay, en el inminente viaje rumbo a Venus. Impagable también el momento en el que, con un misterio y un secretismo totales, el protagonista acompaña al consista Gustavo Herrera a hacer algo clandestino: leer viejos libros que no contienen publicidad ni tratan sobre ella.
Además del buen oficio literario de Frederik Pohl y C.M. Kornbluth, que manejan a la perfección el tempo narrativo y saben captar y mantener la atención de lector, es necesario destacar la crítica que realizan a las sibilinas y maquiavélicas técnicas publicitarias con las que las empresas manejan la voluntad de los consumidores. Por ejemplo, en los colegios se empaquetan los productos menos atractivos para los niños (croquetas de soja, filetes regenerados) en color verde (el propio de la empresa Productos Universal), mientras que los más sugerentes (caramelos, helados y cigarrillos "Colillitas") se envuelve "en el brillante color rojo de los productos Astromejor Verdadero", condicionando así a los niños a preferir los productos de la segunda frente a los de la primera. O cómo segmentan su audiencia en niveles (lo que hoy se llama "target"), siendo sus mensajes más simples o evidentes en función del nivel. Para un nivel 12 (analfabeto) la publicidad es auditiva.
Personalmente, me sorprendió el grado de acierto de Pohl y Kornbluth a la hora de perfilar la evolución de su sociedad, pues el panorama mostrado en "Mercaderes del espacio" se asemeja tanto al rumbo que va tomando nuestra época actual que es como para preocuparse. Desde la brecha creciente e irreversible entre ricos y pobres (además, con la exaltación de los directivos y demonización de los trabajadores con la que nos machacan los medios de comunicación), pasando por la privatización de servicios (la policía se ha sustituido por agencias de seguridad como la Pinkerton) hasta la irresponsabilidad medioambiental, el agotamiento irracional de materias primas y la pérdida de soberanía y entidad de los gobiernos frente a los holdings transnacionales.
Mención aparte merece, en una sociedad inmoral y pervertida como la expuesta en la novela, la forma en la que se retuercen famosos aforismos sobre la ética, que pasan a enunciar lo contrario que hoy día:
"Y ya conoces el viejo dicho: «El poder ennoblece. Y el poder absoluto ennoblece de un modo absoluto.»"
"[...]aquí administramos justicia, uno de los axiomas básicos de la justicia sostiene «Es preferible que sufran mil inocentes a que escape un solo culpable.»"
Por lo tanto, y para resumir, "Mercaderes del espacio" es una novela excelente, no solo como novela de Ciencia-Ficción, si no como ejercicio de Anticipación y Distopía, en la línea de otros clásicos como "1984" o "Un mundo feliz", pero con una acidez, una ironía satírica, un sentido del humor negro y un planteamiento pulp (más popular y menos intelectual) que las diferencia de éstas, pero que la hace igual de inquietante e interesante.
Por mi parte sería todo. Una novela perfecta para sorprenderse con la capacidad anticipatoria de la Ciencia-Ficción y para reflexionar un poco sobre nuestra realidad. Recomendable sin duda alguna. Nos leemos!