Por Tavarishka
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No hay nada peor que llevarte las preocupaciones, los hartazgos, las indignaciones o las irritaciones a la cama. Mala compañía nocturna, sin duda, pero si ya se te cuelan en los sueños, ni te digo. No sé realmente por qué, pero hace algún tiempo los vivo de forma hiperactiva y muy enrevesada, donde mezclo el tocino con la velocidad y acabo exhausta de tanta acción. Antes del 22 de mayo resoplaba para que llegara ese día y acabara de una vez el exceso de trabajo, las jornadas maratonianas, las entrevistas por kilos o las promesas más falsas que el canto de un duro. Sin embargo, después de las elecciones llegó lo peor: los pactos políticos o, como algún compañero de profesión ha denominado, los partos, porque son peor que un dolor. Entonces mis fases REM se disparataron a más no poder. Me vi, así, asistiendo a una negociación para gobernar una ciudad, que seguro que era en Canarias, porque el disparate era ya signo de identidad. Infiltrada en la reunión, descubrí asombrada cómo los políticos se repartían alfombras persas, prendas de mercadillo o
PD: ese subconsciente hizo que en mi sueño aparecieran Munchitos y no Ruffles onduladas, porque para algo los Munchitos se inventaron en Las Palmas, no se vendían en la Península, los comercializó en las Islas la empresa Fritolay, que después se unió a Matutano (¡lo que aprende una…!)