Visitar un mercadillo es una experiencia que definitivamente acerca a la cultura del lugar. Para algunos, quizás, se convierte en un auténtico ritual darse un paseo para encontrar no sólo curiosidades de ropa, sino lo más fresco y rico de la temporada. Para mí, siempre es una delicia para echar un vistazo a lo más auténtico y original de la zona.
Cuando visité Comillas, después de ir al Palacio de Sobrellano y antes de ir al Capricho de Gaudí, el mercadillo fue una parada obligada (y una pausa necesaria). Quesadas, sobaos, aceitunas (como las violás, las que llevan dentro un pepinillo, muy a la fuerza) frutas y verduras engalanaban la placita principal para gusto de los locales y los turistas.
Nosotros nos sentamos en un concurrido café. Al ver lo que pedían los demás comensales, no me pude resistir y me pedí ¡unos churros! Uf, con lo que se me dificulta comer (quienes me conocen saben que es un sarcasmo). Sólo me faltó el chocolate. Dicen que en el comer y el rascar, el chiste es empezar...y yo, ya iba muy empezada. :S
Un lugar encantador y reflejo de la idiosincrasia de Comillas.
¿Les gustan los mercadillos?
¡Buen fin de semana!