Mercado eléctrico y reino de la mentira

Publicado el 25 diciembre 2013 por Vigilis @vigilis
Queréis tener energías renovables por un tubo y que el coste no os repercuta en la factura y las dos cosas no pueden ser. Ok, esto sería una simplificación del problema y además puede ser confundido con un ataque a las energías renovables. Sería muy tonto hacer una valoración moral de una fuente energética.

El tema energético también se trata de una cuestión política. Liberalizar un mercado como ese y permitir que se convierta en un cartel es poner en manos de los latin king cosas que van desde factores fundamentales de competitividad industrial hasta el poder adquisitivo de quienes tienen menos ingresos. Si a esto le añadimos el modo en que el gobierno de Aznar decidió llevar a cabo en España la política energética marcada por la UE, nos resulta un buen lío. En concreto me refiero al Real Decreto 436/2004 que marca las primas y subvenciones a las renovables. Este Real Decreto es la herramienta con la que España alcanzará las cotas de producción de energías renovables marcadas por la UE. Cabe preguntarnos si este era el único modo de hacerlo. E incluso cabe preguntarnos si nos convenía aceptar las cuotas de producción renovable establecidas por el buró político de Bruselas. Nunca lo sabremos.  Ni hubo debate público ni lo habrá. Bruselas es Camelot y aquí aceptamos todo lo que venga de Bruselas porque los eurócratas de alguna manera están imbuidos por un halo de santidad y sapiencia.


Con estos bártulos, España, bajo distintos gobiernos (cuyos ministros acaban en las mismas empresas energéticas o bancarias) decide primar mucho la producción de renovables. Estas primas no repercuten en la factura y se pretende que las pague la señora que viaja en el tiempo para traernos lejía. En el momento en que un productor instala una central de energía renovable, las distribuidoras eléctricas están obligadas a comprarle esa producción. Pero no a comprársela al precio de mercado sino un 575% más caro en el caso de las fotovoltaicas y un 50% más caro en el caso de las eólicas (creo recordar que hubo una reforma reciente de esto en concreto, pero la idea está ahí).

El típico ecologista.

Imaginaos que tan solo una fracción de ese dineral se hubiera invertido en investigación. ¡Dejad ya de imaginar!, en lugar de desarrollar tecnología, miles de Poceros eléctricos plantaron su granja energética y a vivir. ¿Otro mercado superintervenido con altísimas barreras de entrada? Perfecto. En España eso siempre estuvo de moda. Queremos capitalismo, pero clientelar, no vaya a ser que exista competencia real y nuevas tecnologías y que los precios caigan. España, ese país que en lugar de Google y el iPhone inventa Lycos y Terra. España, ese país donde los primeros que se oponen al fracking no son precisamente los ecologistas hippies. País en el que para hacer de taxista te tienes que hipotecar durante décadas. El reino de la barrera de entrada en el que todo el mundo se queja pero en el que al final del día nadie quiere que desprotejan su cortijo.
Poco hubiera importado nada de esto si esos sobrecostes en forma de primas hubieran repercutido en la factura del consumidor final. La gente no es tan tonta y si puede tener lo mismo más barato, se cambiaría de compañía. Varios problemas: como dije, el gobierno hizo la regulación de tal forma que el sobrecoste no repercutiera en la factura y además, aunque te cambies de compañía las fuentes energéticas serían las mismas. Todas las compañías eléctricas que operan en España sacan la electricidad de los mismos sitios. Tampoco en esto hay competencia real. Acabemos con la tiranía y la opresión del viejo faraón, el nuevo faraón nos promete una nueva era de tiranía y opresión más modernas. Con esto quiero decir que cambiarte de compañía no tiene efectos en la factura que pagas. (Puedo añadir aquí que también estamos ciegos ante los distintos costes de distintas formas de producir energía. El precio que aparece en tu factura es universal para todo mix energético).

Desengañémonos, cuando hablamos de energías renovables en España, hablamos de señores como este.

Durante la primera década de este siglo, el argumento para defender la sostenibilidad de la deuda eléctrica (déficit de tarifa) se apoyaba en una creciente demanda por la parte del consumo. Se suponía que iba a llegar un momento en que el precio de la electricidad superara los costes. Mecachis, vino la crisis (que como todo el mundo sabe es un fenómeno atmosférico que a veces viene y no se puede hacer nada y nadie es responsable de nada y tú tienes que rescatar a los bancos porque que te calles de una vez) y la demanda cayó. Vale, la demanda cayó, pero aún así, ciertas fuentes energéticas están vendiendo la luz a un precio superior a su coste de producción. Es decir, hay beneficios. Por ejemplo, la energía nuclear es más barata de producir que el precio que marca el "mercado". ¿Este beneficio acaso no puede valer para repercutir el déficit de tarifa en las propias compañías? Parece que sí, pero va a ser que no. En primer lugar porque a la producción del megavatio-hora hay que sumarle los costes fijos. Estos costes fijos para las centrales nucleares son muy grandes. Principalmente la inversión inicial para poner a andar una central nuclear es una inversión muy elevada. La amortización se suma a los costes fijos que incluyen seguridad, trabajo especializado, etc. En segundo lugar, ¿para qué repercutir el déficit de tarifa en las compañías cuando lo puedes pagar tú? Ah, ¿que no lo puedes pagar? Pues entonces deja de vivir por encima de tus posibilidades. Eres un irresponsable. Con esa actitud sólo conseguirás que cuando a tu hijo se le caiga un diente de leche, venga Montoro y le quite diez euros de la hucha del cerdito. Hay que arrimar el hombro. Esto lo arreglamos entre todos, etc.
Regresemos por un momento a los Poceros eléctricos. Quiero cambiar la imagen mental que nos evoca hablar de energías renovables. Insisto en que no se trata de hippies idealistas que pelean contra las megacorporaciones malvadas. Quienes se han forrado con las subvenciones a las renovables son precisamente esas megacorporaciones malvadas y sus imitadores. La forma de primar estas fuentes energéticas es un incentivo para que la instalación de estas centrales sea un reclamo monetario que no tenga nada que ver ni con la demanda real de energía eléctrica, ni con las necesidades de potencia instalada del país. Con las energías renovables, tienes que construir además algún tipo de sistema redundante. Cada megavatio que instales honrando a la Pachamama, significa otro megavatio en una central de ciclo combinado escondida detrás de los árboles. Estas centrales de ciclo combinado funcionan con un gas natural que importamos a precio de nuevo rico.

País de nuevos ricos.

Y la movida es que en la última década se dobló la potencia instalada en España (de unos 55.000 megavatios en 2002 a unos 110.000 en 2012). El pico de demanda energética en España ocurrió en 2007 y fueron unos 45.000 megavatios. Calculen. Todo esto significa inversiones multimillonarias en centrales apagadas que sin embargo están generando dinero (que pagas tú y seguirán pagando tus hijos) para el que hizo la inversión. En el mercado eléctrico español no hay un capítulo que sea ni medio decente. No os voy a sorprender en el siguiente párrafo con una solución mágica ni con un mensaje de esperanza. Esto no tiene parte buena.
¿Y cuánto vino a costar ese disparate de incremento de potencia instalada en la primera década de nuestro siglo? Se calcula que unos 70.000 millones de euros (el PIB de Ecuador o Marruecos). Imaginen por un momento que la mitad de los aerogeneradores que levantamos los hubiéramos vendido al extranjero. Dejen ya de imaginar, es una orden, o viene Montoro con la chirimoya.

Sísifo, de Ernesto Blanco.

Una persona mentalmente equilibrada se puede imaginar que con la caída de la demanda por la crisis, al menos se ha dejado de instalar más potencia. Error. En este último lustro se ha seguido instalando más potencia a un ritmo de unos 3.000 megavatios al año. Estamos en la Champions League de tirar un dinero que no tenemos. España concentra el 70% de la potencia de centrales termosolares del mundo. Y si somos los mejores bueno y qué. Pon otra ronda, que paga nini.
Todo este drama nos cuesta un riñón que no tenemos (el precio de la factura de la luz se ha doblado en los últimos años y deberá seguir subiendo si queremos dejar de vivir en el mundo de la mentira). La guinda final del pastel es que la naturaleza volátil de las centrales de régimen especial —que suponen casi la mitad de nuestra potencia instalada porque semos uropeos— implica que sólo sean responsables de una tercera parte de la producción eléctrica. Napalm.

Europesadilla: